La puerta del SagrarioPatricio Ruiz

«El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande»

Domingo III del Tiempo ordinario

Actualizada 10:17

Queridos hermanos:
Otro domingo que nos regala el Señor para que disfrutemos de conocerle, amarle y servirle; otro día más de vida para abandonarnos en su Corazón, para convertir nuestras malas acciones en buenas, para dar gracias por la vida, la Fe, la eucaristía y habernos encontrado con El. Hay una canción de las hermanas de la Cruz que pone los pelos de punta y el corazón a punto, porque reza así: «encontrarme contigo, Jesús de Nazaret, es la dicha más grande de mi vida». Y, ¡qué razón tiene!. No hay alegría mas grande que toparnos de cara con el Señor, conocerle y gastar la vida en su servicio porque merece la pena de todas, todas.
Hoy, la primera lectura de Isaías y el evangelio de Mateo, siempre conectados por un hilo conductor nos hablan de aquel pueblo que caminaba en tiéntenlas y vio una luz grande,…una luz les brilló. No se refiere aquí a un fenómeno celeste, de astros, o de visiones subjetivas, sino de una realidad; la humanidad que estaba más perdida que perdida, encontró el sentido de todo y su rumbo verdadero con la Encarnación y nacimiento de Dios hecho hombre. El hombre que llamaba a pescadores y lo dejaban todo por seguirle, el mismo que invita a convertirse de la mala vida, para reconducir nuestros pasos hacia El y, por ende, a nuestro verdadero fin: el cielo.
Será por esta Fe en Cristo, por lo que San Pablo, en la segunda lectura, anima a los Corintios y a nosotros: ”estad bien unidos en un mismo pensar y un mismo sentir”. Esto es vital de cara a nuestra identidad de católicos, porque hoy parece que hay que ser católicos «guays» que dicen y expresan cosas totalmente de acuerdo con el mundo, para quedar bien con todos. Pues eso es su premio: quedar bien con los que no podrán pagarle mas que con cuatro comentarios vacíos.
Porque Cristo nos pide la vida y el corazón, nos llama a ser todos una misma voz y un mismo rebaño. De ahí que, cuando nos llamen borregos, sea un piropo porque realmente somos un bloque de gente muy distinta que habla verdades enseñadas por el Señor y que, aunque nos cueste la fama ante el mundo, defendemos con humildad y sobretodo, con argumentos reales. Las modas son eso, pasajeras, pero la verdad del Evangelio está más asentada que los cimientos del orbe. El día que entendamos esto, se nos quitarán muchos pájaros de la cabeza, muchos complejos inútiles y nos dedicaremos por entero a vivir con alegría y decisión una vida derramada por Dios y por los más necesitados.
Y si no, que hablen aquellos que vivían en las tinieblas del ateísmo y hoy son creyentes más valientes que el guerrero más atrevido. En fin, pidamos la luz al Señor, que no está sordo, ni mudo, ni muerto.
Feliz Domingo. Feliz día del Señor.
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