El portaaviones Sao Paulo en una imagen de la Marina de Brasil

El portaaviones Sao Paulo en una imagen de la Marina de BrasilMarinha do Brasil

Armada  Torpedos para hundir un colosal portaaviones fantasma, el «apestado» de los mares

Un portaaviones fantasma, una vieja gloria militar. Un gigantesco buque que deambula desde hace casi medio año por el Atlántico, sin puerto que quiera acogerlo. Los materiales tóxicos que hay en su casco lo han convertido en un «apestado» de los mares. El Sao Paulo, hoy propiedad de Brasil y que en el pasado sirvió a la Armada francesa con el nombre de Foch, ha sido torpedeado y hundido en aguas territoriales brasileñas, a unos 350 kilómetros de la costa. Su tumba está en un punto del Atlántico con una profundidad de 5.000 metros, lejos de zonas de protección ambiental. Al menos, eso dicen las autoridades brasileñas.
«El procedimiento fue dirigido con la competencia técnica y la seguridad necesaria» para «evitar perjuicios de orden logístico, operacional, ambiental y económico al Estado brasileño», indicó la Marina en un comunicado.
El Gobierno de Brasil afirmó previamente que no barajaba otra alternativa que no fuera torpedear el portaviones. «En vista de los hechos presentados y del creciente riesgo que implica el remolque, por el deterioro de las condiciones de flotabilidad del casco y la inevitabilidad del hundimiento espontáneo/incontrolado, no es posible adoptar otra línea de acción que no sea el hundimiento planificado y controlado», se justificó el Ministerio de Defensa brasileño en el citado comunicado.
Portaaviones São Paulo

Portaaviones São PauloMarina de Brasil

El comunicado fue divulgado un día después de que la Fiscalía del país solicitase que se impida el hundimiento del barco. La Fiscalía cree que existe un alto riesgo para el medio ambiente, ya que cifra en 10 toneladas la cantidad de amianto presente en el casco. Sea como sea, su criterio no se ha tenido en cuenta.

Cerrojazo de Turquía

Asimismo, las autoridades brasileñas acusaron a la empresa responsable del barco de no tomar las medidas necesarias para obtener la autorización para remolcarlo a puerto, con el objetivo de reparar los graves daños que amenazan su capacidad de permanecer a flote.
Como relató El Debate el pasado mes de enero, la increíble odisea del antiguo buque de guerra francés comenzó en agosto, cuando fue vendido a un astillero turco especializado en el desguace de embarcaciones por 2 millones de dólares. Pero cuando se aproximaba a su destino, las autoridades de Turquía prohibieron su entrada, por lo que tuvo que dar la vuelta poco antes de llegar al estrecho de Gibraltar. El buque fue monitorizado por las autoridades españolas a su paso por aguas de Canarias. Desde entonces, el Sao Paulo, segundo y último portaaviones de la flota de la Marina de Brasil, vaga por el Atlántico.
Construido en Francia en 1963, el portaaviones tiene 266 metros de eslora, capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 cazabombarderos. Su larga historia lo llevó a la guerra civil del Líbano, la guerra del Golfo y a otros muchos conflictos en Europa, África y Oriente Medio.
La Marina brasileña lo compró en 2001 por 12 millones de dólares, pero con el pabellón brasileño, el portaaviones estuvo más tiempo en puerto que en alta mar.
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