El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

Sequía de broma

«Y el individuo se aferra a su sequía, que es como el patriarcado opresor en versión de la Aemet»

Actualizada 05:00

A principios de semana, el tuitero @PirataProfugo hacía referencia a una noticia sobre que Córdoba capital tenía ya garantizado el consumo de agua durante los próximos seis años tras el paso de la borrasca Nelson. Y lo expresaba con vehemencia: «Qué p*** broma es esta de la sequía si con una semana de lluvias SIETE P**** DIAS LLOVIENDO se te arregla la cosa pa seis años???».
En efecto, antes de la llegada de las precipitaciones y los vientos, vivíamos sobrecogidos por un constante bombardeo de noticias sobre la sequía, se había cortado el agua de las fuentes y Juanma Moreno, amante de los decretazos en las catástrofes, amenazaba con fuertes restricciones. La población ya se veía en pleno julio con una cantimplora en el sofá y sin poder darle al aire acondicionado a causa de los altos precios de la electricidad. Y sin piscina. Un veranito.
A la sequía ya no se le antepone el adjetivo pertinaz porque te pueden llevar preso según la ley de memoria histórica, pero todo parecía indicar un inminente cataclismo. Parques y Jardines planeaba sustituir la arboleda de la ciudad por cactus y ornamentales matojos rodantes. La gente buscaba dromedarios baratos en Amazon. Los jóvenes se estaban tatuando chumberas en los brazos. La ropa de tuareg llegaba a las tiendas del centro. Tremendo lo que se nos venía encima.
Pero hete aquí que una semana de lluvia evita el fin del mundo. Sin necesidad de los actos heroicos de un brusgüilis o un tomcruís. Así sin más, con un poco de mal tiempo durante unas cuantas jornadas y los pasos de Semana Santa refugiándose en la Catedral. ¿Este era el apocalipsis?
El debate tuitero, tanto en el hilo de @PirataProfugo como en el de la noticia que mencionaba, continuaba con humor y gran cantidad de personas dando las gracias a no se sabe quién por haber construido no se sabe qué infraestructuras hidráulicas hace décadas, sorteando de nuevo todos ellos a la ley de memoria histórica con ese rodeo guasón.
Pero, al margen de las bromas, llamaba la atención otro tipo de gente que apostaba por insistir en la sequía, dudaba del contenido de la noticia, o hacían llamamientos sobre que aún estamos en una situación complicadísima porque el consumo humano sólo compone una parte del uso del agua. Y por supuesto no faltaba un clásico, el que le echa la culpa al caddie expiatorio en los campos de golf.
La propaganda climática va -paradójicamente por su insistencia en la sequía- calando y calando en las mentes y corazones, hasta crear en muchos un alarmismo ficticio sin el que ya no se puede vivir y que justifica la obediencia a una serie de dogmas mil veces repetidos con insistencia goebbelsiana. Al verse expuestos en su falsedad por unos días de lluvia, generan una reflexión sentida como intolerable. Y el individuo se aferra a su sequía, que es como el patriarcado opresor en versión de la Aemet.
El discurso ya estaba muy elaborado, y veremos en los próximos meses todo tipo de requiebros y regates para seguir insistiendo en que el desierto se nos viene encima con sus dunas, sus víboras, sus zorros orejudos y tós sus avíos. Si la cosa no funciona se pasará a las inundaciones, glaciación o futuro tsunami. Este tipo de políticas se basan en un meteorito que nunca llega. Un meteorito, desde luego, con perspectiva de género.
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