Casco urbano de Villena (Alicante)
Así es la localidad alicantina en la que vive Alcaraz y tratará de olvidar su derrota en Wimbledon: de los Moros y Cristianos al maestro Chapí
El tenista reside en un municipio de menos de 35.000 habitantes que perteneció a Murcia antes que al Reino de Valencia
Carlos Alcaraz, campeón de Wimbledon, Roland Garros y medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París, vive y entrena en Villena, una ciudad de poco más de 34.000 habitantes en el interior de la provincia de Alicante. Aunque nació en El Palmar (Murcia), es en Villena donde ha construido su rutina diaria desde que en 2019 se instaló en la academia del extenista Juan Carlos Ferrero. En esta localidad, alejada del ruido de los grandes núcleos urbanos, el número uno del tenis español ha encontrado el entorno que necesita para desarrollar su carrera. Ya allí tratará de olvidar la derrota de este domingo en la final de Wimbledon este domingo frente al italiano Jannik Sinner.
Conforme informó El Debate, la residencia de Carlos Alcaraz se encuentra dentro del recinto de la academia Equelite, a las afueras de la ciudad. Tal y como detalló este periódico, el deportista murciano vive en una casa prefabricada de madera de 90 metros cuadrados, una vivienda sencilla y funcional que anteriormente ocupó el propio Ferrero. Alcaraz llegó a Villena con 16 años y, durante sus primeros meses, vivió en una pequeña cabaña de apenas 25 metros cuadrados. En ese espacio pasó también el confinamiento de 2020. Hoy, su hogar cuenta con las comodidades básicas para el descanso y el estudio, en un entorno pensado para favorecer la concentración y el rendimiento deportivo.
La academia está situada a cinco minutos del casco urbano y ocupa una finca de 120.000 metros cuadrados. Dispone de más de veinte pistas de tenis, gimnasio, piscina, áreas de fisioterapia y análisis técnico, y una residencia para jugadores y técnicos. El propio Ferrero vive allí junto a su equipo. En ese mismo espacio, Alcaraz entrena y lleva una vida organizada, enfocada al trabajo. La elección de vivir en Villena, y no en una gran capital o una ciudad costera, responde a un modelo que prioriza el aislamiento competitivo.
Cabañas del recinto donde reside Carlos Alcaraz en Villena
Situada en el extremo noroeste de la provincia de Alicante, a medio camino entre Castilla-La Mancha y la Región de Murcia, la capital del Alto Vinalopó combina patrimonio, paisaje y vida urbana con un ritmo tranquilo. Antes de integrarse en el Reino de Valencia tras la reorganización territorial de 1833, el municipio formó parte del Reino de Murcia, un vínculo histórico que aún se percibe en algunas referencias culturales y en el propio acento de los villeneros. Pasear por su centro es encontrarse con siglos de arquitectura superpuestos en apenas unas calles. Desde la explanada se divisa el castillo de la Atalaya, una fortaleza del siglo XII construida por los árabes que todavía conserva bóvedas almohades en su torre principal, entre las más antiguas del país. A poca distancia, en estado más deteriorado pero igualmente simbólico, se asoman los restos del castillo de Salvatierra, asentado sobre un antiguo poblado íbero.
El trazado urbano de la localidad conserva edificios como la iglesia arciprestal de Santiago, con sus columnas helicoidales y una mezcla singular de gótico y renacimiento, o el palacio municipal del siglo XVI, con patio interior y fachada renacentista. A ambos lados del centro histórico se extienden calles con viviendas tradicionales, plazas reformadas y pequeñas tiendas que todavía conservan actividad comercial local.
Tesoro de Villena
La oferta museística es amplia y abarca desde lo arqueológico hasta lo festivo. El Museo José María Soler expone el Tesoro de Villena, uno de los hallazgos de orfebrería prehistórica más importantes de Europa, junto a piezas que documentan la ocupación humana de la zona desde hace más de 50.000 años. En otros puntos del centro se pueden visitar el Museo del Festero -dedicado a las celebraciones locales-, el singular Museo del Botijo, y el espacio del escultor Antonio Navarro Santafé, autor del célebre Oso y el Madroño de Madrid.
El Teatro Chapí, inaugurado en 1925 y aún en activo tras una profunda restauración, es una de las principales referencias culturales de la ciudad. Su programación estable atrae a compañías nacionales e internacionales, y su arquitectura mezcla elementos clasicistas y modernistas con una estética sobria. La Casa de la Cultura, por su parte, funciona como núcleo de actividad artística y social durante todo el año.
Fiestas con seis siglos de antigüedad
El gran acontecimiento anual, sin embargo, llega en septiembre. Las Fiestas de Moros y Cristianos reúnen durante varios días a miles de vecinos organizados en catorce comparsas que desfilan, actúan y representan los episodios simbólicos del enfrentamiento entre ambos bandos. Más allá del espectáculo, estas fiestas suponen un ejemplo de participación masiva, con orígenes que se remontan al siglo XV.
El perfil económico de la ciudad ha evolucionado en las últimas décadas. Lo que fue una economía centrada en la agricultura es hoy un tejido mixto con presencia destacada de industrias como el calzado, la carpintería y la construcción. A nivel logístico, su estación ferroviaria conecta con Madrid y Alicante, y la cercanía al aeropuerto del Altet refuerza su accesibilidad. Ni demasiado grande ni demasiado pequeña, esta ciudad del interior alicantino ofrece un equilibrio entre historia, actividad cultural y calidad de vida.