Fuerzas terrestres se despliegan en la playa de Melilla

Fuerzas terrestres se despliegan en la playa de MelillaComandancia General de Melilla

La voluntad de actuar: una visión sobre el empleo de nuestras Fuerzas Armadas

¿Qué sería, si no, una operación militar sin algo a alcanzar –el objetivo– bien definido, decidido, establecido y decisivo para la consecución exitosa de la operación?

El término guerra continúa muy presente en nuestra sociedad. Y es que la guerra es un mal endémico que ha acompañado y seguirá acompañando a la humanidad; es esta una terrible realidad. Ayer se desencadenaba en Ucrania, más tarde en Gaza, y a estos conflictos añadir los que ya asolaban, y continúan asolando, Sudán, Yemen y otros muchos en territorios más alejados de Asia y África, hasta contabilizar en la actualidad, según diversas fuentes, unas 26 guerras declaradas. Por lo que a suelo europeo se refiere, debemos traer a nuestra memoria las guerras de los Balcanes en los años 90 del siglo pasado y la ya mencionada guerra de Ucrania que sigue devastando ese país de Europa oriental.

Los países occidentales, con las potencias vencedoras a la cabeza, articularon a partir del final de la II Guerra Mundial herramientas que les permitiesen evitar, o cuanto menos mitigar, los horrores de esa contienda en forma de estructuras político-administrativas. Destaca por su envergadura y cohesión la Alianza del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN. Así, en el marco de actuación de esta alianza, y normalmente bajo el poderoso liderazgo estadounidense, han participado y hecho frente a guerras y conflictos.

Como paradigma de ello, la presencia en Afganistán durante más de veinte años. En este teatro, los Estados Unidos no tuvieron reparos en declarar que se encontraban en guerra global contra el terrorismo. Otra vez la guerra. Y si bien no es objeto de estas líneas analizar el grado de éxito de dichas iniciativas, no debiéramos dejar pasar por alto el desastroso final de la presencia aliada en ese país. O señalar también la Coalición Global contra el llamado Estado islámico que, desde 2014, aglutinó a más de 80 naciones y organizaciones internacionales, también bajo el liderazgo de los Estados Unidos.

La preparación y planeamiento para desempañarse en cualquier crisis, conflicto o guerra, llegado el caso, se hace a la luz de detallados procesos de planeamiento basados a su vez en los principios de la guerra. Estos principios, como tales, constituyen un conjunto de normas, reglas y conceptos que iluminan, en el caso que nos ocupa, las operaciones militares en todas sus fases, desde su concepción y planeamiento hasta su finalización, pasando por la ejecución.

Son numerosos los principios de la guerra que los diferentes pensadores militares –Sun Zu, Jomini o Clausewitz, entre otros muchos– y las más importantes escuelas castrenses han ido definiendo a lo largo de la historia. De entre ellas, uno común a todos y quizás el más importante: el objetivo, pues ¿qué sería, si no, una operación militar sin algo a alcanzar –el objetivo– bien definido, decidido, establecido y decisivo para la consecución exitosa de la operación?

Es en este marco conceptual en el cual traemos a colación los principios doctrinales del arte militar que recoge la actual doctrina nacional y que ya hacía la escuela militar española en su Doctrina de 1980: «Empleo táctico y logístico de las armas y los servicios». Estos principios son la voluntad de vencer, la libertad de acción y la capacidad de ejecución. Así mismo, entre los principios operativos, complementarios en la doctrina de 1980, aparecen la definición de los objetivos, la sencillez, la economía de medios, la acción de conjunto, el aprovechamiento del éxito y la flexibilidad. Pero hagamos una interpretación amplia de los principales del arte militar a la luz de un siglo XXI a punto de cumplir ya su primer cuarto.

La capacidad de ejecución se ceñiría precisamente a la capacidad de operar de nuestras Fuerzas Armadas (FAS), en particular a su Fuerza Conjunta. Esta capacidad ha quedado ampliamente demostrada a lo largo de todas las operaciones en las que han participado nuestras unidades, resultado del modelo de FAS por el que España apostó ya hace años y que mantiene y sobre el que persevera. Unas FAS modernas, ágiles y flexibles y equilibradas en sus capacidades. Sería éste, pues, un principio de la guerra determinante en el nivel básico de las operaciones: el Nivel Táctico.

Eurofighter del Ejército del Aire y del Espacio español

Eurofighter del Ejército del Aire y del Espacio españolEjército del Aire y del Espacio

La libertad de acción aplicaría directamente a la capacidad de concebir, planear, dirigir y conducir las operaciones de la Fuerza Conjunta. Es este el nivel que compete al Estado Mayor de la Defensa y a su Mando de Operaciones. Este es el nivel donde reside la capacidad de actuar en el Teatro de Operaciones y mantener el cordón umbilical entre las unidades desplegadas y el Territorio Nacional. Y si hablamos de teatro de operaciones, hablamos del Nivel Operacional.

Por lo que a la voluntad de vencer refiere debemos interpretarlo como la voluntad de actuar en tanto en cuanto el término vencer pudiera referir a un enfrentamiento directo con un contendiente –enemigo– que nuestro país, y si no fuese como resultado de responder a una hipotética agresión externa, no reconoce ni por definición ni por convicción, que sí riesgos y amenazas, que no es lo mismo.

Como señalábamos al comienzo, en la actualidad los países occidentales operan normalmente en el marco de coaliciones internacionales y normalmente amparadas por un respaldo legal en forma de resolución.

Sin embargo, a la participación de unidades nacionales, aun en coalición, nuestro gobierno ha presentado sus enormes reparos según el caso, quizás por las condiciones bajo las cuales se desarrollarían las operaciones, quizás por los riesgos inherentes que dicha participación pudiese desentrañar o el resultado de estos motivos combinados con otros insondables.

A finales de 2023, los Estados Unidos anunciaron la creación de una coalición internacional para garantizar la seguridad en el Mar Rojo ante el incremento de los ataques hutíes a los buques en esa zona vital y estratégica del globo. Cabe incidir que las líneas de comunicación marítimas, las SLOC, del inglés Sea Lines Of Communication, resultan esenciales para garantizar el libre comercio y tráfico marítimo de bienes y mercancías entre países, entre continentes. El impacto de interferir, incluso de negar su uso, puede desembocar en una crisis de grandes proporciones.

Véanse, como ejemplo de ello, las consecuencias del bloqueo del canal de Suez el 23 de marzo de 2021, cuando el portacontenedores «Ever Given» encalló provocando la obstrucción del punto por el que circula aproximadamente el 12 % del comercio marítimo mundial. Los expertos advertían entonces que este incidente resultaría en retrasos en el envío de artículos cotidianos para clientes de todo el mundo y que cada día que se tardase en despejar la ruta perturbaría mercancías por valor de 9.000 millones de dólares adicionales. Cabe recordar así mismo que la ruta alternativa para el tráfico marítimo entre Asia y Europa es alrededor del continente africano, unos 9.000 km (4.900 millas náuticas), tránsito que requiere unos diez días.

La respuesta del gobierno, aun conocedor de las consecuencias sobre nuestro país de dicha situación, fue negativa. No, no se participaría incluso contando con las unidades idóneas para interferir los misiles y drones hutíes, las fragatas de la clase F-100 especialmente diseñadas para la guerra antiaérea. Más tarde se dejaría entrever una supuesta oportunidad de participación siguiendo las intenciones bien de la OTAN bien de la Unión Europea, que nunca llegó.

En un momento del año 2024, y luego en septiembre de 2025, y entre los muchos vaivenes para alcanzar puntos de acuerdo en el apoyo al presidente de Ucrania, algunos países occidentales, con el Reino Unido y Francia al frente, contemplaron de forma decidida el despliegue de una fuerza multinacional de interposición entre Ucrania y Rusia de ente 60 y 80 mil efectivos. En ambos casos, el gabinete de nuestro país se apresuró a declarar que España no contribuiría a dicho despliegue. «España no desplegará unidades en Ucrania» declararon contundentemente algunos ministros.

Por otro lado, recordar la prontitud con que nuestro gobierno desplegó unidades, en ambos casos un buque de la Armada, en tareas tan dispares, y nos atreveríamos a decir que, de dudoso impacto en los intereses estratégicos nacionales, como la traída de unos inmigrantes desde la isla de Lampedusa ya hace unos veranos o el reciente acompañamiento a una agrupación de veleros que trasladaban supuesta ayuda humanitaria con destino a Gaza.

Infantes de Marina a bordo del buque de asalto Galicia de la Armada española

Infantes de Marina a bordo del buque de asalto Galicia de la Armada españolaEstado Mayor de la Defensa

El contraste entre los dos noes y los dos síes, de motivos, de rapidez con que se pronunciaron y la evidente diferencia entre estas situaciones medidas sobre el impacto en los intereses estratégicos y de seguridad nacionales responden, pues, al tercer y decisivo principio de la guerra: la voluntad de actuar o, en su caso, de no hacerlo.

Se existe para ser empleado. El ciclo natural de las unidades de las Fuerzas Armadas en territorio nacional se basa en desarrollar sus planes de alistamiento y preparación bajo el mando orgánico de los respectivos jefes de Estado Mayor y estar así en las condiciones idóneas llegado el momento en que deban ser puestas a disposición del Mando de Operaciones para su empleo según las capacidades requeridas en cada caso. ¿Para qué si no?

Y para que, si no, nos atreveríamos decir, las desmesuradas e ingentes inversiones millonarias que se inyectarán en la industria nacional de Defensa en una suerte de nueva carrera de armamentos en la que ya pudiéramos encontramos más allá del notable impacto que esto tendrá en el tejido industrial nacional a corto y medio plazo. Y, por ende, ¿se sostendrá este esfuerzo en el tiempo? ¿Se incrementará el Presupuesto de Defensa? ¿Se llegará a una presupuestación de Defensa regulada por Ley que asegure la añorada estabilidad?

De nada servirán unas Fuerzas Armadas modernas, altamente cualificadas y disponer de un Estado Mayor de la Defensa que enlace el nivel político-estratégico con el poder militar de forma ágil y acertada si no existe una decidida voluntad de actuar para garantizar la consecución de los intereses estratégicos nacionales de seguridad y defensa: esta es la razón esencial de contar con unas Fuerzas Armadas en una democracia moderna occidental. Y en esta suerte de cosas, si ya se desdeña la voluntad de actuar, resultaría obviamente inútil hablar de voluntad de vencer.

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