Daniel García-Ibarrola, entre los padres de Ángel María Lara, sostienen algunas de las plantas donadas al Botánico

Daniel García-Ibarrola, entre los padres de Ángel María Lara, sostienen algunas de las plantas donadas al BotánicoJC

Ángel María seguirá vivo en su colección de 700 plantas donadas al Jardín Botánico

Contactaba por internet con cualquier lugar del mundo para conseguir las semillas más raras

La pasión de Ángel María Lara era las plantas. Y también eran su vida, ya que vivió por ellas y en ellas encontró la vida que poco a poco se le iba yendo. Su amor por la naturaleza y los animales desembocó en las especies vegetales, y poco a poco se fue decantando por las suculentas, concretamente por las cactáceas y las caudiciformes, hasta alcanzar una colección de 700 ejemplares que a partir de ahora serán cuidados en el Real Jardín Botánico de Córdoba, a donde han sido donadas por sus padres.
En estos 700 ejemplares hay 500 especies distintas y entre ellas hay unas 150 que están consideradas como raras o muy raras. Los técnicos del Jardín Botánico ya han evaluado la colección y ha destacado el alto valor e interés de la misma. Por estas razones, el presidente del Imgema, Daniel García-Ibarrola, ha anunciado que se construirá un invernadero especial para albergar todos estos ejemplares que servirán, también, «para hacer trabajos de investigación y desarrollo para seguir ampliando la colección».
El padre de Ángel María ha señalado que a su hijo le gustaba seguir por internet el rastro de especies raras, desconocidas entre la flora de nuestro entorno. Añade que se valía de traductores para contactar con cualquier país del mundo, por lejano que fuese, para adquirir semillas y, sobre todo, conocer los cuidados y los trucos para el cultivo. «Hay facturas de todo el mundo» así como una habitación llena de libros porque «conseguía los más raros», ha añadido su progenitor.

Una terraza de 70 metros cuadrados

En los últimos 15 años comenzaron a multiplicarse los tiestos y el joven Ángel María encontró la solución en la compra de un piso en la avenida de Libia. Al coleccionista de plantas no le preocupaban las vistas que tuviese la vivienda ni sus calidades constructivas, ya que lo que le hizo decantarse por este ático fue su espléndida terraza de 70 metros cuadrados en los que sus plantas podrían crecer sus restricciones.
Ángel María no esperaba en absoluto el giro que iba a dar su vida el día que le detectaron un cáncer. Fueron tres años muy duros en los que se evadía en la terraza de su casa. Cuando tenía que someterse a las duras sesiones de quimioterapia le pedía a su padre que le llevara al Jardín Botánico y allí paseaban durante horas. «Las plantas le daban un poderío grandísimo, le ayudaban», añade.

La donación

Cuando murió su hijo «se nos creó un problema, porque son muchas plantas», apunta el padre, puesto que desconocían los secretos para su mantenimiento. El único lugar al que podía acudir para pedir ayuda no era otro que el Jardín Botánico, al que finalmente las han donado, porque «es el sitio que mi hijo se merece que estén».
Carmen Jiménez es una de las técnicos del Jardín Botánico que ya conocen la colección y que la califican como «científicamente muy interesante». Destaca la rareza de algunos ejemplares, que son de coleccionista por su rareza. Sólo unas cuantas de las 700 se han podido admirar hoy en el salón Amparo Pernichi del Jardín Botánico, donde ha tenido lugar la firma del generoso acto de los padre de Ángel María con su hijo, por mantener viva su colección, y con la ciudad de Córdoba, que a partir de ahora podrá disfrutarlo.
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