Sorteo primitiva

Sorteo primitiva

Gana 1,3 millones en la Primitiva con un boleto que aún no había pagado

Rubén echó la Primitiva a un cliente que se fue de vacaciones y, lejos de quedarse con el premio, lo llamó para informarle de que era millonario

El último ganador de la Primitiva tiene una historia especial detrás y ésta comienza en el restaurante Casa Puentes en Vigo, donde uno de los cliente habituales del local le pide al propietario del establecimiento, Rubén García, que le eche la Primitiva, tal y como hace cada semana. El cliente se iba de vacaciones por lo que dejó el boleto sin pagar; 12 euros de deuda que terminaron por convertirse en un premio de 1,3 millones, según recoge el Faro de Vigo.
El cliente puso rumbo a Italia sin esperar una llamada que seguro le ha dejado sin aliento. El pasado sábado, García estaba en su bar cuando sonó el teléfono. Era otro de los clientes que le advertía de que había entregado 1.300.000 euros en su establecimiento. Inmediatamente, el propietario buscó en la galería de su móvil la foto del boleto que le estaba reservando a su amigo y se percató de que era el ganador. Rubén no dudó en llamar a su cliente y darle la buena noticia, pese a que todavía el boleto no estaba pagado y que sólo Rubén sabía que estaba premiado, pero aún así el hostelero decidió actuar con honestidad. Ni tan si quiera esa idea le llegó a rondar por la cabeza porque para Rubén: «el honor vale más que todo el dinero del mundo».

Directo y sin rodeos

Tan pronto corrobora el número premiado, el hostelero vigués llama al cliente y sin rodeos le anuncia que había ganado la primitiva. Como no podría ser de otra manera, al agraciado le costó creérselo y pensó que su amigo le estaba tomando el pelo. «Él se negó a creerme, hasta el punto de que tuve que colgarle y pasarle las capturas de pantalla», recuerda Rubén.
Habían ganado él y el compañero con el que suele compartir las primitivas. Al momento hicieron una llamada a tres para comentar lo que había pasado. El botín seguro cambiará la vida de estos dos vigueses pero lo que de momento no ha cambiado son sus hábitos y han vuelto a Casa Puentes a tomar un café e invitar al propietario, ya que sin su buena fe esta historia de confianza, honor y mucha felicidad no hubiese sido posible.
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