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05 de mayo de 2024

Cosecha de olivas

Cosecha de olivasGTRES

La comida también es conflicto

Los beneficios de un correcto –y justo– reparto de los recursos que nosotros mismos generamos podrían hacernos la vida mejor y más fácil

La comida está compuesta por multitud de factores. Es alimento, en primera instancia. Pero también la comida es medicina y por tanto es salud y es enfermedad. Es diversión y placer, es agricultura y ganadería; es pesca, es política, es economía, es filosofía y religión. La comida también es historia, es personas, es clima y tecnología. La comida es conocimiento y cultura, civilización. También es conflicto.
Como los alimentos son tantas cosas, tendría sentido que las personas conocieran las líneas generales sobre –al menos– los efectos de los alimentos en la salud. La comparación hace más de setenta años entre la proliferación de las enfermedades cardiovasculares en Estados Unidos con respecto a su escasez en el Mediterráneo hizo reflexionar a un médico estadounidense, Ancel Keys, llevándole a crear el concepto «dieta mediterránea». Algo que nos hizo mejorar en todo el mundo, constatando lo que ya había advertido Hipócrates: que la alimentación es el impulso directo de la salud. Hoy nadie duda de que la investigación científica tiene siempre repercusiones directas en la sociedad. El coste de los sistemas sanitarios en todo el mundo, por ejemplo, podría verse reducido si nos alimentáramos correctamente, en las cantidades precisas y tomando los nutrientes necesarios. Los beneficios de un correcto –y justo– reparto de los recursos que nosotros mismos generamos podrían hacernos la vida mejor y más fácil. Pero los administradores no están gestionándolos ni con corrección ni con principios, conduciéndonos a una ruina que puede ser inminente y que ya ahoga a la gente normal.
A pesar de que una mejora de la alimentación es una magnífica intención, esto es aún una utopía por su compleja implantación, que tendría que nacer en la raíz, en los sistemas educativos infantiles. Hay muchos países en los que la malnutrición es un problema endémico y otros, en el aspecto contrario, en los que la obesidad va por ese mismo camino. Para colmo de males, a veces la desnutrición está asociada a la obesidad. Nada más que en términos económicos, es de indudable beneficio la existencia de cuidados preventivos capaces de evitar o paliar algunas enfermedades crónicas. Es una pena que los alimentos de buena calidad también sean más caros e incluso inaccesibles para algunas poblaciones. Y lo peor es que estas poblaciones carezcan del conocimiento necesario para cuidarse mejor.
En otro espectro de las bases de nuestra alimentación, la producción agroalimentaria, hay infinidad herramientas probadamente útiles contra el deterioro del medio ambiente, por ejemplo, en el caso de los incendios, la presencia de ganado controlado en una explotación, la cual además enriquece el suelo. Ahora se llama agricultura regenerativa. Pero Catón, Columela o Varrón, los grandes agrónomos de la Antigüedad, ya conocían lo práctico de estos sistemas. También los andalusíes Albucasis o Ibn Wafid, el obispo visigodo Recemundo o Gabriel Alonso de Herrera. Cada uno de ellos, en su época fue un destacado conocedor de la agricultura. Las predicciones de la tecnología moderna también son impecables, con nuevos canales de aplicaciones altamente especializadas que avisan de fenómenos meteorológicos, drones capaces de controlar o avisar para proporcionar respuestas a problemas en tiempo real. Por no hablar de la capacidad de los satélites. No hay resta entre tradición e innovación, sino suma, el saber y la tecnología son aliados naturales. La historia enseña y en el presente se actúa con su participación.
Tostada de tomate

La alimentación es el impulso directo de la saludGTRES

Investigar, reflexionar, actuar, han sido actividades que han mejorado nuestro mundo y nuestra alimentación. No sólo el elevado conocimiento, también ese de carácter práctico que nos ayuda a vivir mejor y que no es de menor entidad. La historia está plagada de ejemplos, y puede narrar cuestiones que se han ido quedando en el recuerdo, en las bibliotecas y en los estudios académicos, a pesar de su impacto en aspectos tan necesarios y cotidianos como el alimento. No deja de ser una pena que se dé la espalda a tan certera maestra.
Pero el futuro siempre está plagado de incertidumbre, es una tierra inexplorada. Europa y España se enfrentan a tiempos complicados, sujetos a acontecimientos inciertos, a una guerra en su territorio, a crisis alimentarias que están produciendo efectos nefastos a escala mundial. A sucesos cuyos efectos desconocemos, porque se comportan como factores multiplicadores unos de otros. No es la causa, son las decenas de causas que se concatenan en este tiempo sin garantías, las que pueden conducir a una salida indeseada.
El sencillo acto de comer incluso una simple colación conlleva una cantidad enorme de conocimiento, de actividades, de economía y de política incluso. ¡Por supuesto! Díganme ¿dónde no hay política? Quizás sea el momento de reflexionar sobre lo conseguido en, digamos, tres milenios, apreciarlo y retomar seriamente el cuidado de nuestra civilización. Una civilización que está en riesgo, no lo podemos negar.
Todo ese bagaje de conocimiento y experiencia que nos ha traído hasta aquí tiene que evidenciarse, debe reconocerse su valor, porque como sociedad estamos llegando a un extremo que puede ser insostenible. La riqueza que aporta la historia puede mostrar cómo se han producido colapsos en el devenir de la humanidad, y no lo han hecho de forma infrecuente. Hoy, ese futuro incierto está llamando a nuestra puerta con extraña urgencia.
Tenemos la obligación de exigir que los administradores rindan mejores cuentas de nuestro capital, de que se comprometan moralmente con esta sociedad, y que su número descienda con respecto al actual. De que se evite la creciente censura bajo paradigmas absurdos. Son demasiados pesebres y, como decía al principio, la comida también es conflicto. No en vano es valioso sustento.
Es necesario reflexionar sobre la historia, recuperar el auténtico concepto de Europa, de raíz cristiana y, por tanto, comprometida con las personas y la mejora de la sociedad. Y seguir ahondando en el compromiso debido a esa ingente cantidad de personas que están vinculadas con nuestra alimentación, desde el investigador al historiador, desde los agricultores a los transportistas.
Coman bien, recuperen esos platos casi olvidados, compren productos de la tierra y enseñen a los más jóvenes a descubrir el valor de su extraordinario pasado gastronómico.
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