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Putin y la señal identitaria rusa: la mentira
No quiere la paz, ni terminar esta guerra, no se lo puede permitir, la derrota significaría su muerte como líder ruso
La mentira ha acompañado la historia rusa desde sus inicios más remotos. Toda su narrativa, todo su relato, toda su propaganda, durante la época de los zares, la soviética y la actual Rusia de Putin se ha basado en la mentira permanente. El ciudadano ruso necesita un gobernante, un zar que les someta y les mienta, pero les libere de la angustia de que nuevamente se produzca el caos.
Mijail Shishkin, autor del interesante libro Mi Rusia. La guerra o la paz, escribe: «Rusia ha regresado a los tiempos soviéticos de la mentira total. En esa época el poder firmó un contrato social con sus súbditos que ha regido las vidas de los rusos durante décadas. Sabemos que mentimos y sabemos que vosotros mentís, pero continuamos mintiendo para poder sobrevivir. Varias generaciones de rusos han crecido bajo el efecto de este contrato social. La mentira era omnipresente. Mentían los periódicos, la televisión, los maestros. El Estado engañaba a los ciudadanos. Los ciudadanos engañaban al Estado. Estas eran las reglas del juego que todos conocían y en este escenario de la mentira nacieron y crecieron todos los actores que hoy en día representan la Rusia actual».
Si somos capaces de comprender que históricamente barbarie, mentira y violencia han sido señas de identidad del sistema ruso, y han sido las características sobre las que los representantes políticos apuntalaban su poder, comprenderemos que Vladimir Putin es un líder respetado por su pueblo porque coincide con exactitud milimétrica con aquello que necesitan.
Putin es un líder mesiánico que tuvo que pasar por la humillación de ver a su país sumido en la irrelevancia internacional, en la miseria económica y en el caos total y absoluto y eso le marcó profundamente. Se derrumbó el Muro de Berlín, se desintegró la Unión Soviética y la esencia rusa salió a la luz. Los más salvajes y carentes de escrúpulos, los más mafiosos, los más miserables expoliaron el país mientras la población pasaba a carecer de los productos más esenciales. El pueblo pasó de malvivir a intentar sobrevivir día a día. La imagen característica de las ciudades rusas en esa época eran las interminables colas a la caza de cualquier producto y esto pude observarlo en primera persona.
En el año 1991, el signo característico marcado en el rostro de la mayoría de los ciudadanos rusos era el miedo y la incertidumbre. Su barco había naufragado y nadie sabía qué iba a ocurrir al día siguiente. El color negro marcaba su futuro y el caos se había apoderado del país. En aquel momento los ciudadanos comenzaban a pensar que tenía que aparecer un nuevo dictador, un nuevo zar que les liberara de aquella angustia, aunque el precio de ello fuese perder la libertad.
Y no estaban confundidos porque su nuevo zar ya existía, ya tenían un nuevo dictador dispuesto a someterlos para liberarlos del caos, se llamaba Vladimir Putin y en 1991 renunció a su carrera como espía para pasar a la vida política y en 1996 unirse al equipo de Boris Yeltsin. Su nuevo zar, desde sus primeros pasos, se había jurado a sí mismo «recuperar» la grandeza perdida, recuperar todo aquello que, en su opinión, le habían arrebatado los occidentales, especialmente Estados Unidos y Europa, los principales enemigos, pero también los países traidores que habían huido para abrazar a Occidente, especialmente Polonia y Los Bálticos.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, visita un puesto de mando del grupo de tropas Kursk
Y allí, en ese momento, comienzan realmente nuestros problemas, porque utilizar el verbo recuperar significa que existe alguien que tiene que «perder». Y en su idea de futuro, no está respetar a aquellos países que tomaron decisiones soberanas, su idea, como siempre, es el sometimiento de los demás, un líder ruso en toda su esencia, un líder peligroso para nosotros. Este líder, dicen que es el representante de la «misteriosa alma rusa», algo que Winston Churchill sintetizó en su: «Rusia es un enigma envuelto en un misterio dentro de un secreto». Yo, con total humildad diría que se le olvidó el término más importante a Churchill y es que es todo ello, pero acompañado de la mentira permanente.
Vladimir, en el año 1999 en su artículo «Manifiesto del Milenio» apuntaba a que Gorbachev y Yeltsin eran los culpables de haber puesto a Rusia de rodillas al permitir que los países que pertenecían a la URSS y al Pacto de Varsovia rompiesen sus pactos. Su misión, tal y como el mismo la percibía, era restaurar a Rusia en el puesto que le correspondía en el escenario internacional. En el año 2007 ocupó una parte del territorio de Georgia, en el año 2014 invadió Crimea e inicio la Guerra del Dombás y en el año 2022 lanzó su invasión sobre Ucrania.
Esta invasión, la denominada «Operación Militar Especial», estaba diseñada como una operación militar muy rápida en la que tres días serían suficientes para izar la bandera rusa en Kiev. La operación se convertiría así en un elemento de propaganda interna en el que se vendería el haber asestado al enemigo occidental una derrota importante, pero lamentablemente el resultado dista mucho de ser el esperado y Putin no puede permitirse una derrota en esta guerra, sería un desastre para la imagen que ha intentado transmitir tanto a sus ciudadanos como a los occidentales, se caería su castillo de naipes.
Su intento de transmitir que Rusia volvía a ser fuerte se ha visto afectado en los últimos tiempos no solamente por la guerra de Ucrania sino al observar, sin poder hacer nada, como Azerbaidzhan arrebataba a Armenia la zona de Nagorno Karabaj, al ver caer a su socio Baser al-Assad y al observar como Israel y Estados Unidos golpeaban sin piedad a Irán, relegándole a la mera posición de espectador.
Lo que parece increíble es que sigamos creyendo y asumiendo los discursos e interpretaciones rusas, sabiendo que todo forma parte de su propaganda, de su esencia, la mentira. ¿Nada tienen que decir ahora los que afirmaban que Putin quería la paz y nosotros no? ¿Nada tienen que decir sus propagandistas a sus continuas mentiras? Pues, como es lógico, no, callan y se preparan para difundir la siguiente mentira que se le ocurra al supremo líder.
Putin considera que Ucrania es territorio ruso, que le pertenece, y por eso ha mandado sus tropas sobre su territorio. Putin no quiere la paz, ni terminar esta guerra, no se lo puede permitir, la derrota significaría su muerte como líder ruso y para lograr su objetivo mentirá, cometerá crímenes de guerra, saqueará e incumplirá todo lo que esté a su alcance, pero sobre todo someterá a su propio pueblo a todo tipo de miserias. Su misión está por encima de su pueblo, su vida le pertenece y hará con ellos lo que considere oportuno.