De comienzo en comienzoElena Murillo

Vivir el camino (y IV)

«Mi hazaña ahora consiste en tratar de completar el Camino Francés»

Actualizada 05:05

El año dos mil quince fue el de la incursión en el Camino Inglés. Fueron días para atravesar esta ruta jacobea desde la intimidad. Tras experiencias anteriores más multitudinarias o en pequeño grupo, llegaba el momento de compartir este viaje con la única compañía de mi compañero de vida. Aunque ya se sabe que en el camino nunca estás solo, fueron días mucho más propicios para revisar el interior y hacer un alto en el ritmo habitual dejando atrás el ruido que provoca nuestra existencia como seres que vivimos en sociedad. Lejos de la masificación de otras rutas, el color verde no desaparecería nunca de nuestra visión. Eso sí, hablamos de un camino menos transitado, con sus pros y contras, espacios para respirar y sentir paz pero también con menor oferta de servicios.
Es posible iniciar el Camino Inglés en Ferrol o en La Coruña, teniendo en cuenta que desde este último punto no se alcanzan los cien kilómetros mínimos necesarios para conseguir la Compostela. La vía utilizada por los peregrinos que venían desde Inglaterra, Irlanda o Escandinavia, también regala unas estampas para no olvidar. Ferrol fue nuestro punto de partida en una aventura que discurre exclusivamente por la provincia de La Coruña.
Con el encanto del Golfo Ártabro como núcleo esencial, nuestros pasos atravesaban Ferrol por callejuelas que conducen a diques, astilleros y a un arsenal del siglo XVIII para, más tarde, alcanzar el monasterio de San Martín de Jubia con su iglesia románica y desde ahí disponernos a admirar el Cristo de la Cadena en Neda, que cuenta con la hermosa tradición de haber llegado hasta allí a bordo de un barco inglés capitaneado por un católico que huía de las persecuciones religiosas en el siglo XVI. La playa de la Magdalena en Pontedeume es un remanso de sosiego antes de acceder a una villa medieval que, para abandonarla, te corta la respiración por la inclinación de unas calles que ascienden demasiado hasta dejar atrás la población y abriendo la perspectiva de un impresionante paisaje. Los senderos conducen a Betanzos, un deleite por la cantidad de monumentos y por cocinar uno de los platos que hay que saborear, su reputada tortilla. Las localidades de Hospital de Bruma o Sigüeiro son las paradas previas antes de cumplir el objetivo de llegar a Compostela.
Flechas indicativas

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He venido relatando lo vivido en los Caminos del Norte, Portugués e Inglés. Mi hazaña ahora consiste en tratar de completar el Camino Francés. Tras conocer el tramo gallego de éste, en dos mil veintiuno iniciábamos la marcha desde Saint Jean Pied de Port y, tras pasar por tierras de Navarra, La Rioja, Burgos o Palencia, cuando te encuentres leyendo estas líneas estaré sobrepasando (si Dios quiere) el punto medio geográfico de este camino, ya en tierras leonesas. Por tradición, historia, número de kilómetros y tantas otras cosas, este camino merecerá una nueva serie de relatos una vez recalemos en la tumba del apóstol. Para ello espero que haya ocasión en el futuro.
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