La culpa fue de Walt DisneyBlas Jesús Muñoz

El gesto de los idiotas

Actualizada 05:00

La tontuna es algo tan extendido como las mentiras de Pedro Sánchez. De hecho, que un tipo así sea presidente del Gobierno porque lo han votado (aparte de los pactos) demuestra precisamente eso, que la estulticia es un mal que se propaga como la peste.
Pero la estupidez se demuestra en cada gesto generalizado y solo basta con darse un paseo para comprobarlo. Es entonces cuando no hace falta ni prestar demasiada atención para apercibirse de ella, solo hay que ver como en los parques hay más perros que niños; o como sus dueños parecen más bien sus esclavos, porque son capaces de sacar a pasear al animalito en plena madrugada, ponerle chalequitos de lana si hace frío o llevarlos en un carrito cual bebé (eso lo vi hace poco en una calle del casco histórico cordobés y no sé si sentí más vergüenza ajena que divertimento).
Pero para ver idiotas de verdad, de los que van por derecho diciendo «¡aquí está el tío (o la tía, que hay que ser inclusivo)!», hay que cruzar un paso de peatones. Eso tiene más peligro que presentarse en el centro de Pionyang con una camiseta de los Estados Unidos.
Hy que ir con ojo avizor, cual felino -siempre alerta-, porque lo de la preferencia del peatón es una recomendación para el conductor, en el mejor de los casos. Amagas el primer paso y, ¡zas!, de la nada aparece un turismo, una furgoneta o el autobús y pasa como si no hubiera rayas pintadas sobre el asfalto ni señal vertical.
Saben que lo han hecho mal y se disculpan con la manita mientras atraviesan el paso, mientras tú estás como Neo en un Matrix de barrio, saltando hacia atrás y con el insulto en la mente. Pero claro, el gesto del idiota te coarta y ya no le devuelves otro con la mano, pero con un solo dedo en alto. Bastante tienes con que no te ha arroyado.
Pero ellos se van felices, porque se han disculpado y sin pensar que, mañana los peatones pueden ser ellos. Cuando cruzas te da por pensar que lo mismo el conductor/a dentro de un rato estará sacando al perro, con su abriguito y hablándole como si de un ser humano se tratase. Seguro que por eso se ha saltado el paso de cebra, porque iba con prisa para ver al animal y, entonces sí, te da la risa.
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