Calle Jesús y María. Al fondo, Flores Santa Marta (en torno a 1960)

Calle Jesús y María. Al fondo, Flores Santa Marta (en torno a 1960)

El portalón de San Lorenzo

La antigua calle del Correo

A pesar de que el Bar Balilla era atendido por un hombre calvo, a éste no le importaba «un pelo» poner bocadillos nada menos que de callos

A principios de 1929 se trasladó desde la plaza de Séneca a la calle Jesús y María, que todavía presentaba una considerable estrechez, el Servicio de Correos que conocimos de jóvenes ubicado en el viejo palacio de los Marqueses de Valdeflores. Tenía el reclamo de una peculiar cabeza de león como buzón para echar las cartas desde la calle. Eran los tiempos en los que en Córdoba había unos cincuenta carteros por los barrios repartiendo cartas y paquetes.

Con el paso del tiempo, al ensancharse y alinearse poco a poco, Jesús y María fue dejando atrás su sabor antiguo de raigambre medieval. Llegaron los edificios que le darían una fisonomía más «moderna». Como ejemplo, el elegante bloque que se levantó a continuación del Cine Góngora, cuyo constructor fue Federico Valera Espinosa y su fachada fue realizada por Gabriel González Ruiz, encargado de obra.

En el solar de este edificio estuvo por los años 30 el Bar Gambrinus, que según contaba el simpático Solís Tapia, debió existir un convento o algo religioso. El Bar Gambrinus fue la apuesta industrial del granadino Francisco Alcalá. Era un bar enorme, y al fondo tenía un restaurante con un menú asequible de tres platos, incluido vino al precio de tres pesetas. Cuentan de este bar que en la guerra tuvo mucho protagonismo, pues lo mismo un día entraba un vehículo de la Guardia de Asalto para poner orden, que otros era el lugar habitual de reposo y descanso de los soldados que volvían del frente, incluidos los alemanes que pertenecían a la Legión Cóndor, cuyo alojamiento habitual era el Castillo de la Albaida. Luego, al derribarse el viejo edificio Bar Gambrinus se trasladó enfrente del Circulo de la Amistad.

El edificio más antiguo y famoso de la calle es, sin duda, el Conservatorio de Música de Rafael Orozco, ya dedicado a tales enseñanzas desde principios del XX. En la Edad Media fue el palacio de Rodrigo Méndez de Sotomayor.

El Cine Góngora y don Bruno

Otro edificio de en torno a esos años 30 es el Cine Góngora, costeado por el general Miguel Fresneda Menjíbar (1858-1944), con proyecto del arquitecto Luis Gutiérrez Soto de 1929. Fue el regalo de boda que le hizo a su hija María Fresneda Carbonell por su casamiento con José María Arróspide Olivares, Marqués del Boil. En su tiempo fue un Cine Teatro de los más modernos de España. Estuvo explotado a nivel comercial por la Sociedad Anónima General de Espectáculos, luego por la empresa Hermanos Ramos y después por Sánchez Ramade hasta 1997.

En 2004 el Ayuntamiento compró el inmueble por algo más de dos millones y medio de euros, encargando un proyecto de rehabilitación al arquitecto Rafael de La-Hoz Castanys de cuatro millones. La obra fue costeada por El Corte Inglés, en compensación porque el Ayuntamiento le concediese la remodelación y ampliación del antiguo Simago, que era de su propiedad.

Durante la guerra civil las gentes de las calles próximas, nada más sonar la sirena instalada en el edificio de La Unión y el Fénix Español avisando de la llegada de aviones de bombardeo, corrían a refugiarse en el citado cine Góngora que les servía como refugio anti-aéreo por su gran solidez.

Para terminar con el Cine Góngora, hay que señalar el papel de su impulsor, el ya nombrado general en la reserva Miguel Fresneda Menjíbar. Este militar, en compañía de algunas personas representativas de aquella Córdoba de 1937, se desplazó en marzo de ese año a Salamanca, acompañado, entre otros, de Juan Cruz Conde, donde logró entrevistarse con el general Franco. Le pusieron al corriente de las tropelías y atropellos que el gobernador de la provincia, el teniente coronel de la guardia civil Don Bruno, estaba cometiendo en Córdoba, condenando y llevando a la muerte a muchos inocentes y generando una comprensible reacción de rechazo al bando nacional. Al poco, el temible Don Bruno fue destituido de forma inmediata.

Pasando a temas más agradables, tampoco se puede olvidar en Jesús y María el simpático Bar Balilla. A pesar de que era atendido por un hombre calvo, a éste no le importaba «un pelo» poner bocadillos nada menos que de callos, cuya salsa chorreaba en un suelo que lo intentaba disimular con la capa habitual de serrín. A este bocadillo se le llamaba El Bali y fue todo un éxito, por lo que el bar estaba siempre abarrotado de gente que comía callos que chorreaban. Más para Santa Ana estaba también el Bar Guerrero donde acudía mucha gente a jugar al dominó y se hablaba mucho de fútbol.

«Por favor, pasen al salón»

Más cerca de las Tendillas se ubicaba el popular Bar Carrasco, actual Bar Correo, fundado el día 25 de mayo de 1931 por el abuelo del actual dueño, que empezó a vender cerveza en un carrillo por la plaza de las Tendillas y de allí pasaría a un local en la calle Marqués del Boil antes de instalarse en la pequeña ubicación actual.

Anuncio de la cervecería de Juan Carrasco. Córdoba Gráfica. 1926

Anuncio de la cervecería de Juan Carrasco. Córdoba Gráfica. 1926

El bar, como ahora, tenía un sabor inigualable, pues supieron tirar la cerveza como pocos. Conocimos el simpático soniquete pronunciado por el hijo del fundador, Mariano Carrasco Ruiz, cuando el pequeño establecimiento, ya en Jesús y María, estaba más lleno de la cuenta: «Señores, pasen ustedes al salón». Y lo gracioso es que más de uno que iba por primera vez se lo tomaba literalmente, y al intentar pasar al salón se encontraba con la puerta del cuarto de las escobas y una escalera de madera.

Lamentablemente, Mariano Carrasco fue una de las once víctimas que perecieron ahogadas en aquel terrible suceso del autobús que cayó al río Guadalquivir en abril de 1964 cuando iban a ver un partido del Córdoba CF.

No hace falta decir que a este establecimiento se le puso lo de Bar Correo porque en esta calle estaba el citado Servicio de Correos hasta que se trasladó en 1951 a su ubicación actual de la calle Cruz Conde. Conocimos la anécdota de que los canteros que hicieron la fachada del nuevo edificio, los hermanos Pareja de San Lorenzo, olvidaron meter en la factura precisamente el escudo que los políticos se apresuraron a quitar por el jaleo ése de la Memoria Histórica.

Retomando la calle Jesús y María, con su paulatina remodelación fueron apareciendo otros nuevos establecimientos, como Almacenes Encarnita, que llegó a adquirir cierta fama como tienda de pasamanería. Era de la familia Casto, muy implicada con la antiquísima Hermandad de Nuestra Señora de Villaviciosa de la ermita de San Juan de Letrán, hoy en San Lorenzo.

Otra familia, la de los hermanos Mancha, tuvo en la calle una importante tienda la cual, con el tiempo, fue dividida en dos independientes entre los hermanos. Uno de ellos, Bernabé Mancha, se casó con Pilar Roldán, muy conocida de San Lorenzo, pues en su juventud fue posiblemente la joven que mejor bailaba el diábolo. Hasta tal punto era su habilidad que la gente se congregaba en la plaza de San Lorenzo para ver cómo lanzaba el diábolo, y decían los exagerados que llegaba hasta el primer piso de la torre de la parroquia.

Los pollos de Simago

Ya en el año 1972, aprovechando toda la zona aledaña al palacio de los Valdeflores, se instala en Córdoba Almacenes Simago, pertenecientes a una cadena de establecimientos populares que surgieron en Madrid en los años 60 bajo los auspicios del exiliado rey de Bulgaria, Simeón. Se dedicaba al negocio de ropa, regalos, librería, e incluso alimentación. Después de un auge inicial fue decayendo, apareciendo los refranes y dichos populares con cierta «mala leche» como el de »Tienes peor cara que los pollos de Simago”.

Tras la desaparición de Simago pasaría a ser, como ya se ha indicado, propiedad de El Corte Inglés, que lo convirtió en un anexo donde vendía sus ofertas. Fue cerrado también hará más de diez años. Actualmente, el amplio local, abandonado desde entonces, está en obras para la instalación de un nuevo centro comercial.

Otros comercios de la calle fueron Electrodomésticos Ivarte, que apareció y desapareció de forma muy fugaz, y Hortigón, tienda de mucha calidad dedicada a los encajes y prendas de detalle. Allí sobraba la elegancia, sobre todo por parte de su dependienta. Nada más que por ella merecía la pena visitar la tienda. Más recientemente, ha estado en Jesús y María durante varias décadas la Librería Luque, tras cerrar en las calles Gondomar y Cruz Conde.

Por último, otro establecimiento «clásico» de la calle fue Flores Santa Marta, del cual hablaremos a continuación con más detalle.

Flores Santa Marta

Flores Santa Marta, negocio dedicado a las flores y a la jardinería, fue fundado en 1937 por José Prieto Iglesias en la calle Santa María de Gracia, trasladándose después al Cerro de la Golondrina. Su hijo Rafael Prieto López (1934-2023) trasladó de nuevo el establecimiento a la calle Jesús y María en 1941, y de allí pasaría definitivamente a la calle Osario, donde se encuentra actualmente. Con la Residencia Teniente Coronel Noreña empezaría Rafael en los años cincuenta su importante labor dedicada al diseño y mantenimiento de jardines, tanto en Córdoba como en la provincia.

Al hablarle de las sequías y del cambio climático, tan en boga hoy en los medios, siempre nos decía: «Yo conocí el año de 1947, que en Córdoba fue terrible por la sequía, además de por la muerte de Manolete». Y añadía: «Iba con un mulo cargado de cántaros a por agua al río Guadalquivir para que no se secaran las macetas».

Al principio, el negocio, además de sus tradicionales flores y plantas, vendía, como la cercana Fidela, multitud de artículos de fiesta como guirnaldas, serpentinas, papelillos y todo lo que sirviera para las celebraciones y la diversión. Pero no paraba ahí, ya que también se dedicó a algo tan distinto como era la distribución para todo el país de pollos de cría de una granja de Alcolea, propiedad de Enrique Urreta, que podría tener más de doce mil gallinas ponedoras. Sin embargo, esta actividad duró poco, ya que se suspendió en 1945 al ser la granja afectada por una desconocida gripe aviar que acabó prácticamente con todas las gallinas.

En aquellos tiempos formaban la plantilla de Flores Santa Marta Manuel Roldán (auténtico puntal de la casa), Antonio Gómez, Andrés Díaz y Salvador Galván, que supieron reorientar el negocio ya exclusivamente a las flores y la jardinería. Al abandonar el inmueble de la calle Jesús y María en 1960 fue adquirido por el Rey Midas de aquellos tiempos, Pedro Romero del Rosal, que llenó esa calle y los barrios de Córdoba con tiendas de ropa y confección.

Pero quiero aprovechar aquí para destacar al ya nombrado Rafael Prieto López, gerente los últimos años de Flores Santa Marta, hombre de exquisita cultura y sensibilidad. Fueron muchas las veces que disfruté de su grata compañía y de sus atinados comentarios sobre los árboles del Patio de los Naranjos (del cual preparó unos esquejes para Hiroshima y Nagasaki) o sobre el mantenimiento del Palacio de Viana y las casonas y fincas de la Duquesa de Alba, que también llevaba Flores Santa Marta.

Por este motivo, Rafael trabó una buena relación con el ex-jesuita Jesús Aguirre, consorte de la Duquesa de Alba, del cual contaba que en una reunión mantenida con el poeta Pablo García Baena en su finca Buenavista de El Carpio le aseguró que iba a intentar convencer a Dámaso Alonso para que le ayudase en la votación para conseguir su Premio Príncipe de Asturias de 1984. La mayoría de los componentes de aquel tribunal ya estaban convencidos, y sólo faltaba el voto decisivo del hombre que había estudiado a fondo la poesía y la vida de Luis de Góngora en los años 50 y 60 del siglo XX durante su estancia en Córdoba.

Hay que señalar que Rafael, a pesar de saber moverse en estos ambientes tan selectos, con personalidades de alta alcurnia, nunca dejó de ser una persona sencilla, accesible y afable con todos.

La venta de flores para Manolete

Un día Rafael nos contó una anécdota muy curiosa sobre lo que significó para ellos el entierro de Manuel Rodríguez Sánchez 'Manolete' (1917-1947), «la venta de flores más importante que tuvimos en Córdoba», según decía. Les encargaron nada menos que 87 coronas y su padre le comentó que, aunque había estado en el entierro de Julio Romero de Torres, lo de Manolete no era comparable con nada anterior por su magnitud.

Allí tuvieron ocasión de atender a Carlos Arruza o a Gitanillo de Triana, todos muy amigos de Manolete y desconsolados. No les daba tiempo material para elaborar las coronas, por lo que trabajaron cuarenta y tantas horas sin parar ni descansar. Cuando al fin lo tuvieron todo entregado les llamó don Pedro Balañá, entonces empresario de la plaza de toros de Barcelona, que venía en su coche por Alcolea de camino para asistir al entierro, y le dijo a Rafael: «Mire usted, necesito una corona porque Manolete no se puede ir sin unas flores mías». Rafael le contestó: «don Pedro, ni tenemos tiempo ni tenemos flores», pero Balañá le replicó de nuevo, con voz tronante: «Señor Prieto, yo le pago hasta 500 pesetas» (que era una barbaridad entonces). Los que estaban cerca de Rafael le decían por detrás con gestos: «Di que sí, di que sí…». “Al final pudimos hacerle una corona muy grande", comentó Rafael.

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