Patio de las Rejas del Palacio de Viana (Córdoba)
El portalón de San Lorenzo
Los primeros moradores del Palacio de Viana
«El archivo, ejemplarmente catalogado y digitalizado, está a disposición de todo el que quiera investigar en este pozo sin fondo de la historia de Córdoba»
El linaje ininterrumpido de los inquilinos del Palacio de Viana comienza con don Gome o Gómez Suárez de Figueroa y Córdoba, que debió nacer en torno a 1440, hijo de Ruy Fernández de Córdoba y Teresa Suárez de Figueroa, señores de Belmonte.
En el testamento de su padre, Ruy Fernández de Córdoba, conservado en el Archivo de Viana de Córdoba, consta cómo su hijo Gómez Suárez de Figueroa le hereda. Esta es la ficha documental de dicho testamento:
1441, enero, 28. Córdoba.
Testamento y mayorazgo de Ruy Fernández de Córdoba, Veinticuatro de Córdoba.
Testamento de Ruy Fernández de Córdoba, Veinticuatro de Córdoba, hijo de Ruy Fernández de Córdoba y Mayor Martínez, Señores de Belmonte. Estaba casado con Teresa Suárez de Figueroa. Manda lo sepulten en la capilla de la Catedral de Córdoba, junto a sus padres. Funda mayorazgo con bienes en Santaella y Córdoba, a favor de su hijo, Gómez Suárez de Figueroa y Córdoba, al que instituye por heredero.
Escribano: Gonzalo Díaz de Toledo.
1 pergamino (380 mm x 520 mm) M
Se acompaña árbol genealógico, copia del XIX y traslado autorizado de 1723. Córdoba
Archivo de Viana Córdoba. Caja 113 Expediente n 20/ Escrito en pergamino”.
Portada principal del Palacio de Viana (Córdoba)
Gómez Suárez de Figueroa fue señor del mayorazgo de Fuencubierta, Veinticuatro de Córdoba y Alcaide de Antequera. Otorgó su propio testamento en Santaella, ante Pedro Ramírez, escribano, el 17 de marzo de 1494. En él legó el heredamiento de la Cabeza del Obispo para su sobrino, Bernardino de Figueroa y Córdoba, al que designa como heredero por no tener descendientes. El Palacio de Viana como tal lo conforma cuando, con Facultad Real, agregó para su mayorazgo sus casas principales de Santa Marina, collación de la que era vecino (al contrario que otros inquilinos del palacio, como los Villaseca, Cabrera y Saavedra, que llegarían a Santa Marina por razón de la herencia).
Estas casas en Santa Marina las había comprado su padre a doña Teresa Carrillo en 1425, que a su vez las había comprado a don Miguel Ruiz Córdoba, Tesorero Real (recaudador de impuestos) en Andalucía en 1421. En un principio tenían su entrada por lo que luego se llamaría el Patio de las Rejas; es decir, por la actual calle Rejas de don Gome, frontera a la calle Muñoz Capilla. Los penachos que aún jalonan estas rejas son claros indicativos de que por aquí estaba la portada principal de la estancia.
Parentesco con la Casa de Aguilar
Gómez Suárez de Figueroa era pariente de la Casa de Aguilar, tal como viene reflejado en distintos documentos del Archivo de Viana de Córdoba y del Archivo Ducal de Medinaceli de Sevilla. He aquí un ejemplo documental localizando en este último:
1471, mayo, 25. Arjona, (circa.)
Don Alfonso de Aguilar envía a Antequera a Gómez Suárez de Figueroa para que tomase posesión en tenencia de ella en su nombre y en virtud de privilegio de Enrique IV en que le nombraba alcalde mayor. Dice de Gómez de Figueroa que es su primo.
Archivo Ducal de Medinaceli. Sección Histórica 281 (caja 39) 62, original en mal estado.
A pesar de su relación familiar con los Aguilar no hay muchos más documentos que nombren a don Gómez en los papeles de esta importante casa nobiliaria. Entre los pocos está éste emitido en Córdoba, en el que se cuenta cómo su primo Alonso de Aguilar lo envía a Antequera con poderes suficientes para a tomar posesión del cargo de Alcalde, por supuesto en su nombre y representación.
1471, agosto, 31. Córdoba
Don Alfonso de Aguilar ha recibido del rey la tenencia de Antequera y jura que va a guardar todos los privilegios de esta ciudad, y que no pedirá nunca el señorío de ella, y explica que envía a su primo Gómez Suárez de Figueroa para tomar posesión pues él no podía en esos momentos. (C.Q.R.)
Archivo Ducal de Medinaceli Sección Histórica 281 (caja 39) 62 (1) Original regular”.
Portada de lo que fue la primera entrada a la gran casa de los Gómez Suárez de Figueroa
Como se ha indicado antes, don Gómez Suárez de Figueroa fue también Veinticuatro de Córdoba, cargo que probablemente debió conseguirle don Alonso de Aguilar hacia 1473, fecha en la que éste consiguió el cargo de Voz del Concejo para su joven hermano Gonzalo Fernández de Córdoba.
La relación con el futuro Gran Capitán volvió a surgirle a don Gómez cuando los Reyes Católicos le encargaron que interviniese de mediador ante el Conde de Cabra, para obtener la libertad del aún joven Gonzalo Fernández de Córdoba, que desde 1474 estaba preso en el Castillo de Baena por los señores de Cabra, primos suyos (se ve que las luchas familiares tenían entonces su miga).
Hay que decir que esta detención y encarcelamiento del Gran Capitán por parte de su primo el Conde de Cabra no obedeció sólo a asuntos estrictamente políticos, sino que hubo también sus razones económicas de por medio. La disputa era sobre el Alguacilazgo mayor de Córdoba, que don Gonzalo había recibido de su hermano don Alonso, cobrando las rentas y prebendas adjuntas al cargo durante cinco años y medio en contra de los intereses del Conde de Cabra que reclamaba sus derechos al mismo. Para rematar la faena, don Alonso había dejado plantada a la hija del Conde de Cabra en el tema de un casamiento. Y, por si eso fuera poco, también estaban enfrentados por estar cada Casa en bandos distintos en las disputas reales, ya que una estaba con el príncipe rebelde don Alfonso y la otra con su hermano, el rey legítimo Enrique IV.
El carácter de don Alonso de Aguilar
Don Gómez Suárez de Figueroa conoció de primera mano las numerosas peripecias de don Alonso de Aguilar en su calidad de fiel servidor del jefe indiscutido de la Casa de Aguilar. Es curioso cómo la figura de este don Alonso ha quedado totalmente eclipsada por la de su ilustre hermano el Gran Capitán, cuando en la mayor parte de su vida seguramente sería al revés, al menos en Córdoba, donde don Alonso hizo y deshizo todo a lo que su fuerte carácter le incitaba, peleándose contra todo el que pillaba: nobles rivales, los reyes y sus representantes, y hasta con el obispo don Pedro de Solier, al que obligó a refugiarse en el Monasterio de San Jerónimo.
Como ejemplo de este impetuoso proceder, el cronista Luis Maraver nos relata el siguiente hecho acontecido en agosto de 1476, del que no cabe duda de que Gómez Suárez de Figueroa tuvo que ser testigo:
"El 19 de agosto de 1476, los Reyes Católicos, queriendo poner paz entre los señores de Aguilar y los Condes de Cabra, quisieron poner en Córdoba como Corregidor a don Diego de Merlo, con encargo expreso de la Reina Isabel la Católica, para que pusiese paz entre las huestes del Conde de Cabra y las del señor de Aguilar, que siempre andaban a la gresca, y eran por tanto continuas sus guerras y trifulcas. El Corregidor Diego de Merlo procuró desde luego ganarse la amistad de don Alonso, y cuando creyó que había conseguido este objetivo empezó a actuar castigando a los muchos delincuentes que había en Córdoba.
Cierto día que un alcalde mayor llevaba presos a dos homicidas salió un numeroso grupo de personas, y emprendiéndola con el alcalde y sus ministros trataron de apoderarse de los reos. El alcalde y los suyos se defendieron con valor y sostuvieron una sangrienta pelea, saliendo heridos muchos, tanto de una parte como de otra, y entre ellos salió herido el alcalde. A la primera noticia que tuvo el Corregidor don Diego de Merlo se metió en medio de aquella refriega con la gente que pudo disponer. Pero concurrió tanta gente a favor de los presos que se vio obligado a refugiarse en la iglesia de San Lorenzo, encerrándose con los suyos por dentro. Cuando don Alonso de Aguilar acudió también a aquel tumulto, el Corregidor ya estaba encerrado dentro de la iglesia, y acercándose a dichas puertas pidió que la abriesen los que estaban dentro. Viendo don Alonso que los de dentro no le hacían caso pidió a los que le acompañaban que «echaran abajo las puertas de la iglesia», cosa que la mayoría de ellos no se atrevieron porque se trataba de un lugar sagrado. Entonces don Alonso recurrió a una serie de esclavos mahometanos, que obviamente no sentían este respeto religioso, y echaron las puertas abajo. Don Alonso tomó preso a don Diego de Merlo, el Corregidor, a su Castillo de Aguilar."
Propietario y rentista
Desconocernos cómo se sentiría en su fuero interno don Gómez Suárez de Figueroa ante tanta trifulca, lucha y combate tras las banderas de su osado primo don Alonso, si era un hombre guerrero amante del riesgo o más bien gustaba de la tranquilidad. Sea lo que sea, él seguía realizando mientras tanto compras de propiedades, urbanas o rústicas, con las que aumentar su patrimonio. Este documento lo muestra:
1487, diciembre, 8. Córdoba
(Carta de trueque y cambio)
Cuaderno de pergamino, 10 hojas (215 mm x 300 mm)
Alfonso Fernández de Córdoba, Señor de Aguilar y Alcalde Mayor de Córdoba, cambia a Gome Suárez de Figueroa, Veinticuatro de Córdoba, un cortijo que poseía en Santaella por otro que el dicho Gome tenía en esa villa. Ante Pedro Fernández el Rico y Pedro Fernández de Herrera, escribanos públicos.
Conservación buena. Idioma Castellano.
Archivo Viana de Córdoba. Legajo nº. 674, Expediente, 5/pergamino”.
Respecto a las casas de Santa Marina fue acrecentando el conjunto de viviendas con nuevas edificaciones y patios, que darían poco a poco la extensión definitiva del enorme solar que hoy ocupa el Palacio de Viana. No sabemos si de forma consciente o no, el caso es que el solar elegido y embellecido como morada no carecía de un bien tan fundamental como era (y es) el agua: el actualmente llamado Patio del Pozo nos señala claramente su disponibilidad inagotable para el suministro de la casa.
Ese pozo, según el libro del poeta y amigo Francisco Carrasco Heredia ‘Los arroyos de Córdoba’, posee desde siempre un gran caudal, pues se nutre de la venas de agua del mítico arroyo del Colodro que discurría subterráneamente por toda la zona de la Ajerquía. En épocas de lluvias el arroyo también circulaba a cielo abierto, tomando el nombre del barrio por donde pasaba, y así tenemos el tramo del arroyo del Colodro a su paso por Santa Marina, tras venir desde la sierra y entrar en la ciudad por la puerta del mismo nombre, el Arroyo de San Andrés, el Arroyo de San Rafael y el Arroyo de San Lorenzo, para luego salir de la ciudad por la Ronda de Andújar, donde luego se levantaría el Cuartel de la Guardia Civil de la Magdalena (1924), pasar junto al Cerro de la Golondrina y Puerta Nueva, y buscar finalmente por el cañaveral de Porras (la Fuensanta) el arroyo de Santa Matilde desaguando en el Guadalquivir.
Durante su trayecto urbano se levantaron puentes para que los vecinos de esos barrios populares pudieran pasar de un lado para otro cuando traía agua. Es muy recordado el Puentecillo de San Rafael, que comunicaba a la calle Portería de Santa María de Gracia (hoy dedicada a la Virgen de Villaviciosa) con lo que era la plaza de San Rafael. Que bajaba bastante agua lo denota el hecho de que la actual calle Enrique Redel se llamase calle de los Álamos, por los que crecían salvajes junto a su cauce. En el siglo XVIII se desvió por las Ollerías y el Marrubial el arroyo serrano para que no entrase en la ciudad por el Colodro (pero las venas subterráneas, como pasa en estos casos, ni se enteraron, siguiendo por su camino de toda la vida). Aun así, cuando llovía mucho seguía formándose el arroyo por las calles de la Ajerquía, por lo que poco a poco su recorrido fue siendo embovedado, conformándose uno de los primeros colectores de alcantarillado modernos de la ciudad a principios del siglo XX.
No sólo de estas aguas se abastecía el Palacio de Viana. Don José López Amo (1827-1910), el que fuera eficiente archivero municipal, nos indica que el agua llamada de la Fuenseca, que nacía en el patio del Convento de Santa María de las Dueñas, tenía al final de su recorrido una derivación que surtía de agua a varias casas de señores, entre ellas las del Marqués de Villaseca, propietario entonces del Palacio de Viana. Pero es que años antes del propio don Gómez de nuestra historia, en el ‘Cancionero de Baena’ se criticaban los abusos que con esta agua de la Fuenseca solía hacer Miguel Ruiz, el Tesorero Real, aprovechándose de ella para su casa (parece que de forma no muy legal), una de las que formarían el palacio.
El Patio del Pozo en el Palacio de Viana (Córdoba)
Como hombre que vivía de las rentas, tanto de los productos de las fincas del campo como de los alquileres de sus inmuebles urbanos y rústicos, don Gómez Suárez de Figueroa tuvo que sufrir los serios problemas de inflación de sus tiempos, tan graves que los Reyes Católicos tuvieron al fin que devaluar la moneda en 1475. Así lo recoge el cronista Maraver:
"El 20 de febrero de 1475, viendo los Reyes Católicos, el grave perjuicio que se produce en el comercio de toda Andalucía, y que afectaba de forma importante el valor de la moneda, dieron una Orden Real, para que en adelante quedase fijo el valor de las monedas:
El Enrique Castellano, a 435 maravedíes
La Dobla de la Vanda, a 435 maravedíes
El Real, a 30 maravedíes
El Maravedí Enriqueño, a 3 blancas
Y que las demás monedas se cortasen y redujesen".
Boda de don Fausto celebrada en 1927 en el Palacio de Moratalla
Una decisión a favor de Córdoba
Dando un gran salto en el tiempo, en 1955 don Fausto Saavedra y Collado, III Marqués de Viana, y su esposa doña Sofía, trasladaron al Palacio de Viana todas las pinturas, platas, vajillas, y cordobanes que poseían en su palacio madrileño de Santa Cruz, alquilado al Ministerio de Asuntos Exteriores. Decidieron que el palacio de nuestra ciudad, sería el mejor marco artístico para el lucimiento de sus obras de arte.
Fallecido el marqués en 1980, la marquesa viuda doña Sofía vendió el palacio a la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, que se comprometía al pago de 20 millones de pesetas anuales mientras viviera, además de otras prerrogativas. La marquesa murió sólo dos años después, en 1982, pasando el Palacio de Viana a manos de la entidad de ahorro que luego sería absorbida por el Monte de Piedad dando lugar a Cajasur.
Posteriormente su archivo, con más de 300.000 documentos entre pergaminos, testamentos, patronatos, cartas, además de una imponente colección de fotografías, sería vendido a Cajasur en el año 2000 por el Duque de Peñaranda de Duero, sobrino de los últimos marqueses de Viana, que no tuvieron hijos. Dicho acuerdo de compra se llevó a cabo en el Salón Tobías del Palacio de Viana, con todas las autoridades presentes. El archivo fue ejemplarmente catalogado y después digitalizado, con lo que sus importantes fondos estarían a disposición de todo el que quisiera investigar en este pozo sin fondo de la historia de Córdoba.
La triste realidad
Pero, por los avatares de la vida comercial y financiera, esta propiedad del Palacio de Viana, que había sido vendida a la Caja Provincial de Córdoba por la marquesa doña Sofía mediante un «contrato sentimental», terminó siendo intercambiada de nuevo de una forma mucho más impersonal.
Y es que, siendo ya Cajasur, después de muchas fricciones previas con los socialistas de la Junta de Andalucía que querían meterle mano para sus proyectos políticos, el mal estado de las cuentas de la entidad cordobesa por su apuesta exagerada en el mercado inmobiliario hizo que fuese intervenida por el Banco de España, poco antes de que saltara en pedazos todo el sistema de cajas de ahorros y gran parte de los bancos por el estallido de la burbuja inmobiliaria que tuvo lugar durante la absurda política económica de Rodríguez Zapatero. Eran los tiempos donde su gobierno intentó equilibrar la economía de los españoles, entre otras genialidades, con la donación de una bombilla de bajo consumo que había sugerido su ministro Miguel Sebastián, cuyo contrato de aprovisionamiento de los 49 millones de bombillas fue adjudicado a dedo a Correos.
Al final, vendida al mejor postor, Cajasur, con el Palacio de Viana incluido, se fue a formar parte de un banco ajeno a la ciudad, de capital orgullosamente vasco como lo demuestra, entre otros casos, la publicidad que los equipos de fútbol de aquella región presentan en sus camisetas.
Fernando Rafael Cabrera y Pérez de Saavedra (1798-1843)
Desaparecida Cajasur tras su absorción por Kutxabank, el Palacio de Viana es uno de los activos más rentables de la entidad vasca. Hace ya casi tres siglos, don Fernando Rafael Cabrera y Pérez de Saavedra, VIII Marqués de Villaseca, era su morador. Cordobés de la cabeza a los pies, fue bautizado en Santa Marina en 1798, mientras que su esposa Carmen Bernuy y Aguayo lo había sido (el último apellido la delata) en San Pedro. Su matrimonio tuvo lugar el 14 de noviembre de 1818 en la parroquia de Santiago.
Castizo a más no poder, y enamorado de la Historia, este marqués pidió en su día una copia del Patronato de la Hermandad de las Angustias, perteneciente secularmente a su familia. Hoy, don Fernando Rafael estaría sumamente nervioso al saber que su palacio, sus casas, la historia sentimental de su familia, sus tradiciones… son sólo un activo contable más en el saldo, siempre volátil, de un banco cuya sede central está lejos de Córdoba. Esperemos que no estén igual de lejos sus afectos.