Ilustración creada con IA que recrea el trabajo de unos 'macips' barceloneses

Ilustración creada con IA que recrea el trabajo de unos 'macips' barceloneses

Historias de Barcelona

Los ‘macips’ de Barcelona, el engranaje clave que sostenía la economía portuaria en la Edad Media

El rol de los estibadores en el tejido económico de la Barcelona del siglo XIV no fue ni mucho menos menor

En la Barcelona de la Edad Media, en torno al siglo XIV, existía un grupo social que era conocido como los macips de la Compañía. Eran aprendices o sirvientes de mercaderes que se asociaban, en una especie de hermandad. Esta tenía estrictas normas y un papel vital en el comercio marítimo de la ciudad.

Aquella Barcelona era el motor económico de la Corona de Aragón, gracias al comercio marítimo. A la sombra de los grandes mercaderes estaban estos personajes, que mezclaban servicio, disciplina y aventura. La Compañía era la organización gremial o la cofradía de los trabajadores portuarios, y a sus miembros también se les conocía, se conocía como bastaixos o faquines, que se puede traducir por «estibadores».

El término macip, del latín mancips, se puede traducir como aprendiz, sirviente, criado, mozo o porteador de carga. En castellano se puede traducir como mancebo. En aquella sociedad del siglo XIV los macips formaban parte de las sociedades mercantiles de los grandes burgueses, ayudando a la expansión económica por el Mediterráneo.

Trabajaban para familias como los Llobera, Desplá, Requesens, Gralla, Barutell, Marcús, Adarró, Eimeric o Grony. El comercio marítimo de estas familias permitía establecer rutas comerciales a través del Mediterráneo, llegando a lugares como Egipto. A parte del comercio, estas familias ostentaban los principales cargos en el Consejo de Ciento, el órgano de gobierno de la ciudad, consolidando su estatus como la Mà Major («Mano Mayor») de Barcelona.

El escalafón inferior

Un macip empezaba a trabajar en la adolescencia, cuando un mercader lo contrataba bajo su tutela. A cambio de su trabajo, se comprometía a proporcionarle comida, alojamiento y vestimenta. Además le daba los conocimientos o enseñanzas suficientes para el oficio que debía llevar a cabo: contabilidad, leyes de comercio, cambio de moneda, geografía de rutas y dominio de idiomas.

Representación de un 'masip' o 'bastaix', en la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona

Representación de un 'masip' o 'bastaix', en la iglesia de Santa María del Mar de BarcelonaWikimedia

En la jerarquía mercantil, ocupaban el escalafón inferior: por encima estarían los factors y los procuradores. Los factors eran los agentes o representantes de un gran mercader o compañía comercial que actuaban en una plaza o ciudad extranjera. Su función era vital, ya que permitía a los comerciantes barceloneses operar en destinos lejanos como Chipre, Alejandría o Brujas, sin necesidad de desplazarse personalmente.

Los procuradores eran profesionales del derecho cuyas funciones eran esencialmente de representación procesal ante los tribunales y juzgados. El procurador actuaba como un mandatario o representante legal de una de las partes en un litigio.

Entrar a trabajar como macip era una inversión a largo plazo: uno estudiaba, aprendía, se formaba y adquiría experiencia para, en un futuro, ascender y convertirse o en un agente de alto nivel o en un mercader independiente. Tenían un salario nominal. Sin embargo, como incentivo, se le permitía participar en pequeñas operaciones comerciales por cuenta propia, invirtiendo pequeñas sumas para familiarizarse con el riesgo y el beneficio. Esto, con el tiempo, les permitía tener una cierta independencia económica. Estas operaciones se conocían como cambres.

El valor de la hermandad

En un principio los macips actuaban por libre. Con los años se convirtieron en un cuerpo social singular cuando se asociaron. Crearon lo que llamaríamos una hermandad, con fuertes lazos internos y un código de conducta no oficial que complementaba la ley mercantil. Desarrollaron costumbres propias para apoyarse, sobre todo cuando estaban fuera de Barcelona, en ciudades como Alejandría, Túnez o Nápoles.

Cuando un macip era deshonesto, indisciplinado, robaba o malversaba, no solo era castigado por el mercader, sino que eran excluidos de la hermandad. Normalmente, vivían en los alojamientos de la compañía. Esta convivencia era muy importante, pues los formaba como grupo. Se protegían de los peligros urbanos y mantenían la moral alta durante los largos meses de espera de los barcos.

Ilustración realizada con IA que recrea el puerto de Barcelona en el siglo XIV

Ilustración realizada con IA que recrea el ambiente en el puerto de Barcelona en el siglo XIV

También compartían las prácticas de la cultura popular barcelonesa de la época. Por ello participaban en las grandes fiestas del calendario litúrgico cristiano. Al igual que el resto de las clases populares, podían participar en prácticas de curanderismo o supersticiones relacionadas con la salud y la fortuna, aunque esto a menudo era censurado por la Iglesia. Frecuentaban tabernas, participaban en juegos populares o en carnavales, al igual que los demás trabajadores de Barcelona.

En el siglo XIV, el puerto de Barcelona iba desde Montjuic hasta lo que hoy es el Paseo de Colón, teniendo las Drassanes Reials («Reales Atarazanas») como astillero y arsenal naval de la Corona de Aragón. En aquella época no existían grandes diques o muelles artificiales que se adentraran profundamente en el mar para la carga y descarga.

Las operaciones de carga y descarga a menudo se realizaban mediante barcazas pequeñas que llevaban las mercancías entre los grandes barcos anclados y la orilla, donde los macips esperaban para mover los productos a los almacenes de la ciudad, especialmente en el barrio de la Ribera.

Los macips supervisaban la descarga de especies, seda, alumbre y la carga de tejidos de lana, azafrán o vino. Mantenían al día los libros de cuentas, verificaban calidades y cantidades, y lidiaban con las complejas normativas aduaneras y fiscales. Actuaban como emisarios del mercader, llevando mensajes a otros comerciantes, al Rey o a las instituciones de la ciudad, como el Consulado del Mar.

Algunos de ellos viajaban en las galeras de la Compañía para acompañar y custodiar las mercancías. Al llegar a un puerto extranjero, los macips pasaban a ser sirvientes del agente delegado de la Compañía. Su misión era vender la mercancía al mejor precio posible, adquirir los productos locales demandados en la Corona de Aragón y asegurar la travesía de vuelta. En resumen, los macips fueron los engranajes esenciales en el motor económico de la Barcelona medieval, aunque su rol fuese humilde.

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