Las pájaras del sanchismo
«Palabras y expresiones como «pájara», «petardo», «maltratador», «hay que seguir marcándoles», «te tengo en mi alma», «eres nuestro tronco» o «tocar los cojones» resaltan la riqueza idiomática y también los entresijos de algo podrido que continuará respirando a golpe de portada»
Con todo mi respeto hacia las lenguas cooficiales en la España de las autonomías, he de afirmar que me parece una auténtica aberración que la casa de la soberanía nacional sea hoy un hemiciclo de Babel en el que por imposición de los acreedores de Sánchez hay que recurrir al disparate de un servicio de traducción cuando tenemos un idioma común en el que todos nos entendemos. Un servicio de traducción que fundamentalmente lo que traduce es el continuo afán del independentismo de mostrar ante el mundo la debilidad del Estado, porque favorece muy poco la imagen de un país arrinconar su propio idioma que, además en nuestro caso, es el segundo en comunicación internacional tras el inglés.
La lengua de Cervantes es nuestro idioma oficial como lo es en otros veinte países y, por tanto, una de las lenguas más universales con cerca de seiscientos millones de hablantes. Su riqueza léxica, tradición literaria y proyección en el mundo la convierten en un patrimonio único del que debemos sentirnos enormemente orgullosos. Sin embargo, es incomprensible que en el Congreso de los Diputados el orgullo se convierta en frustración, porque ese idioma se ha desplazado como vehículo común de comunicación política. Un idioma que además nos enriquece profundamente porque su polisemia es un acicate para la creatividad, la imaginación y la interpretación de la realidad.
Como ejemplo de esa riqueza polisémica, en la que una misma palabra puede tener varios significados, podemos recurrir a la actualidad con la puesta en valor de la palabra «pájara» por parte del presidente Sánchez asignándosela a su ministra de Defensa, entiendo que con una connotación de persona astuta y sin escrúpulos. Igualmente, y sin salirnos del entorno gubernamental, dentro del contexto vital impulsado por el mesías surgido del fango para librarnos de la corrupción podemos utilizar la misma palabra para afirmar que el exministro Ábalos desarrolló su labor ministerial entre «pájaras» (personas de vida licenciosa) con las que recorría el mundo, se expoliaban los recursos públicos con infames contratos de trabajo o se generaban extrañas situaciones en habitaciones de Paradores Nacionales.
Tal es la riqueza de nuestro idioma que aún podemos utilizar la misma palabra para comprender lo que acontece con este Ejecutivo sátrapa e indigno. Así, si se entiende que la función principal del Gobierno de un país es administrar asegurando el bienestar y la seguridad de los ciudadanos y defender los intereses del país en el ámbito internacional, no nos queda más remedio que diagnosticar una «pájara» en el Gobierno sanchista más grande que la de Indurain en el ascenso a la estación de esquí de Les Arcs en 1996. Porque es evidente que no es paradigma de vitalidad, fortaleza y buena gestión un Ejecutivo que, batiendo marcas en voracidad impositiva y generación de deuda pública, condena a España a la tasa más alta de pobreza infantil en la UE, a un desempleo juvenil galopante, al desmantelamiento del sistema ferroviario, a un apagón histórico, al deterioro en general de los servicios públicos, a la continua pérdida de productividad en la economía, a sobrevivir sin presupuestos o al desprestigio ante los países que deben ser nuestros principales aliados.
Por tanto, y más allá del coste del servicio de traducción, aunque sea totalmente escandaloso, renunciar por parte del socialismo sanchista a la riqueza, claridad, flexibilidad, capacidad de abstracción, inclusividad, eficacia e inmediatez que aporta nuestro idioma común al debate político en aras de los intereses particulares de quienes solo persiguen convertir sus discursos en actos de reivindicación identitaria, se deriva en un hecho de felonía sin parangón en nuestro entorno democrático.
De momento, mientras Tezanos se entretiene en el CIS cocinando encuestas, seguiremos expectantes el serial de WhatsApp con Sánchez, Montero y Ábalos para refrescar, enriquecer y disfrutar nuestro castellano. Palabras y expresiones como «pájara», «petardo», «maltratador», «hay que seguir marcándoles», «te tengo en mi alma», «eres nuestro tronco» o «tocar los cojones» resaltan la riqueza idiomática y también los entresijos de algo podrido que continuará respirando a golpe de portada.
Pero hoy toca centrarse en la afrenta en Cortes a esa lengua que permite una comunicación tan sugerente, tierna y evocadora. Y es que es palmario que no sería ni suscitaría lo mismo en la tribuna del Congreso la alusión de Sánchez a los órganos masculinos en español que, por ejemplo, en euskera, que según el traductor de Google sería algo como” Ipurdian mina izan”.
Definitivamente, no es lo mismo.