Por derechoLuis Marín Sicilia

Justicia a la carta

Actualizada 04:30

De bien nacidos es ser agradecidos, dice el refranero español. En la España sanchista, el bien nacido es el que lleva implícita la estola de la corrupción. Después de que Sánchez, a través de uno de sus mandados, cesara al presidente de Telefónica, Alvarez-Pallete, mediante una llamada al palacio de la Moncloa, el nuevo presidente, el socialista catalán Marc Murtra, tardó poco tiempo en nombrar a Gonzalo Conde-Pumpido, hijo de Cándido Conde-Pumpido y de Clara Martínez de Careaga, alto directivo de la empresa de telecomunicaciones que depende estratégicamente del Gobierno.

El nuevo gerente y analista jefe de una importante área de Telefónica, aprovechando quizá que se le nombró en pleno apagón eléctrico aún inexplicado, es la antítesis de todo lo que critica Sánchez: educado en la enseñanza privada, hijo del presidente del Tribunal Constitucional y de una prestigiosa saga de juristas, rico por su casa y ajeno a esa pobreza demagógica que, según Sánchez le impide a los más indigentes acceder a la judicatura. Pese a tantas oportunidades y bienestar ha sido incapaz de hacerse juez o labrarse otro porvenir, algo que muchos procedentes de familias humildes lo han conseguido como se consiguen las cosas en un país decente: con esfuerzo, tesón y constancia. Y como el niño de papá no debía tener mucho espíritu de sacrificio, al señorito de 32 años le han adjudicado un puesto por el que percibirá más de 100.000 euros anuales, además de otros beneficios, bonificaciones y planes de pensiones.

Como no podía ser de otra manera, su padre, un jurista, hijo de juristas, al que no le importa mancharse la toga con el polvo del camino (¡gran principio jurídico para quien no conoce la dignidad de la toga!) ha tardado poco en corresponder a la alcaldada sanchista con otra alcaldada que está en ciernes de estallar: ha ordenado pasarse por el arco del triunfo los recursos y la opinión de tres magistrados del propio Tribunal Constitucional para no entrar en el debate sobre la ley de amnistía a los golpistas catalanes hasta tanto no se contestase por la justicia europea sobre las cuestiones previas planteadas. Es decir, le traen sin cuidado los principios de separación de poderes, al obviar la pretensión de un órgano como el Senado, representante con el Congreso de la soberanía popular, ni le traen al pairo las directivas europeas sobre el Estado de Derecho. Todo porque urge calmar a Puigdemont sin más demora.

Aquí no hay más que servilismo a los intereses sanchistas. Y ello solo es posible por la traicion, no solo de Sánchez sino de todos los que, burlan las ponencias del último y vigente Congreso del PSOE, que prohibía la amnistía por ser inconstitucional. Felipe González ha recordado tal compromiso, pero estas nuevas hornadas de borregos socialistas dicen que eso es cosa de viejos. Viejos, pero con vergüenza y dignidad. Entre Pumpido, lo que queda del PSOE, sus socios aprovechateguis y sus bien remunerados voceros van a dejar el país al albur de la delincuencia. Porque tal como se conducen, que nadie dude de que si Sánchez necesita, para mantenerse en el poder, pactar con organizaciones delincuentes y narcotraficantes, lo hará. Y sus correligionarios y parlanchines a sueldo lo justificarán, diciendo que los malos son aquellos a quienes les repugna tanta desvergüenza. Es la justicia a la carta de todos los populistas. Una vergüenza, si hubiera quien la pasara.

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