Cazas de combate Eurofighter en formación
Defensa ¿Diez mil millones de qué?
Solo con un plan de financiación para la Defensa que asegure inversiones para los próximos años pueden las empresas invertir para desarrollar nuevas tecnologías o aumentar su capacidad de producción
La reciente publicación del «Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa» —así se llama a la inversión adicional de 10.471 millones de euros que tiene por finalidad elevar nuestro presupuesto de Defensa hasta el 2% del PIB en este mismo año— ha provocado un vivo debate en nuestra sociedad. Un debate parecido al de aquel torero que decía que su faena había sido recibida en la plaza con división de opiniones: unos se metían con su madre y otros con su padre. Lo que ocurre ahora no es muy diferente. Hay quien defiende públicamente que nuestro Gobierno trata de engañar a la OTAN y quien, por el contrario, cree que las víctimas del engaño —víctimas consentidas, en cualquier caso— son los socios del propio Gobierno.
Hay, desde luego, buenos argumentos para defender lo segundo. Entre otras cosas, porque la OTAN no va a aceptar pulpo como animal de compañía y a los socios del Gobierno les conviene dejarse engañar porque de su credulidad dependen los ministerios que hoy ocupan. Pero la prueba definitiva está en el anexo al propio documento, que desagrega —palabra disuasoria que invita a no seguir leyendo— las partidas del plan. Para muestra basta este sorprendente botón: bajo el epígrafe de «Fabricación avanzada en movilidad terrestre sostenible» —en algunos círculos, la sostenibilidad es como el azúcar de Mary Poppins: ayuda a tragar casi cualquier píldora— aparece la verdadera descripción de esta partida: «Adquisición de un sistema Obús Autopropulsado (ATP) de ruedas y sustitución del Obús ATP de cadenas M-109 A5 del ET». La OTAN, por supuesto, reconocerá la necesidad de los nuevos obuses, pero en el Gobierno habrá quien finja creer que lo que estamos comprando son ruedas. ¡Allá ellos!
Un M-109 español en el momento de hacer fuego
Quede pues claro para el lector que la gran mayoría de los 10.471 millones de euros aprobados por el Gobierno se van a invertir —si es que de verdad da tiempo a gastarlos a pesar de la ineficiencia que inevitablemente rodea la gestión de lo público— en programas militares que los Ejércitos y la Armada consideran de utilidad. Pero eso no debiera ser suficiente para que nos felicitemos. ¿Son o no son los programas que más falta nos hacen para salir de los apuros que vivimos? Para justificar mi opinión, permita el lector que ahonde un poco más en un asunto que muchos españoles desconocen: quién y cómo decide qué es lo que nuestra nación necesita para su defensa.
El planeamiento de la Defensa
En España, como en todos los países de nuestro ámbito, la responsabilidad de redactar la lista de compra del Ministerio de Defensa es del JEMAD. Con la colaboración de los Ejércitos y la Armada, el JEMAD analiza las carencias, prioriza las necesidades y eleva su propuesta al Gobierno. No todo lo que está en esa lista sale adelante, porque a veces el Ministerio, por razones políticas o industriales, veta alguno de los programas o introduce otros nuevos. Sin embargo, en general, el material que tienen las Fuerzas Armadas es el que ellas solicitan… dentro, claro está, de los límites presupuestarios que establece el Gobierno, porque ni generales ni almirantes estamos en edad de creer en los Reyes Magos.
El caso es que, para las Fuerzas Armadas, este año sí han venido los Reyes Magos, aunque en lugar de Melchor, Gaspar y Baltasar tengamos que resignarnos a ver a nuestros socios europeos presionados por Donald Trump. Por desgracia, la imprevista llegada de sus majestades nos encuentra con la carta que habíamos redactado a la medida de nuestros padres y de sus apuros para llegar a fin de mes.
Para que nadie se pierda en la metáfora, dejemos con pesar el mundo mágico de los Reyes de Oriente y volvamos a los pasillos del ministerio. Cuando, después de haberse resistido cuanto ha sido posible, el Gobierno se ha visto obligado invertir 10.471 millones adicionales de aquí a fin de año, no puede ir al supermercado a comprar fragatas. No las hay. Lo único que puede hacer es volver a la lista de compra del JEMAD y dar financiación a programas que no la tenían o incrementar la de los que ya habían sido aprobados. Y, en general, eso es lo que ha hecho. ¿Una buena noticia? Solo a medias. No puedo hablar por el propio JEMAD, pero es probable que si él hubiera sabido que iba a contar con 10.471 millones más para este año, la lista de necesidades habría sido diferente, más ambiciosa y transformadora. Por el mismo precio, es probable que se hubiera conseguido algo más que tapar agujeros.
Fragata ‘Álvaro de Bazán’ de la Armada española
Un Plan de Financiación para la Defensa
No merece la pena llorar por la leche que ya se ha derramado, pero los españoles tendríamos que exigir que no se siga desperdiciando el dinero de nuestros impuestos. Pronto habrá presiones para que invirtamos en defensa todavía más y no deberíamos volver a tener que preguntarnos: ¿diez mil millones de qué?
¿Qué puede hacer España para no tropezar de nuevo en la misma piedra? Para empezar, y por difícil que en este momento pueda parecer, podríamos aprobar unos presupuestos. Sin embargo, en el caso del Ministerio de Defensa, ni siquiera ese hipotético milagro sería suficiente. Para conseguir sacar partido de los recursos que dediquemos a defender a nuestra nación en los próximos años necesitamos un plan de financiación que tenga carácter plurianual y, precisamente por esa razón, que haya sido aprobado en el Congreso con los votos de todos los partidos que en España tienen posibilidad de gobernar.
Solo con un suelo presupuestario garantizado para varios años puede el JEMAD diseñar las Fuerzas Armadas del futuro sin correr el riesgo de que los grandes programas que necesitamos para renovar nuestras capacidades militares y ponerlas a la altura del mundo en que vivimos se nos queden a la mitad, tan inútiles como sería un portaviones sin sus aviones, un carro de combate sin sus sistemas de protección o una base aérea sin una defensa eficaz contra misiles balísticos. Y no crea el lector que he elegido estos ejemplos al azar, pero, como resulta obvio que este Gobierno es más sensible a los aspectos industriales y tecnológicos de la defensa que a los militares, cabe también recordar que solo con un plan de financiación para la Defensa que asegure inversiones para los próximos años pueden las empresas invertir para desarrollar nuevas tecnologías o aumentar su capacidad de producción para hacer frente a la mayor demanda.
Algún lector escaldado pensará que pido lo imposible. ¿Un plan de financiación para la Defensa en nuestro país, respaldado por una amplia mayoría en el Congreso como ocurre en Alemania? Eso es algo que han demandado las Fuerzas Armadas desde que yo tengo memoria, pero ¿quién puede ponerle el cascabel a ese esquivo gato? Ni siquiera los Reyes Magos, con todo su poder, serían capaces de traernos un regalo como ese. Sin embargo, yo me atrevería a recordarles a los escépticos que los Reyes Magos son —somos— los padres. Y que tenemos nuestro poder en nuestro voto. Es magia lo que podemos hacer con él. Lo que al final hagamos ya es cosa nuestra.
Juan Rodríguez Garat
Almirante retirado