Convento del Carmen Calzado de Puerta Nueva

Convento del Carmen Calzado de Puerta Nueva

El portalón de San Lorenzo

El Corpus Christi en el Carmen de Puerta Nueva

La pequeña ermita del Colodro desde muy antiguo contó con una Hermandad que veneraba el lugar del nacimiento de los mártires Acisclo y Victoria

La devoción organizada al Corpus Christi se remonta a una monja agustina de nombre Juliana de Fosses (1193-1258), conocida en el mundo del santoral católico como Santa Juliana de Lieja. Esta monja dedicó gran parte de su vida a promover una intensa devoción al Cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía, antes incluso de que el Papa Urbano IV estableciese oficialmente en 1264 la fiesta, por lo que ya en 1248 se había producido la celebración del Corpus Christi en su propia diócesis de Lieja (Bélgica).

En el siglo siguiente, el XIV, se introdujo la procesión del Santísimo Sacramento, que se constituye desde este momento como elemento central de la fiesta, la cual cobra nuevo impulso por toda Europa gracias a una bula del Papa Juan XXII. Con el paso de los años el Corpus Christi se consolida como una de las grandes fiestas del año litúrgico en la Iglesia Católica, una fecha señalada en el calendario donde el pueblo cristiano «se echaba a la calle».

Como no podía ser menos, y aunque su origen fuera centroeuropeo, España (y su extensión en América) sería uno de los lugares de la Cristiandad en los que la festividad adquiriese mayor impacto, con la mayoría de sus ciudades, pueblos y villas celebrándolo mediante bulliciosas procesiones que recorrían las calles engalanadas, alfombradas con flores y plantas aromáticas. También se consolidaba la costumbre de colocar altares al paso del Corpus Christi, como honra hacia la Eucaristía y recuerdo constante de la presencia real de Cristo en ella, uno de los pilares doctrinales de la Iglesia especialmente resaltado tras la Reforma Protestante.

El infatigable investigador y gran erudito cordobés Juan Aranda Doncel nos aporta datos referidos a esta solemnidad en Córdoba en el lejano año de 1479, cuando la comisión de fiestas del Cabildo municipal, el 16 de marzo, decide involucrar a todas las cofradías y oficios existentes en la ciudad con el fin de que cada uno de ellos contara con una especie de «entremés». También se les pide recabar su opinión de cómo deberían ser los actos de celebración alrededor de la fiesta del Corpus.

Al interpretarse, con toda razón, que el Corpus era un acontecimiento con una componente popular muy marcada, a mitad del siglo XVI el Cabildo municipal oficializa la fiesta haciéndose cargo de sus gastos. Aprovechando que el monarca Felipe II estaba en Córdoba en 1570 para celebrar las Cortes Castellanas se le solicitó autorización para dedicar parte de los ingresos dedicados a la Corona para financiarla. Aceptando la petición, el piadoso monarca dictó una real provisión por la que facultaba al Cabildo para gastar, durante seis años, 200 ducados en la fiesta del Corpus.

El recorrido de la procesión

Tradicionalmente, el recorrido de la procesión en Córdoba salía de la Catedral por la Puerta del Perdón, siguiendo por Cardenal Herrero, Magistral González Francés y Cardenal González, para posteriormente subir por la calle la Feria, la gran arteria de la ciudad, bellamente decorada en fachadas y balcones y con el suelo alfombrado de mastrantos y otras plantas aromáticas. También destacaban una serie de altares montados a lo largo del trayecto por las hermandades y cofradías. En aquellos tiempos, incluso el río Guadalquivir se unía a la celebración, y desde los barandales de la Ribera se podían contemplar combates navales simulados en donde la pólvora, como si estuviéramos en Valencia, era su mayor atracción. El fraile mercedario Fray Bartolomé Pérez de Veas nos relata lo acaecido en 1636, donde el río Guadalquivir fue el escenario escogido para una fiesta de desagravio del Santo Sacramento por la alianza francesa con los príncipes luteranos en el contexto de la Guerra de los Treinta Años:

«Una artificiosa y alegre escaramuza que formaron los barcos entre sí, con nombres de franceses unos y de españoles otros. Al llegar la Custodia dispararon briosos unos tiros que en la armería de la Ciudad se hallaron, haciendo alegre salva tanto al Señor, a tan majestuosa Persona; cuyo ruido aumentaron los dulces voces de trompetas, clarines, pífanos y cajas, que con alborozo no visto regocijaron la estancia. Respondieron más pequeñas bocas y menores voces de mosquetes de los soldados que en el agua estaban, haciendo al principio nueva salva a su Rey, la cual reiteraron dos veces. Acometiéndose al fin, tuvieron su formada guerra un largo espacio y haciendo señal de vencimiento los franceses, se cantó la victoria por los nuestros.»

Fachada de la iglesia parroquial del Carmen

Fachada de la iglesia parroquial del Carmen

En la parroquia del Carmen

No soy habitual a los cultos en la iglesia parroquial del Carmen, pues en mi familia tenemos deuda de afecto con nuestra parroquia de San Lorenzo, de la que tuvimos el gran honor mis hermanos y yo ser sus monaguillos durante los años de 1949 a 1957.

Pero este año ha tenido la suerte de asistir a la fiesta del Corpus Christi en esta pequeña iglesia de Puerta Nueva. La celebración ha sido sencilla y cercana, y me ha dado mucha alegría poder coincidir allí con personas de las que guardo entrañables recuerdos y que hacía tiempo que no veía, como Rafael Santiago, personaje simpático y agradable de San Agustín, acompañado de su elegante esposa y también a Cristóbal Flores el reputado guía de la Catedral de Córdoba, persona muy encomiable y señorial donde los haya.

Solemnidad de la Custodia en el altar instalado en el patio de la iglesia del Carmen

Solemnidad de la Custodia en el altar instalado en el patio de la iglesia del Carmen

El sacerdote don José Antonio Rojas Moriana celebró la ceremonia Eucarística combinando sabiamente grandiosidad y sencillez, con monaguillo incluido. Podríamos decir que hasta las figuras del imponente retablo de Juan Valdés Leal (1622-1690), que nos miraban desde arriba con la distancia de siglos, parecía que querían participar de la solemnidad del día.

Pequeña historia

Echando la vista atrás, en 1512 era fundado en lo que hoy es la avenida de Libia, pasando el Hospital Real de San Lázaro (donde estuvo el Matadero municipal), y junto a una antigua ermita de la Vera Cruz, un convento de carmelitas calzados, que se establecían así en Córdoba. Pero, dado lo apartado, y sobre todo insalubre del lugar, rodeado de huertas con sus vaquerizas y hasta cochineras, pronto buscaron otra ubicación algo más conveniente. Así que terminarían mudándose en 1580 más cerca de la ciudad, junto a la collación de la Magdalena, aprovechado como iglesia del convento otra ermita dedicada a Nuestra Señora de la Cabeza cercana a la Puerta de Andújar. Además, en esos mismos años fue cuando se abrió la Puerta Nueva como el principal acceso a la ciudad desde el Camino Real (sustituyendo en este cometido a la Puerta de Plasencia), lo que revalorizaba aún más la nueva ubicación. Este sería el Convento del Carmen calzado que permaneció hasta las lamentables desamortizaciones del siglo XIX.

Aquí en Puerta Nueva los frailes del Carmen calzado lograron establecer un pequeño pero elegante convento, contando desde el primer momento con el apoyo económico de los marqueses de Villaseca. La iglesia es de una sola nave, si bien enriquecida de forma soberbia con cuadros de Valdés Leal en el retablo, así como un gran claustro que todavía se puede contemplar dentro de la Facultad de Derecho. Por otra parte, entronizaron a la Virgen del Carmen como figura principal de su iglesia, si bien respetando la anterior titular de la ermita, puesto que Juan Aranda Doncel ha constatado que en octubre de 1557 (antes del traslado de los carmelitas) ya existía aquí una Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza con sus cultos y novenas, y que organizaba la peregrinación anual al Santuario de la Virgen en la sierra de Andújar. Probablemente de aquí venga el nombre de esa parte de Córdoba que se conoce como Ronda de Andújar y que dio nombre también a la citada puerta de la ciudad.

El espléndido retablo de la iglesia del Carmen

El espléndido retablo de la iglesia del CarmenM. Estévez

El retablo de la iglesia del Carmen

Hay que decir que el sensacional conjunto pictórico del retablo de la iglesia del Carmen, realizado por Juan Valdés Leal en 1655, constituye, al decir de los entendidos, el más grandioso conjunto pictórico del pintor sevillano (tenido muchos años por cordobés, al revés de lo que pasaba con Juan de Mesa). Es una obra plenamente barroca, pintada sobre un retablo trazado por Sebastián Vidal y realizado por Pedro Freile de Guevara.

Entre los lienzos que contiene sobresale el de la Virgen del Carmen así como el espectacular del profeta Elías, tan relacionado con la orden del Carmelo. Junto a algunos santos significativos de la citada orden carmelita, también incluye imágenes entrañables para la comprensión de la Córdoba de siempre, como pueden ser el Arcángel San Rafael y los mártires San Acisclo y Santa Victoria, que protagonizaron aquellas célebres apariciones ante el venerable Andrés de las Roelas (1525-1587), sacerdote capellán del convento de Santa María de las Dueñas que vivía en la calle de los Lisones, hoy Roelas en su honor.

En la aparición que tuvo lugar en el campo del Marrubial, un muy enfermo padre Roelas se encontró con cinco caballeros que le aseguraron que los huesos encontrados en la iglesia de san Pedro unos años antes (1575) pertenecían a los mártires cordobeses, aconsejando que se les diera veneración y culto de respeto, pues amenazarían a la ciudad muchas enfermedades y mediante ellos serían libres y protegidos. Se sucedieron otras apariciones en la propia casa del presbítero, todas a media noche después de los rezos del sacerdote. Lo cierto y verdad es que el padre Roelas sanó de su enfermedad, y se quedó con una idea clara de que los cinco caballeros eran el Arcángel San Rafael, los hermanos Acisclo y Victoria y dos mártires más.

Representación alegórica de la aparición de San Rafael al padre Roelas

Representación alegórica de la aparición de San Rafael al padre RoelasHdad. de San Rafael

El último día de estas apariciones, el 7 de mayo de 1578, fue cuando el Arcángel San Rafael se identificó como tal y le pidió que se colocara una estatua de San Rafael que coronara la torre, y también le conferiría la histórica frase que todo cordobés de bien conoce:

«Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».

Queremos significar aquí que el padre Roelas falleció en 1587 y que en su testamento pidió ser enterrado en el Colegio de San Roque de los frailes carmelitas descalzos, situado en la calle del Buen Pastor. En 1613 los carmelitas descalzos se mudaron al actual Convento de San José (San Cayetano) adquiriéndolo los calzados de Puerta Nueva que instalaron allí un centro de estudios teológicos de élite.

Estas revelaciones fueron descritas por el padre Roelas al presbítero Juan del Pino, quién las guardó con recelo hasta el año 1603, cuando las autoridades eclesiásticas de la Diócesis decidieron aprobar dichas revelaciones.

San Acisclo y Santa Victoria

La tradición y veneración a San Rafael es algo consustancial con Córdoba, pero desgraciadamente no ocurre lo mismo en el sentir popular con sus patrones oficiales que lo acompañan en el retablo del Carmen, los mártires de época romana San Acisclo y Santa Victoria.

El recuerdo de estos dos hermanos permanece en una pequeña ermita junto a la Ribera, levantada cerca de donde muchos siglos antes se levantó un venerable convento en su honor regentado por dominicos. En ese siglo tan lamentable para la cultura que fue el XIX, el convento, que amenazaba ruina, fue demolido, aprovechándose la bárbara circunstancia para mejorar las conexiones de la carretera a Madrid a través de la Ribera. En los momentos de grandeza de ese convento el propio Felipe II, el monarca más poderoso del orbe, entró en él de rodillas como muestra de respeto, algo impensable en nuestros gobernantes actuales. También se ubicaba en este convento de los Mártires la tumba de su secretario Ambrosio de Morales, trasladada a San Hipólito después del derribo.

Aparte de esta pequeña ermita, la presencia de nuestros patrones también impregna otros lugares de la ciudad, como es la ermita del Colodro, lugar desde donde la piadosa tradición cuenta que se dirigían a la «Fuente Santa Vieja» o «Fuensantilla». Además, la iglesia local siempre los ha reconocido, y así se representan en multitud de obras por sus templos, desde estatuas, a pinturas o vidrieras. También la prensa local ha querido recordarles de forma recurrente, muchas veces de forma didáctica para que su historia llegase al pueblo cordobés. El ‘Diario de Córdoba’ de fecha 17 de noviembre de 1854, en la tercera página, nos da un ejemplo de esto:

“Boletín religioso. Los hermanos Acisclo y Victoria. Patrones de Córdoba.

Los santos Acisclo y Victoria, Patronos de esta ciudad, nacieron en esta casa en donde hoy se encuentra la Ermita que con su advocación se levantó en su misma casa junto a la puerta del Colodro. Educados por su tía Minciana, les inspiró aquella fortaleza cristiana, que tan gloriosos triunfos les granjeó cuando enviado el feroz Dión por Gobernador a Córdoba fueron delatados ambos hermanos a causa de sus creencias. Al punto fueron encerrados en una mazmorra, hoy convertida en capilla, dedicada a su memoria en la Iglesia de San Pablo, y estando constantes en confesar a Jesucristo con fe heroica, fueron martirizados con varios tormentos, en donde Dios mostró su gloria, y los Santos cordobeses su firmeza y valor, hasta que Victoria murió asaeteada en el sitio que hoy ocupa la casa del Excmo. Ayuntamiento; y Acisclo separada la cabeza del cuerpo donde hoy está el convento de los Mártires, a la margen del río junto a la puerta del Sol. Su tía tomó el cuerpo de Victoria aquella noche y le dio sepultura con el de Acisclo en el mismo sitio en que este murió, año 304. Sus reliquias se veneran en la Parroquial de San Pedro, con las de los otros santos Mártires cordobeses”.

El altar con la Custodia y el retablo de San Acisclo y Santa Victoria en la ermita del Colodro

El altar con la Custodia y el retablo de San Acisclo y Santa Victoria en la ermita del ColodroM. Estévez

Hay que indicar que la pequeña ermita del Colodro, tan cuidada hoy por las religiosas Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada, desde muy antiguo contó con una Hermandad que veneraba el lugar del nacimiento de estos mártires Acisclo y Victoria. Hoy permanece también muy entroncada con el Corpus Christi pues de forma diaria permanece expuesta para la adoración de los fieles la Custodia con el Cuerpo de Cristo. La propia historia de la ermita, lugar de veneración secular de los vecinos del barrio de Santa Marina (hace poco apareció citada en un testamento de un soldado de la Armada Invencible), comienza, según el antiguo libro de las reglas de la hermandad citada anteriormente en virtud de un acuerdo de los cofrades de 20 de mayo de 1516, siendo prioste Bartolomé Ruiz Gallego. Motivo de tal acuerdo fue la donación por parte de Jerónimo Godino del solar que, según la tradición, fue la casa de los hermanos Acisclo y Victoria, muy cerca de la Puerta del Colodro. Se intentaba recuperarla para su veneración con limosnas de destacados señores de Córdoba y vecinos del propio barrio de Santa Marina. Así se levantó la primitiva ermita.

Fueron notables las novenas que con motivo de la festividad de San Acisclo y Santa Victoria se celebraban en la citada ermita. Por allí pasaron destacados predicadores, como el padre Antonio María Pueyo de Val (1864-1929), superior de la comunidad claretiana de San Pablo, que predicó en la de 1900.

En su retablo, de madera tallada y dorada, aparecen representados los santos patronos de la ciudad en dos hermosos lienzos del pintor Cristóbal Vela Cobo, pintados originalmente en 1645 para el retablo mayor de la Catedral de Córdoba, y traslados allí en el siglo XVIII cuando fueron sustituidos por los actuales de Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco (1655-1726). Entre ambos se encuentra el manifestador donde permanentemente está expuesto el Santísimo.

Según el gran pintor de Bujalance Antonio Palomino, Cristóbal Vela Cobo murió en 1658 de forma trágica cuando fue golpeado por un cubo mientras sacaba agua de un pozo y a raíz del impacto se le rompió una arteria, falleciendo aquella misma noche sin recibir la extremaunción. Cristóbal Vela Cobo fue vecino de la calle de las Parras, y se cuenta que su entierro gozó de gran solemnidad. Está enterrado en el nicho de los cofrades de Nuestra Señora de las Angustias.

La devoción de los cordobeses hizo que a comienzos del siglo XVII, cuando se trasladaron los lienzos desde la Catedral, el edificio fuese reconstruido desde sus cimientos, resultando en el que hoy contemplamos. La llegada de las religiosas supuso una nueva renovación completa del interior del templo y de la casa bajo la dirección del arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría.

Alguien preguntará sobre la razón de contar con tanta profusión la historia de esta ermita, por lo general tan desconocida. No tenemos rubor en manifestarlo: las religiosas acaban de pedir colaboración para las obras que ahora se ejecutan dada su escasez de medios, desgraciadamente tan habitual hoy día en los conventos de clausura. A ellas nos unimos y levantamos nuestra palabra escrita para animar a los cordobeses, como lo hicieron en otros siglos, a la conservación de ese lugar tan evocador relacionado con los patronos de Córdoba.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas