Colectivización y altramuces
La emergencia climática sanchista se ha cebado con los cines de verano en Córdoba. Cuando se castiga diariamente a la población con la mortalidad del calor, en vez de avisar con dencencia sobre la normalidad de las temperaturas en la época estival – grados arriba o abajo- es comprensible que los vecinos se queden en casa escondidos en vez de buscar el fresco en un cine al aire libre, uno de los recursos modestos y tradicionales durante generaciones y que sobreviven en una capital milenariamente castigada por el estío , aunque ahora los hipnotizadores quieran vendernos el apocalipsis como algo nuevo e irremediable. Y culparnos, claro, por el fin de los tiempos.
Este año uno de los gestores de estos recintos ha apuntado que la temporada se ha dado tan rematadamente mal por el calor (miedo) y la falta de títulos atractivos (pastiches) que posiblemente el próximo verano no abra y la persiana se quede echada. También ha culpado al Ayuntamiento porque no le ha abonado una cierta cantidad de miles de euros en concepto publicitario pero que se puede entender como subvención que pagamos los cordobeses. Que el Ayuntamiento decida ayudar al mantenimiento de una actividad de ocio cargada de tradición, que tiene sus salas de proyección en un casco histórico patrimonial y que es una alternativa de entretenimiento para los vecinos, es comprensible. Que un empresario proyecte un plan de negocio contando con el dinero público, ya no tanto. Pero esta perversión empresarial , que se da incluso en los liberales pecho lobo, es tan normal hoy en día como ver películas en casa a través de una plataforma, que es la otra madre del cordero en todo esto: los tiempos cambian. El consumidor también.
Solo falta en este cuadro el movimiento vecinal, esa izquierda funcionarial y burguesa que reclama los cines de verano como una cuestión de fe progresista y lucha de clases. A los que ni ellos ni ellas van, por cierto. ‘Exigen’ – sí, estos no piden con educación- que el Ayuntamiento compre los cines de verano para que no se pierdan. Del contenido y programación, claro, se encargarían estos intelectuales. De la pérdidas, el pueblo de Córdoba. Así se colectiviza la ruina.
Y además te cobrarán los altramuces del ambigú, por supuesto.