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28 de marzo de 2024

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Demna Gvasalia ha estrenado en el desfile del próximo otoño un look minimalista y un show estrictoInstagram

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Balenciaga, del Sadomaso al minimalismo

Demna Gvasalia entona el mea culpa sobre las estrambóticas colecciones y campañas de los últimos meses

«A esa no le ha dado tiempo a coser las mangas de la chaqueta y las ha dejado colgando como si fuese adrede», me comentó una amiga hace tiempo sobre una estudiante de moda candidata a un premio. Y no le faltaba razón. Con todo y con eso, funcionó. Lo mismo podría suponer el primer look del desfile de ayer de Balenciaga, una modelo con chaqueta extra grande de corte masculino y doble juego de pantalón del mismo color, uno puesto y el otro colgando. Cosas de la moda.
Y es que tras un otoño calentito y lleno de escándalos mediáticos, Balenciaga, la gran marca de origen español, se ha encontrado en la dicotomía de seguir haciendo el canelo o ponerse en plan serio y minimalista. Su director creativo, el ínclito Demna Gvasalia, que lo mismo es adorado cual becerro de oro que demonizado por los lobbies de padres, acabó escaldado de sus inventos publicitarios cuando se puso en tela de juicio su campaña de lencería sadomaso que niños de dos años mostraban vestidas por sus ositos de peluche. Hasta aquí hemos llegado… pensó parte de la opinión pública.
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El último desfile de BalenciagaInstagram

Porque desde que Demna Gvasalia y su hermano han llegado a Balenciaga –la negociación ofrecía el pack de dos, vaya ser que a sus 40 años el georgiano no soportase la presión de París– no hay semana que no lancen alguna ridiculez al vuelo. Esto, por supuesto, da que hablar y suben los enteros de una marca a la que aún nadie ha sabido sacarle verdadero y digno partido. Llegaron los bolsos de picnic de los chinos de 1.900 euracos, las bolsas de basura de cuero de mil ochocién, los clavos de plástico Balenciaga de 500 pavos y así sucesivamente una versión «de lux» de las «dollar stores» norteamericanas.
Tras el numerito de los bebés publicitando ropa interior sadomaso hace unos meses, Demna se asustó y sus jefes le pusieron contra la pared, con orejas de burro y brazos en cruz con enciclopedias al canto, como a Zipi y Zape en otros tiempos. Pero visto que lleva poco tiempo sumado a que nadie da más escándalos por hora en el sector, sus jefes se dijeron: «vamos a dejar al niño que siga enredando, que hemos aumentado la venta de gafas y llaveritos de la marca».
Demna ha estrenado en el desfile del próximo otoño un look minimalista y un show estricto en el que los pantalones colgantes dieron el pistoletazo de salida con una chaqueta de mangas gigantescas. Luego siguieron algunos modelos ponibles, cazadoras, flores, vestidos interesantes y bien concebidos, gafas de lagarto galáctico, botas de motero y abrigos mezclados de vez en cuando con alguna visión terrorífica de la parca empolvada en blanco. Y el georgiano ha comentado que ha «recordado que la moda no es un entretenimiento, sino el arte de hacer ropa». Olvida que la moda es una industria, y muy potente ella. Si no que se lo pregunten a los magnates del sector.
Ha escarmentado Demna Gvasalia de su faceta de showman. Se había gustado y se encontraba definitivo. Como algunos políticos españoles de renombre. Si don Cristóbal Balenciaga pillase por banda a Demna, las orejas de burro y los brazos en cruz no serían nada. El maestro hubiese considerado todo este show una gran falta de respeto, y a lo peor no hubiera dudado en echar a los hermanos Gvasalia del paraíso de la moda, ya que los dos ejes clave de Balenciaga fueron la perfección y la discreción.
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