Banderas de la Unión Europea y la OTAN

Banderas de la Unión Europea y la OTANNurPhoto via AFP

Defensa  OTAN y Unión Europea: tenemos lo que nos merecemos

La unión no existe y lo que está en una situación de mayor riesgo de desaparición no es la OTAN sino la UE

Europa, para ocupar un puesto relevante en el mundo necesita muchas cosas, pero, sobre todo, necesita disponer de una economía adecuada y de un poder militar que esté a la altura de los objetivos que se persiguen. Ya no vamos a hablar de ciencia y tecnología o de otras cuestiones, pero en estos dos ámbitos esenciales, el económico y el militar, ¿vamos realmente por el buen camino?.

Desde el ataque de Rusia a Ucrania vivimos en un permanente dilema, nuevamente tenemos una guerra en nuestro territorio que no esperábamos, nuestro infantilismo se ha puesto nuevamente de manifiesto. Prueba de lo que digo es que, hasta el mismo día de la invasión, los más respetados expertos mundiales en este ámbito negaban esa posibilidad, quizás porque reconocerla era también reconocer que no estábamos preparados para esta situación, simplemente porque la realidad nos iba nuevamente a desnudar ante el espejo mostrándonos una imagen que no queríamos observar.

Con la llegada al poder de Donald Trump, la situación se ha convertido todavía en más compleja, si es que esto puede ser. Mientras los ucranianos mueren en el campo de batalla asistimos a un teatro de negociaciones entre dos líderes muy diferentes, un exespía, Putin, que lleva las riendas de las negociaciones, y un extravagante Trump, por catalogarlo de un modo suave, que nos intenta convencer de que lo tiene todo controlado, pero va dando todos aquellos pasos que benefician sin duda al primero, prolongando una guerra en las condiciones idóneas para Rusia, una guerra que prometió finalizar durante su campaña en 48 horas. Algunos expertos se han atrevido a afirmar que incluso podría ser Trump un agente ruso, pero yo sinceramente no lo creo y considero que simplemente no deberíamos subestimar la estupidez humana.

La realidad en la que vivimos los europeos está decidida desde hace muchos años y nos empeñamos en que continúe en la misma situación. Con el final de la II Guerra Mundial, los estadounidenses decidieron que sus tropas se quedasen en nuestro territorio para hacerse cargo de defendernos del enemigo ruso, algo que llevaron a cabo con la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En aquel momento histórico, y debido a la destrucción que la guerra había producido en nuestro territorio, quizás no hubiese muchas más salidas y obedecer fue nuestra única opción, más aún cuando el aliado ruso decidió poner rumbo de colisión contra Europa y los Estados Unidos, comenzando el 12 de marzo de 1947 la denominada Guerra Fría. Y en este contexto de guerra sin campo de batalla definido en Europa, pero con una clara división entre el Este y el Oeste, los políticos europeos decidieron no asumir su responsabilidad y entregarse, es decir, asumieron subcontratar nuestra seguridad y defensa o lo que es lo mismo, asumieron encargar la defensa de nuestra libertad a otros.

Al asumir esta posición aceptamos las bases americanas, la compra de su armamento y tecnología y, por supuesto, la total dependencia militar del Tío Sam. Sin ellos estábamos a expensas de que el ruso y sus aliados decidiesen atacarnos y no seríamos capaces de defendernos. El ruso era el enemigo que controlar, el diablo rojo con ánimos de expandir su ideología comunista a otros países, por las buenas o por las malas, el enemigo más peligroso y la OTAN nuestra garantía contra este monstruo. En 1989, cayó el Muro de Berlín y la situación cambió sustancialmente. El Pacto de Varsovia desapareció y los aliados de los rusos corrieron a llamar a las puertas de la OTAN y de la Unión Europea, buscando la seguridad militar y económica, representada esta última por la UE.

AME5818. TURNBERRY (REINO UNIDO), 27/07/2025.- Fotografía cedida por la Comisión Europea que muestra a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (i), posando junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, este domingo, en Turnberry (Reino Unido). Estados Unidos y la Unión Europea alcanzaron un acuerdo arancelario que fija un gravamen del 15?% a productos europeos y contempla compras comunitarias de energía y equipamiento militar estadounidense, lo que permite evitar una guerra comercial a partir del 1 de agosto. EFE/ Fred Guerdin / Comisión Europea/ SOLO USO EDITORIAL/NO VENTAS/ SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Fotografía cedida por la Comisión Europea que muestra a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (i), posando junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Turnberry (Reino Unido).EFE

Dos aspectos muy importantes que debemos tener en cuenta cuando valoramos nuestra necesidad de seguridad y defensa son, por un lado, la relación entre nuestro nivel de vida occidental y algunos recursos energéticos como el gas, el petróleo o la electricidad que se convierten en indispensables para poder mantenerlo. La escasez de estos recursos en nuestro territorio añade un elemento más a nuestra situación de vulnerabilidad y provoca la necesidad de cooperar entre Estados para proteger su suministro de forma estable.

El otro aspecto tiene que ver con el crecimiento de las amenazas procedentes de acciones hostiles de actores no estatales como el tráfico de drogas internacional, las actividades de las mafias proyectadas sobre los movimientos migratorios mundiales, el terrorismo, las actividades del crimen organizado transnacional, los riesgos relacionados con el medioambiente y el ciberactivismo, elementos todos ellos que rompen la dinámica del enfrentamiento y la disuasión entre Estados y ponen sobre la mesa la inoperancia de la simple potencia militar y la necesidad urgente de cambiar los sistemas de seguridad y defensa con los que proteger a nuestras sociedades, una labor que obliga cada día más a una lucha multidisciplinar y colaborativa.

Pero volvamos al campo de batalla y a la necesidad de una capacidad militar propiamente dicha. Nuestro escaparate más lógico es el de la guerra de Ucrania y ahí podemos observar que la OTAN y la doctrina militar occidental están ancladas en tiempos pasados, manteniendo como elemento más importante el de la acumulación de material en sus arsenales, sin percibir que la guerra ha cambiado y lo que realmente se necesita es una rápida capacidad para adaptarse a las nuevas tecnologías, a la guerra en el ámbito ciber, a la fabricación de miles de drones y a su uso en forma de enjambres, al uso de la Inteligencia Artificial y la mejora de las actividades de Inteligencia y Contrainteligencia para disponer de capacidad de informar en tiempo real, entre otras cuestiones.

Si la OTAN no se ha adaptado a la velocidad necesaria, y sus doctrinas no se corresponden con el escenario mundial actual, tendríamos que hacernos dos preguntas esenciales: ¿para qué necesitamos este organismo que no responde a nuestras necesidades?, y ¿por qué no comenzamos a modificar la OTAN para que se corresponda con lo que Europa necesita realmente? La respuesta de estas dos cuestiones tiene una importancia vital.

La Cumbre de la Haya del pasado mes de junio responde quizás a una o las dos cuestiones y ha sido la demostración de una triste realidad y es que los mandatarios de los países europeos miembros de la OTAN no fueron allí a intentar modificar la organización y adaptarla a nuestras necesidades, sino que fuimos, como buenos vasallos, a decir que sí a todo lo que nos proponía nuestro rey Trump. Nos amenaza, nos desprecia y nuestra respuesta es agachar la cabeza y consentirlo. Realmente fuimos a La Haya a perder una oportunidad histórica de hacernos mayores y responsables de nuestras cuestiones.

En La Haya Trump tenía un objetivo fijo, reducir su interés y su gasto en la OTAN, es decir, en Europa, para poder emplear más recursos en el lugar que le interesa, el Indopacífico. Europa no le interesa y ahora nos fuerza a que paguemos más dinero a la OTAN y, en el momento que sea, que nos hagamos cargo también de pagar la cuenta ucraniana, a pesar de ser un conflicto que ellos mismos provocaron, con el interés de debilitar a Rusia, un conflicto que interesaba a ellos y solamente a ellos.

Este nuevo líder estadounidense, apoyado en su inmensa maquinaria propagandística y desinformativa, nos ha convencido de que su aportación mayoritaria al presupuesto de la OTAN es injusta. Lo realmente increíble es que, para analizar los resultados de cualquier negocio, y la OTAN lo es, se necesitan conocer dos datos básicos, la cuenta de gastos y la de beneficios. Seguramente Trump no habla nunca de esa partida porque se desmontaría su relato del gasto y podríamos observar que sus beneficios son muchos mayores. Parece, a la vista de los discursos, que el amigo estadounidense nos ha estado regalando algo, cuando la realidad es que nos ha costado muy caro.

Si nos encontramos ante un socio poco fiable, ¿por qué motivo deberíamos obedecer sus órdenes y aumentar el techo de gasto militar? Seguro que cuando lo alcancemos nos volverá a amenazar con abandonarnos si no obedecemos alguna otra instrucción. Deberíamos aplicar aquella máxima de «la primera vez que te engañan es culpa del otro, la segunda ya es culpa tuya». Deberíamos llegar a la conclusión lo más rápidamente posible que una UE fuerte no interesa a Rusia, ni a China, ni a Estados Unidos. Estamos solos y disponer de una capacidad de seguridad y defensa propia es la única garantía de salvación en esta III Guerra Mundial que ya ha comenzado.

¿Se trata de aumentar el gasto? Creo con sinceridad que no, seguramente se trata de gastar mejor, de utilizar los presupuestos militares de forma más eficaz y eficiente, de utilizarlos para solventar nuestras necesidades y no las de otros, de crear un sistema de defensa propio que nos permita alejarnos de los Estados Unidos. Seguro que nos costará, pero es nuestra única salida. Somos, unidos, el tercer gasto militar del mundo y nuestra posición no se corresponde con ese gasto.

Desunión europea

Y nuestro rumbo económico tampoco es fácil de entender. Somos una potencia económica en el mundo, pero tampoco pintamos nada al respecto y cada día hacemos menos en este terreno. Lo que vemos no es la Unión Europea, es la Desunión Europea, donde cada presidente sigue representando a su país y sus intereses, por encima de los del grupo.

El último episodio en este terreno es el acuerdo comercial entre los mismos actores, los Estados Unidos y la UE. El resultado es otro desastre manifiesto, aceptación de aranceles del 15 % por parte de los primeros contra aranceles 0 % para sus productos, compra de gas y petróleo, manifestado como una forma de no depender del gas y petróleo ruso, algo inaudito que significa no depender de los rusos para depender de los yankis y compras multimillonarias de material militar.

De este modo no vamos a ninguna parte, la unión no existe y lo que está en una situación de mayor riesgo de desaparición no es la OTAN, sino la UE o quizás ambas.

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