De comienzo en comienzoElena Murillo

Carmen

«Han sido días en los que han confluido la experiencia y la sabiduría, adquirida con el paso de los años, junto con la frescura del que se estrena en estas lides»

No podía haber ocasión mejor para la reflexión, para rezar en voz alta a la Virgen María. Entre todas las advocaciones, esta jornada lleva grabado el nombre de Carmen. Carmelos, Carmelas, Carmelitas o Carmelinas están de celebración. Mis plegarias hoy se siguen vertiendo hacia Ella, tras una novena vivida con toda solemnidad en el convento de San José, que culmina después de nueve días de cálida oración. Hacia Ella, hacia la imagen venerada en la cima de la cuesta por excelencia del mes de julio cordobés.

He ido descubriendo su nombre con el paso del tiempo, ese que en hebreo es «viñedo del Señor»; en árabe se traduce por viñedo, jardín o huerto y en latín es canto o poema. Ya en el libro de los Reyes, en el Antiguo Testamento, aparece el monte Carmelo; ese lugar en que Elías iba a desafiar a los profetas de Baal y en el que otros profetas rendirían culto a Dios, el mismo lugar al que distintas personas se retiraron para seguir una vida de oración, penitencia y austeridad.

Han sido días en los que han confluido la experiencia y la sabiduría, adquirida con el paso de los años, junto con la frescura del que se estrena en estas lides. Cuando se cumplían en el prior, Padre Paco Jaén, cincuenta años como sacerdote carmelita, un recién ordenado Fray José Carlos Sillero predicaba su primera novena a la Flor del Carmelo. Meditaciones maduradas y preparadas que han recordado a santos de la Orden y que han reiterado el concepto de familia con mayúsculas; una familia que aglutina muchas realidades bajo una misma devoción, la familia carmelitana. También han sido días de visitas, algunas destacadas como la de Monseñor Jesús Fernández que presidía la eucaristía dominical el séptimo día de la novena. Y días de novedades, ya que con este ejercicio de piedad llegó este año el estreno de una celda dedicada a Santa Teresa; un enriquecimiento patrimonial para la Orden que recrea una estancia con oratorio y en el que la santa ocupa un lugar relevante mostrando su oficio como escritora.

Anoche, en tu salutación, volvía a recitar internamente unos humildes versos que te escribí hace una década:

En julio, cálida noche,

cuando todos te saludan,

cuando no importa el calor

porque el centro Tú lo ocupas,

recibí el escapulario

que da luz a mis penumbras.

A partir de ese momento

que no podré olvidar nunca

siento que guías mis pasos

en días y noches oscuras,

queriendo ser esa antorcha

que ilumine con dulzura

las horas de decaimiento,

dificultad y tristura.

¡Oh, bendito escapulario,

despeja todas mis dudas

cuando flaqueen las fuerzas

y lleguen ratos de angustia!

Hoy volverás a inundar las calles. Las miradas del pueblo saldrán a tu encuentro. Caminaré a tu lado y vibraré con 'La Virgen del Carmen', esa marcha que es alegría y gozo y que hace que afloren en mí todo tipo de añoranzas. Hoy seguiré repitiendo los dos últimos versos de mi exaltación: «Auxílianos siempre Madre, en peligros y horas malas; / sé nuestra fiel consejera, ¡Virgen del Carmen Coronada!»

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