Democracia defectuosa
Según acaba de publicar Transparencia Internacional, España es hoy una «democracia defectuosa» ocupando el puesto 46 de limpieza democrática, por detrás de países como Arabia Saudí, Ruanda o Botsuana. Ese descrédito de nuestras instituciones es consecuencia de la toma de las mismas, sin complejos y sin límites, por parte de quien no tiene otra obsesión que la de disfrutar del poder sin ataduras, algo que solo es posible si se putrefactan las propias instituciones gracias al entreguismo servil de sus responsables a la ambición del autócrata.
El último dique que Sánchez está empeñado en derribar es el del poder judicial y cuenta para ello con elementos sobrados capaces de perder su independencia, que es la mayor fuente de su autoridad, por el servilismo que los arrastrará a la indignidad. Dos peones fundamentales están colaborando sin pudor en el desprestigio institucional. De una parte, el Fiscal General del Estado cuyo conducta como investigado no desmerece de la que practican facinerosos y descuideros de la peor estofa, aunque se disfrace de composturas más solemnes. De la otra el presidente del Tribunal Constitucional, hijo y nieto de prohombres de la Judicatura que, precisamente por tal circunstancia, rebate con su conducta esa obsesión sanchista de arremeter contra el sistema de acceso a la carrera judicial ya que, como se observa, también los de procedencia elitista venden su alma al diablo. Siempre hay quienes están dispuestos a perder el gran valor de la independencia, perdiendo también la dignidad.
Embardunar la toga con el polvo del camino sirvió a Conde Pumpido para comenzar el blanqueamiento de ETA y le está sirviendo para acabar con la división de poderes a través del Tribunal Constitucional. En 2006 Conde Pumpido denunciaba el «invasivo papel del Tribunal Constitucional en las tareas del Tribunal Supremo», algo que colisiona, decía, con la propia ley orgánica del TC, inspirada en el principio de no lesionar la potestad jurisdiccional de los jueces y tribunales que integran el poder judicial.
Pero casi dos décadas después, aquel Conde Pumpido parece haberse olvidado de sus principios y ha hecho del Tribunal Constitucional un órgano más del poder político, tal como quedó sobradamente acreditado con la resolución de los recursos de amparo interpuestos por los condenados por los ERE, sin duda uno de los mayores casos de corrupción de la democracia. El TC incurrió en un exceso de competencias y en una flagrante alteración de sus funciones, entre las cuales no está, ni puede estarlo, la interpretación última de los tipos penales, que es competencia exclusiva del Tribunal Supremo. Con toda la razón del mundo, se ha instado a la Audiencia Provincial de Sevilla, a la que el TC ordenó revisar las sentencias condenatorias de los ERE, a que plantee una cuestión prejudicial a la justicia europea, con el objetivo de que el TJUE revise la sentencia del TC por ser la misma incompatible con el derecho comunitario y con las normas anticorrupción de la Union Europea.
Un Tribunal Constitucional empeñado ahora en consagrar la impunidad de los golpistas del 1 de octubre, para lo cual no ha tenido ningún reparo en recusar a un vocal independiente como José María Macías, al tiempo que Conde Pumpido se autorehabilita después de haberse declarado incompatible, al objeto de convalidar la amnistía redactada por los propios golpistas que, al fin y al cabo, son los que sostienen el edificio que disfruta el puto amo, al decir de sus adocenados seguidores. No cabe duda, después de lo que llevamos visto, que si un grupo cualquiera de delincuentes organizados consiguiera algún día un escaño que fuera necesario para mantener a Sánchez en el poder, sería comprado por este si ningún miramiento.
La prostitucion institucional en España es consecuencia de la falta de ética puesta de manifiesto por aquel que, con el mayor desparpajo, inquirió a su entrevistador de forma prepotente «¿Y la Fiscalía de quien depende?. Pues eso». No hay frase mas expresiva de una vocación totalitaria que la precedente. Que hoy vayamos despeñándonos hacia los barrancos del desprestigio y la corrupción, no es sino consecuencia de quien hace a su antojo, y sin límites, porque nos ha tomado a todos los españoles como una manada de borregos a los que puede tomarles el pelo con sus manipulaciones y sus mentiras. Y le da igual lo que diga Transparencia Internacional, mientras él siga en el machito.