La puerta del SagrarioPatricio Ruiz

Domingo IV del tiempo ordinario

”Bienaventurados”

Actualizada 05:15

Queridos amigos:
En este cuarto domingo del tiempo ordinario, encontramos en toda la Escritura que leemos una virtud que esta poco valorada por los mismos creyentes y casi hasta olvidada en nuestra jerga habitual: la humildad. Todos los Santos la pelearon, la Virgen la vivía con toda naturalidad y el Señor nos habló de ella y la mostró en su día a día, porque es la virtud de los grandes de alma y está escondida a los soberbios y poderosos de este mundo que se lo tienen creído, como decíamos cuando éramos niños.
De ahí que el Evangelio de hoy, nos muestre las bienaventuranzas para que tengamos esperanza en los momentos difíciles de la vida, que ya llegaron o están con nosotros o vendrán en el futuro porque, ¿quién no ha vivido algún acontecimiento doloroso que le ha hecho llorar o sufrir? Por ello, leer y releer estas bienaventuranzas nos ayudan a consolar el alma herida y mirar a un lugar donde no habrá que sufrir, ni llorar, ni lamentarse: el Cielo. Así que si vivimos esta vida unidos a Dios, no de boquilla, sino de veras y peleando una pelea espiritual sin tregua, alcanzaremos una paz que no se termina porque es eterna y felizmente acompañados de muchos seres queridos y de todos los «ganadores» de la carrera de esta vida que moran en la Gloria.
De ahí que la primera lectura de Sofonías, el profeta, alabe a los humildes y desprecie un pecado que hoy, por desgracia está más de moda de lo que debería: la mentira. Cuántas mentiras nos echan a la cara y cuántas acaban con matrimonios, amistades, hermandades, negocios y todo lo que es bueno y justo. Y es que el padre de la mentira es Satanás, como el mismo Señor le llama en la Escritura Santa; el demonio anima a mentir con pretextos buenos, pero si nos da coraje que nos mientan, no mintamos porque Cristo nos enseño que Él es la Verdad y de Él, todos los que queremos ser veraces y humildes, aunque tengamos que pelear hasta el último aliento.
Ha llegado un punto en que casi no creemos a políticos, a agencias de comercio, a «gangas» que nos llegan y no faltan motivos para esa desconfianza; pero está quedando también afectada la Palabra de Dios que es tan maravillosa y gratuita, que muchos jóvenes prefieren recelar, antes que entregarse a ella, puesto que son engañados a cada paso que dan por las mentiras de moda. Ser creíbles y de palabra ha sido siempre un deber y un don; seámoslo pero no de cara a la galería para que nos alaben, sino de cara al Corazón del Señor que todo lo ve, para que seamos más felices aquí y premiados en su Casa que es la nuestra.
Bienaventurados nosotros si nos fiamos del único creíble cien por cien o, mejor dicho, la Verdad infinita.
Feliz domingo. Feliz día del Señor.
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