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26 de abril de 2024

Terraza del hotel Gritti en Venecia

Terraza del hotel Gritti en VeneciaGritti

Corresponsal en el paraíso

Guerra de tronos en los palacios del lujo veneciano

Espadas en alto en la Serenísima entre los mejores grupos hoteleros del mundo por agasajar a los happy few en la ciudad de los Canales. En esta época del año, nos quedamos con el Cipriani. Por su incomparable piscina

Si me pierdo, que me busquen en Venecia. Y más concretamente, en la terraza del Gritti Palace. No se me ocurre mejor sitio donde sentarme y ver la vida pasar, esa vida fascinante y paradójica de la Serenísima, donde todo resulta frágil y fuerte, efímero y eterno. Donde todo se muestra y todo se esconde. El front row del Gran Canal es incomparable: además de los numerosos vaporettos repletos de turistas y los más exclusivos motoscafi devolviendo al aeropuerto a parejitas de enamorados, aparecen las góndolas, las embarcaciones de la Policía, las ambulancias y hasta las funerarias. Me gusta, particularmente, observar desde la terraza del Gritti las embarcaciones de transporte de mercancías. En este curioso avistamiento, uno se topa con toda clase de cosas insospechadas. El año pasado vi cómo llevaban por las aguas del Gran Canal un piano de cola al vecino teatro de La Fenice. Todo se exhibe y todo se esconde. Especialmente, el poder. Mientras la ciudad ha sido la primera del mundo en imponer una tasa para aquellos viajeros que no pernocten en ella, y que entrará en vigor en enero de 2023, los grandes del lujo se disputan más bien secretamente sus palacios para convertirlos en pequeños paraísos en los que sus huéspedes disfruten de sus encantos como si fueran los mismísimos dogos.
Venecia apuesta por los alojamientos de ultra lujo

Venecia apuesta por los alojamientos de ultra lujoGritti

Venecia vive un interesante momento en materia de alojamientos de ultra lujo. Todos los grandes quieren estar en ella cueste lo que cueste. Y lo más cerca del Gran Canal, a ser posible. El mítico Danieli, que cumple 200 años de vida como hotel (pocos establecimientos en Europa pueden presumir de ser tan longevos), cambia de manos. Será un Four Seasons, cadena que lleva al menos 15 años buscando poner su logotipo y su buen hacer en destino tan codiciado. Otro de los clásicos, el Bauer, tras largas conservaciones con Mandarin y Four Seasons, pasará a ser un Rosewood. En principio, el grupo hongkonés que gestiona en Madrid el Villa Magna, tenía previsto abrir en el Palazzo Dona’ Giovannelli, que lleva reformando los últimos años. Sorpresivamente anunció hace un mes que desembarcará en la ciudad en el otro de los grandes, el Bauer. ¿Y qué pasa con el Palacio Giovannelli? Pues que abrirá en 2024 bajo la mítica marca Orient Express, recién creada como grupo hotelero. Un movimiento inteligente ahora que se recuperan los trenes homónimos y dada la proximidad del palacio con la estación de Santa Lucía. El grupo francés EVOK, especializado en «boutique de lujo» llevará a Venecia a finales de años su marca Nolinski (uno de mis preferidos en París) y también se anuncia la reforma y up grade del clásico Hotel Gabrielli, que reabrirá en 2023 como cinco estrellas. La última gran jugada de este interesante tablero se espera que la protagonice otro de los nombres míticos, el Cipriani. Tras la compra de la gran dama de la Giudecca por el grupo LVMH, se comenta en los mentideros del lujo que Arnault podría anunciar pronto una gran reforma, posiblemente capitaneada por Peter Marino, su interiorista estrella de cabecera. Las espaldas están en alto en Venecia y con hoteles como el Aman y el Gritti poniendo el listón a altura tan considerable, los grandes del lujo no van a escatimar en gastos para brillar en los próximos años en la Serenísima.

La piscina del Cipriani

El Cipriani tiene una baza secreta imbatible en esta época del año: su extraordinaria piscina. Uno puede dar brazadas por este agua cristalina mientras avanza entre olivos y buganvillas, oye el repicar de las campanas y admira a Palladio contemplando el campanile de San Giorgio Maggiore. No hay en el mundo una piscina igual. En un universo tan idílico y pacífico, es posible olvidar por completo que nos encontramos en uno de los destinos más saturados del planeta. Cuando Giuseppe Cipriani concibió su anhelado proyecto hotelero, la masa no era tan sofocante como ahora, pero la competencia por agasajar a quien acudía a disfrutar de los encantos de La Serenísima ya era considerable. Él la conocía bien. Tras triunfar con el célebre Harry’s Bar se propuso hacer un hotel único en Venecia, saludablemente alejado del bullicio de la Plaza de San Marcos, pero a pocos minutos de ella a bordo de una motora. Y le echó el ojo a un viejo astillero en la Isla de La Giudecca: era el lugar perfecto. ¿Perfecto, para qué? ¿Qué podía ofrecer él para competir con palacios venecianos, suites con frescos de Tiépolo, terrazas sobre el Gran Canal? Pues sencillamente algo que no existía en Venecia: un hotel con grandes espacios, jardines, piscina y pista de tenis. Un lugar donde disfrutar y relajarse sin necesidad de ir al Lido. Un hotel de ambiente cosmopolita, buena comida italiana y donde sus huéspedes se sintieran como en casa.
Vista aérea de la piscina del Cipriani

Vista aérea de la piscina del CiprianiBelmond

Entre los mejores clientes de Harry’s Bar se encontraban las hijas del conde de Iveagh, cabeza de la acaudalada familia Guinness. Su considerable fortuna, proveniente de la cerveza y de la banca, las convirtió en las socias capitalistas adecuadas para hacer realidad los sueños hoteleros de Cipriani. El establecimiento abrió sus puertas en 1958. Unos años más tarde, Cipriani convenció a las hermanas Guinness para adquirir un terreno baldío colindante donde ampliar los jardines y construir su deseada piscina, una piscina olímpica. Con las estrictas reglamentaciones urbanísticas, hoy sería imposible construir una similar. Los jardines y la amplia piscina convirtieron a Venecia en un lugar mucho más apetecible que disfrutar en verano para muchos viajeros de alto poder adquisitivo y, tal y como planeó su fundador, atrajo a aristócratas y ricos venecianos que se hicieron socios del Gabbiano Club, lo que les permitía el acceso a una piscina exclusivamente reservada para ellos y para los huéspedes del hotel. El club tiene hoy 50 socios, la mayoría venecianos y algunos extranjeros con casa en la ciudad. Casa o palacio. En Venecia, ya se sabe. Una membresía muy muy cotiza incluso por quienes tienen en sus palacios del Gran Canal frescos de Tiepolo, esculturas de Cadler o telas de Fortuny.

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No concibo que alguien con un mínimo de sensibilidad hacia el arte e interés por la historia, no conozca Venecia. ¡No hay otro sitio igual en el mundo! No es necesario ir en el populoso verano ni alojarse en el Gritti, el Aman o el Cipriani para disfrutar de este paraíso con esa magia especial. Incluso diciembre es un buen mes. Calles adornadas y casi vacías. Conciertos en las iglesias. Hay vuelos low cost durante todo el año, una gran oferta de Air B&B y es un destino muy agradecido para ir en familia. Además de los super hoteles señalados, hay algunas opciones interesantes y no tan costosas. Entre las últimas aperturas y con un toque más contemporáneo, cabe destacar, Ca’ di Dio, bien situado entre el Arsenal y la Plaza de San Marcos y firmado por Patricia Urquiola. NH Collection Murano, emplazado en una antigua fábrica de cristal en la célebre isla. Palazzo Experimental, en el siempre interesante y menos concurrido barrio de Dorsoduro. ¡Andiamo a Venezia! Y aunque le parezca que ya hay muchos turistas, imagínese cómo va a ser cuando los chinos vuelvan a viajar por Europa.
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