La actriz Concha Cubas con guitarra y sombrero cordobés 1890.
Biblioteca Nacional. Sala Goya. Bellas Artes. Recoletos. Madrid

La actriz Concha Cubas con guitarra y sombrero cordobés (1890). Biblioteca Nacional. Sala Goya. Bellas Artes. Recoletos. Madrid

El portalón de San Lorenzo

El sombrero cordobés

Los cordobeses le dieron una serena rigidez a juego con la seriedad de una ciudad que se tomaba siempre con elegancia sus momentos festivos

Las primeras noticias que se conservan sobre los actos festivos de la Feria de Córdoba se remontan al Real Privilegio concedido al Concejo de Córdoba por el rey Sancho IV, datado el 5 de agosto de 1284. Éste otorgaba a la ciudad la posibilidad de celebrar dos ferias francas anuales dedicadas a la venta de productos agrícolas y ganaderos, las cuales fueron acomodando sus fechas de celebración en los meses de mayo y septiembre.

A día de hoy, es muy difícil imaginar una Feria de Mayo en Córdoba sin la presencia de algún airoso sombrero cordobés. Esta prenda, tan indisolublemente unida a nuestra cultura tiene, sin embargo, un origen incierto. Se plantea, como hipótesis, que pudo tener como modelo original al llamado chambergo de Flandes. Así, en el libro 'El Ejército y la Armada de Felipe II' se nos habla de la penuria por la que pasaban estos soldados del rey, hambrientos, sin pagas, ateridos de frío o calados de agua por las inhóspitas tierras del norte de Europa. Sin embargo, tenían una actitud digna ante la vida que aún se mantenía en los cordobeses de hace no mucho. Y es que, dentro de la pobreza, no renunciaban a ir bien vestidos y, entre esa vestimenta llevar un elegante sombrero. Esta forma de vestir y de acicalarse el uniforme y su sombrero, en aquellas bélicas circunstancias no especialmente propicias para ello, fue motivo incluso de poesías de Calderón de la Barca o del propio Luis de Góngora.

Pero, siguiendo con esta hipótesis, serían los cordobeses con su forma de ser senequista los que le darían sentido final a esta prenda de vestir, perfilando aún más su distinción, dándole una serena rigidez a juego con la seriedad de una ciudad que se tomaba siempre con elegancia sus momentos festivos.

Los datos que nos aportan la llegada de la fotografía y prensa histórica nos hablan de que a mediados del siglo XIX ya existía el actual sombrero cordobés como tal, con una forma muy útil y particular para una tierra muy castigada por el sol y el calor, y además especialmente apta para los ratos de diversión que requerían las populares fiestas de los toros, ferias, verbenas y romerías. En paralelo, Córdoba desarrolló una industria destacada, y sus más de treinta fábricas relacionadas con el sombrero tenían un apartado especial para el llamado, ya para siempre, sombrero «cordobés».

En la prensa

No cabe duda de que este sombrero cordobés se expandió pronto por toda España, y así tenemos que en 1847, en el Boletín Oficial número 25 de la provincia de Cáceres, al referirse a un tal Juan Manuel Jurado, en su segunda página se nos dice:

«Edad como de 25 a 30 años, estatura dos varas cumplidas, abultado de cara, tierno de ojos, una capa larga de paño pardo, demediada con vueltas coloradas viejas, zapatos nuevos con tachuelas, calzón corto negro, en piernas, un mal chaleco, sin chaqueta, sombrero cordobés nuevo, faja colorada ancha malagueña».

Otro ejemplo es el Diario de La Rioja de la mañana de 13 de noviembre de 1894, en su primera página, en la que vienen unos artículos sobre el mundo de los toros en el escenario francés donde puede entresacarse el siguiente párrafo:

«Cultivemos el arte de torear en secreto y si es necesario, toreemos en familia, pero toreemos. Y en toda la ceremonia se impone el sombrero cordobés para todos los actos oficiales y la taleguilla, no solamente para los niños de pecho, sino para los mayores Y personas de respeto».

Y para no aburrir, en el diario El Debate de fecha 18 de enero de 1911, bajo el subtítulo «Coloquio de pollinos», aparece:

«Haciendo piruetas sobre un caballo andaluz de recia osamenta y vigorosos músculos, pasó Pepe Gallardo, las mozas se comían con la mirada su sombrero cordobés, su chaquetilla corta, sus zajones con cabos de plata y sus polainas de cuero».

Dolores Castro Ruiz, Dora «La Cordobesita» (1902-1965)

Dolores Castro Ruiz, Dora «La Cordobesita» (1902-1965)

En los artistas

La Biblioteca Nacional contiene una composición musical con el título 'Sombrero Cordobés' en la Sala Barbieri de Madrid, con música de orquesta dirigida por J.A. Bou interpretada por Miguel Díaz 'El Mejorano'. También existe un pasodoble y música impresa por Joaquín Arcos Barranco.

También nuestro artista universal Julio Romero de Torres utilizó el sombrero cordobés como un exponente más de su maravilloso arte, recreando lugares y bellezas de nuestra ciudad que pasarían a la inmortalidad. El mismo pintor, en su peña Los Legítimos, de la taberna El Bolillo en la Fuenseca, gustaba rodearse con sus amigos en los momentos de diversión todos calados con el sombrero cordobés.

Sin salir de la Córdoba de esos años tenemos a Dolores Castro Ruiz, Dora 'La Cordobesita', la singular cupletista que en su aclamado debut de 1919 en el Teatro Romea de Madrid con el espectáculo 'Lo mejor de Córdoba' apareció tocada con el clásico sombrero cordobés. Poco después, el propio Julio Romero de Torres la inmortalizaría como modelo del famoso anís La Cordobesa (por cierto, un inciso: esta mujer no nació en el barrio de San Agustín como suele decirse, sino en la calle Valderrama, en Santiago. Otra cosa es que, desde niña, pasara mucho tiempo en San Agustín en casa de sus abuelos maternos).

Pasando el tiempo, en aquellos recordados Festivales de España vino a actuar varias veces en el Alcázar de los Reyes Cristianos el gran Antonio 'El Bailarín', tocado con su sombrero cordobés. En una de estas ocasiones, el 21 de mayo de 1962, hizo entrega a Antonio Mairena de la Llave de Oro de Cante. Y, claro está, el maestro Antonio Mairena (Antonio Cruz García, 1909-1983) estaba también con su sombrero cordobés.

Y qué decir de estrellas como Manolo Caracol, Antonio Chacón, Juanito Valderrama, Fosforito, Pepe Marchena o de tantos y tantos cordobeses de bien como el Marqués del Cucharon, el Duque de la Mezquita, el Marqués de la Ensalada, el popular Pepe Conde y hasta el Caballero de la noche, el amigo Fragero, por citar sólo a algunos. El sombrero cordobés era parte insustituible de su aspecto.

Otro artista en una rama diferente del saber, el gran científico Alexander Fleming, visitó en 1948 nuestra ciudad. Entre los varios actos de homenaje fue agasajado en el monasterio de San Jerónimo del Valparaíso, y allí las autoridades cordobesas le regalaron un típico sombrero cordobés que este gran benefactor de la humanidad, contra todo pronóstico, lució con mucho gusto y donaire mientras los asistentes le gritaban «torero, torero, torero».

En las peñas cordobesas

Al hablar de las peñas cordobesas no hay nada más que recordar que su decana, Los Romeros de la Paz, luce en su emblema un peñista a caballo con su sombrero cordobés. Y destacados peñistas suyos como El Chito, Ortega, Pareja El Charolista, los hermanos Heredia, Juani o Pildorito solían jugar incluso sus partidos del campeonato de dominó ataviados con puro y sombrero cordobés.

Y qué hablar de la peña Los 14 Pollitos, que llegó a poner en sus estatutos, nada menos, que en las celebraciones festivas todos los peñistas tenían que ir tocados, obligatoriamente, con su sombrero cordobés. Eran los tiempos de Diego Camino Pulido, Manolo Polonio, Ángel Román, Pepe Cámara, Miguel 'El Fati', Diego Laguna o Francisco Martínez.

Por último, quiero recordar a los hermanos Domínguez Ramírez y su peña Córdoba Soberana, organizadora en 1965 de una caravana de cuarenta autocares a Sevilla para presenciar el partido Betis-Córdoba de Primera División. En esos autocares no faltó el vino de Montilla y el sombrero cordobés, junto a un «Viva Córdoba» que figuraba en todas las pancartas. El Córdoba, por cierto, ganó 0 a 1.

Bombita devolviendo un sombrero cordobés, arrojado al ruedo. Sala Goya. Museo de Bellas Artes. Recoletos-Madrid

Bombita devolviendo un sombrero cordobés, arrojado al ruedo. Sala Goya. Museo de Bellas Artes. Recoletos-Madrid

En el mundo del toreo

No sabemos si el ministro de incultura actual del Gobierno de Pedro Sánchez quiere también suprimir el sombrero cordobés, tan del gusto de los toreros y de la Fiesta Nacional en general. En el rejoneo, espejo de clasicismo, tenemos a nuestro Antonio Cañero, Álvaro Domecq o los hermanos Peralta, por citar sólo a unos pocos. Y en el toreo a pie se pueden citar a todas las estrellas: Joselito, Belmonte, Rafael 'El Gallo', Guerrita, Machaquito, Frascuelo, y más próximo a nosotros, Martorell, El Cordobés… Todos ellos lo utilizaban en su rato de asueto. Incluso era norma muy antigua no escrita que en cualquier festival benéfico saliesen tocados con un sombrero cordobés. Pero en esto, como en tantas otras cosas, queremos destacar a Manuel Rodríguez Sánchez 'Manolete', que en sus viajes a Méjico, donde fue apreciado como un ídolo, solía llevar esta prenda en las numerosas fiestas camperas a las que acudía como invitado, inundando el histórico mundo de las ganaderías mejicanas con sombreros cordobeses.

Y para recordar aquellos carteles de toros, auténticas obras maestras del arte, que casi siempre se imprimían en aquellas famosa Imprenta Litográfica Ortega de Valencia, donde era un motivo habitual representar a un espectador lanzando un sombrero cordobés al torero que había triunfado en el ruedo.

En las fiestas de mayo

Todavía recordamos la impresión que, de niños, nos produjo aquella romería al santuario de Linares de mediados de los años cincuenta, en la que la peña Los 14 Pollitos presentó una carroza maravillosa que, como detalle, a ambos lados simulaba siete cascarones de huevos a medio romper desde los cuales emergían otros tantos 'pollitos', jóvenes ataviadas con el traje de faralaes. A esta carroza le tocó compartir el primer premio con otra que había presentado en San Lorenzo un grupo que se denominó peña La Limaya, en alusión al artista platero que realizó una espléndida mariposa que aparecía encima de la cabina.

Recuerdo que se planteó una discusión en el llano del santuario, donde Diego Ruiz, Benjamín Barrionuevo, José Rodríguez y un tal Cantueso, sastre, formaban la comisión de premios, todos ellos tocados con su sombrero cordobés menos el sastre. Intentaban convencer a unos y otros del veredicto. Joaquín Ruiz Baena, que hablaba por la peña Los 14 Pollitos ,dijo: «Nosotros aceptamos el veredicto de esta comisión siempre que el voto de este señor bajito que no tiene sombrero valga el doble», a lo que contestó Inocencio Montes 'El Chencho', que estaba de parte de los amigos de La Limaya: «Es que este hombre, con lo pequeño que es, si le ponemos un sombrero cordobés se nos pierde el voto debajo del sombrero».

Al final, como hemos indicado, todo se resolvió de forma aceptable para unos y otros quedando como ganadores 'ex aequo'.

Y en cuanto a las Cruces y el sombrero cordobés, hay que recordar cómo la Cruz de Mayo de San Lorenzo en 1955 causó sensación, y en la entrega del premio por las autoridades en la misma plaza, el párroco don Juan Novo González ordenó a todos los colaboradores que estuvieran ataviados con el sombrero cordobés. En aquel acto la famosa Blanquita Molina formó pareja de baile con Rafael Fernández Márquez y los dos, lógicamente, llevaban puestos un sombrero cordobés.

Por aquellos mismos años la Cruz de Mayo de la calle Tafures, cuyos autores eran los artistas hermanos Valverde Luján, encontraron un inesperado y entusiasta colaborador en el californiano ingeniero americano Mr. Evans, que por aquellos tiempos estaba dirigiendo los trabajos de construcción de la fábrica de transformadores de la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica (Cenemesa). Para adaptarse al ambiente, con todo lo americano que era, siempre disfrutaba de ir tocado con su sombrero cordobés. En una carta de despedida que dedicó a los cordobeses dejó escrito: “La Cruces de Mayo son como macetas maravillosas de esa Córdoba única". Por desgracia, dudo que hoy día escribiera lo mismo, como temo también que se pierda esa tradición tan nuestra del sombrero cordobés.

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