Última semana en Nakuru: déjame que te proteja
«El lunes acabó llegando muy a nuestro pesar. Tocaba despedirse de nuestros niños, esos que han calado en lo más profundo de nuestro corazón»
Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru
Se vislumbraba la última semana y al final llegó. En esta semana, tuve la oportunidad de estar en los dos colegios, lunes y martes en Mwangaza y el resto de días en St. Francis. Hicimos muchas actividades para que los niños del centro disfrutaran.
La despedida se acerca, y aunque estoy lista para volver a casa, sé que una parte de mi corazón se quedará aquí, con estos niños que han cambiado mi vida para siempre.
El sábado llegó y con ello una convivencia con los niños apadrinados. Este proyecto comenzó el año pasado. Consiste en que que con una aportación económica (120 euros) aquellos de nuestros niños que tenían ya un nivel consolidado, podrían ir al cole donde se les daría de comer, material escolar y un uniforme limpio. Escribiendo esto me emociono al recordar cuando Samuel, mi niño, entró por la puerta. Lo envolví en un abrazo cargado de amor. Lo vi más mayor, con su abriguito de lunares y con una carita de felicidad que se apoderaba de mis pupilas.
Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru
El lunes acabó llegando muy a nuestro pesar. Tocaba despedirse de nuestros niños, esos que han calado en lo más profundo de nuestro corazón. La despedida estuvo marcada en llantos, no solo de los niños, sino nuestros también.
Shadrak, un niño del centro, me dio la mano y sus lágrimas no paraban de caer. Vi su dolor, mi dolor, al ver cómo sentía que ese niño, tal vez, no vuelva a recibir esos abrazos que les daba.
África, me has robado el corazón. Kenia, siempre estaré agradecida, me has dado todo aquello que en España jamás había tenido. Nakuru, cuida de mis niños, esos cuyas miradas están apagadas, cuyas voces están llenas de rabia por todo lo que viven.
Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru
Pido por favor, a vosotros, mis lectores, que cada día os acordéis de mis niños, que recéis por cada uno de ellos, que regaléis abrazos y besos por aquellos que no reciben nunca uno. Que recéis por sus familiares, muchos de ellos envueltos en la droga o prostitución, pero son hijos de Dios que han caído, y se tienen que levantar.
Mis niños, mis bebés: no penséis que por irnos nos vamos a olvidar de vosotros, porque eso jamás será así. Desde el año pasado, la mitad de mi corazón tiene tatuado Kenia y cada uno de vuestros nombres. Aquí en España os echo de menos, pero tenemos que seguir por muy duro que sea, y vosotros también.
Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru
Solo os pido que sigáis vuestro camino, que luchéis cuando os digan que no, porque sois capaces de todo. No os preocupéis por vuestros amigos los «blancos»… Estamos bien y todo gracias a vosotros. Os quiero. Y a cada uno de vosotros os digo, con la voz temblorosa, con el deseo de volver a veros el año próximo: «Déjame que te proteja para siempre».