Apagón a la cubana
«A lo mejor es este el modelo al que aspira Sánchez, como única forma de permanecer en el poder»
A la tercera fue la vencida: después de esperar más de seis horas para comparecer ante los ciudadanos, los españoles solo recibieron de su presidente palabras engoladas y ninguna información veraz sobre el apagón general que el país estaba padeciendo. Por fin, tras otra segunda comparecencia menos aclaratoria que la anterior, en la tercera salió el conejo de la chistera sanchista: la culpa de todo es del pérfido capital privado, al que se le exigirán responsabilidades. Porque, no nos engañemos: a Sánchez solo le interesaba el relato, para seguir embobando a los que todavía se tragan sus engaños. Y buscó la coartada divisiva que más le gusta: la que busca el enfrentamiento entre lo público y lo privado.
Los expertos coinciden en que el sistema español está desequilibrado y, al estar sobredimensionado el peso de las renovables, resulta muy frágil, de ahí que, desde 2020, se viniera advirtiendo por la propia Red Eléctrica de la necesidad de elevar la capacidad de almacenamiento y las interconexiones entre las fuentes generadoras de energía, para asegurar la operabilidad de la red de transición verde. Ello hace necesario un equilibrio permanente entre oferta y demanda, sabiendo que los desequilibrios se corrigen gracias a las turbinas de las nucleares, las hidráulicas, el gas y el carbón.
La posibilidad de que ocurriera lo acaecido el lunes 28 de abril había sido advertido reiteradamente, incluso por la propia Red Eléctrica, empresa que es un monopolio controlado por el Gobierno central, el cual tiene un 20 % del capital y nombra a sus gestores. Al igual que ocurre con Telefónica, cuyo presidente, como hemos visto recientemente, se nombra y destituye mediante una cita al palacio de la Moncloa, hay que tener por ello mucho desahogo para que Sánchez las tache alegremente de empresas privadas cuando los accionistas particulares son ajenos a los órganos de gobierno que coloca el Ejecutivo sanchista, de cuya gestión depende la rentabilidad de los ahorros colocados en tales corporaciones por los pequeños accionistas.
El atrevimiento y la desverguenza de Sánchez que, tras reconocer que aun no se sabía la causa del apagón, no tuvo reparo en anunciar que se exigirían responsabilidades «a los operadores privados», mereció el posicionamiento claro del sector argumentando que la responsabilidad corresponde a quien tiene la lectura de cómo funciona el sistema, o sea Red Eléctrica, ya que sin la autorización de esta «ningún operador se puede conectar o desconectar por su cuenta». Es tanto como si el agente urbano encargado de ordenar y dirigir el tráfico culpara de un accidente a los conductores y peatones que siguen sus instrucciones.
Como la demagogia sanchista culpa al sector privado (lo mismo que hace con la sanidad) de todos los males derivados del apagón, parece que está inspirandose en lugares como Cuba o Venezuela cuyo sistema eléctrico es como parece gustarle: público por los cuatro costados. Pues nada, adelante con los faroles: en Venezuela, desde el llamado «mega apagón» de 2019, que duró entre 5 y 7 días, el chavismo administra una red eléctrica envejecida, con continuos cortes y cuya modernización la dificulta la fuga de cerebros que abandonan el país ante las «bondades» del régimen populista.
Y de Cuba, es mejor no hablar. Los apagones son una constante desde hace décadas, debido a una falta de inversión y estímulo y al deficiente mantenimiento de la red. Es lo que ocurre con los paraísos comunistas: que solo los disfrutan sus dirigentes, mientras el pueblo llano padece empobrecimiento y pérdida de libertades. A lo mejor es este el modelo al que aspira Sánchez, como única forma de permanecer en el poder, echando la culpa a los demás de todas sus incompetencias. Y así «disfrutaremos» todos de una serie interminable de apagones a la cubana.