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28 de abril de 2024

Mazarine Pingeot, en una imagen de archivo

Mazarine Pingeot, en una imagen de archivo

Gente

Así vive Mazarine Pingeot, hija adulterina de Mitterrand, treinta años después de conocerse su existencia

Filósofa, de izquierdas, y casada con el antiguo coordinador del espionaje galo, es madre de tres hijos y dosifica sus intervenciones públicas

Manque significa, en francés, carencia. Y «la carencia está en el corazón de las relaciones y el pensamiento humanos, de la economía y la investigación, del deseo y la búsqueda, de la expectativa y la esperanza. ¿Podemos prescindir de ella? ¿A qué llamamos exactamente «carencia»? Nos puede faltar algo, nos puede faltar un sentido, nos puede faltar alguien o alguien nos puede faltar a nosotros».
Esta es la reflexión que figura en la contraportada de Vivre sans, Vivir sin, publicado hace unas semanas, decimoctavo libro escrito por Mazarine Pingeot, hija adulterina de François Mitterrand, presidente de Francia entre 1981 y 1995, y de su amante –la más estable de una interminable lista, pero no la única–, Anne Pingeot, conservadora de museo y consumada especialista de la escultura decimonónica.
Mazarine solo tenía una carencia, la del doble reconocimiento: el legal y el público. El primero se subsanó el 25 de enero de 1984, hace 40 años, en el domicilio parisino del entonces ministro de Justicia, Robert Badinter, íntimo amigo del jefe del Estado, y una de las pocas personas sabedoras de la existencia de Mazarine. Badinter convocó a un notario de su total confianza, Alain Médioni, mientras que su mujer, la ensayista Élisabeth Badinter pasó a máquina el acta. Allí presente, Mitterrand, admitía oficialmente ser el padre de la chiquilla nacida diez años antes.
El reconocimiento público tuvo que esperar una década más, por medio de una portada de Paris Match del 10 de noviembre de 1994, titulada Mitterrand y su hija, ilustrada por una imagen en la que se puede ver al padre y a su retoña departiendo a la salida de Divellec, una de las marisquerías más reputadas de París. Más que una exclusiva, fue un pactado: jamás esas fotografías –que dieron la vuelta al mundo– se hubieran publicado sin el consentimiento del palacio del Elíseo.
Sin embargo, el presidente, que ya contaba con 78 años y cuya salud se debilitaba a pasos agigantados, había decidido poner orden en su existencia –más de cara al público que ante sí mismo– antes de dejar este mundo. La revelación de su doble vida era uno de los asuntos pendientes. La «entrada en escena» de Mazarine, a la que Mitterrand engendró con 58 años –«vendimia tardía», ironizó la influyente columnista Catherine Nay– fue globalmente bien acogida por una opinión pública gala, que mostró compasión hacia un estadista viejo y enfermo.
Treinta años después de la revelación, Mazarine sigue en la vida pública. En la de alto nivel, para ser exactos: el ser la hija de una pareja de hondas inquietudes intelectuales ha dejado huella: formada en una École Normale Supérieure –viveros habituales de las élites galas–, es doctora en Filosofía. Tras haber dado clases en un instituto y en una universidad parisina y en otra de Marsella, hoy en día es docente-investigadora en el Instituto de Ciencias Políticas de Burdeos. De Filosofía, obviamente, materia sobre la que suele colaborar ocasionalmente en prensa. El confinamiento según Leibniz o La sociedad de control y el Covid-19 fueron sus contribuciones en plena pandemia.
MAZARINE PINGEOT POSANDO DURANTE LA INAUGURACION DE LA 24 EDICION DEL FESTIVAL DE CINE DE COGNAC 2006
MARCO-EF / ABACA 95238 / ©KORPA
06/04/2006
COGNAC *** Local Caption *** Mazarine Pingeot attends the 24th Cognac Film Festival opening ceremony in Cognac, France, on April 6, 2006. Photo by Marco-EF/ABACAPRESS.COM NO TABLOID 95238

La hija adulterina de François Mitterrand, en su juventudGTRES

No es una filósofa de primer nivel que haya acuñado un pensamiento propio, pero es respetada: sus ensayos han tenido mejor acogida por parte de la crítica que sus novelas, incluida una autobiográfica. Mazarine, más abiertamente de izquierdas que su padre interviene en muy contadas ocasiones sobre asuntos de la actualidad más acuciante.
Por ejemplo, para denunciar ciertos excesos del neofeminismo. Lo que, sin embargo, permanece en la retina de muchos televidentes fue su violento enfrentamiento de hace diez años con el polemista conservador Éric Zemmour: la filósofa perdió los papeles en directo, algo inimaginable en su padre.
En el plano personal, Mazarine, madre de tres hijos –dos de los cuales llevan nombres originales: Astor y Tara, la pequeña se llama Marie–, habidos con un cineasta de origen marroquí, está casada desde 2014 con el diplomático Didier Le Bret, coordinador, durante el mandato presidencial de François Hollande, de los distintos servicios de inteligencia. Los mismos, por cierto, a los que movilizaba Mitterrand, con descaro y sin límites éticos, contra todo aquél que amenazara con revelar la existencia de su hija adulterina: sin ir más lejos, el histriónico novelista Jean-Edern Hallier, sometido a escuchas y seguimientos, llegó a temer por su vida.
En el ´Salon du livre´ en Céret en 2017

En el ´Salon du livre´ en Céret en 2017Fabricio Cardenas

Mazarine, por su parte, gozaba de la protección de ocho guardaespaldas –cifra facilitada en un libro por el teniente coronel Christian Prouteau, antiguo jefe de la seguridad presidencial– procedentes de la flor y nata de la gendarmería. También de otros medios del Estado: Ariane Chemin y Géraldine Catalano revelan en Une famille au secret cómo la hija del presidente montó durante años a Gendjim, un caballo akal teke, una de las mejores razas caucásicas, regalo (de Estado, no personal) del presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niazov, a Mitterand.
Lo normal hubiera sido que el caballo hubiera sentido el peso de los jinetes de las yeguadas oficiales. Pues no: fue directamente a parar al picadero que usaba la amazona en ciernes Mazarine, situado cerca de la residencia presidencial de Souzt-la-Briche. Faltaría más.

Pacto conyugal atípico

Casados desde 1944, el matrimonio de François y Danielle Mitterrand, padres del (polémico) Jean-Christophe, Gilbert y de Pascal, muerto al poco tiempo de nacer, empezó a resquebrajarse a principios de la década de los sesenta, justo cuando el futuro presidente empezó a cortejar a Anne Pingeot, a la que tardó tres años en seducir.

Pero ni hablar de separaciones y menos aún de divorcio, sino un pacto muy atípico: nada de relaciones exhibidas ni de humillaciones públicas. Ambos lo cumplieron a rajatabla, mientas François andaba en amoríos con Pingeot, Danielle hacía lo propio con Jean Balenci, profesor de sus hijos, cuya presencia su marido toleraba. De esa forma, se convirtieron en lo que Chemin y Catalano describen como «un dúo de solteros razonables, de destinos inseparables, de ternura inalterable, pero con particiones sentimentales separadas».
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