Ariadna Vargas Llosa, el pasado 7 de octubre
Ariadna Vargas Llosa desvela qué ha pasado con la casa de su abuelo en Madrid
La nieta del premio Nobel Mario Vargas Llosa reapareció la semana pasada en Madrid para recoger un premio
Seis meses después del fallecimiento de Mario Vargas Llosa, la memoria del Nobel sigue estrechamente unida a Madrid y, en particular, a la vivienda que se convirtió en su refugio emocional durante las últimas décadas de su vida. La encargada de recordarlo públicamente ha sido su nieta, Ariadna Vargas Llosa, quien recogió el Premio Honorífico a título póstumo concedido en los Premios Influencia Hispana el pasado 7 de octubre, en el Auditorio Rafael del Pino. El galardón reconocía -según señalaron los organizadores- la contribución del escritor a la proyección de la cultura española e hispanoamericana en el mundo.
Tras la ceremonia, Ariadna -hija de Gonzalo Vargas Llosa (segundo hijo del escritor) y de Josefina Said, y sobrina de Álvaro y Morgana- atendió a algunos medios. Aunque evitó pronunciarse sobre las inminentes memorias de Isabel Preysler, confirmadas por varias publicaciones, sí se sinceró brevemente con la revista ¡Hola! para explicar que, cuando la familia viaja a Madrid, todos se alojan todavía en la vivienda del Nobel. «Vivimos en su casa ahorita. Siempre que venimos, estamos en su casa», comentó, dejando entrever que el piso sigue siendo el núcleo doméstico y emocional del clan.
Ariadna Vargas Llosa, en los premios edición Influencia Hispania, en Madrid
La vivienda, valorada en más de un millón de euros y situada en la calle de la Flora, en pleno Madrid de los Austrias, fue adquirida en 2002 por la familia. Con cerca de 340 metros cuadrados interiores y una terraza de otros 30, se trata de un ático que combina privacidad, carga simbólica y una vista privilegiada sobre el casco histórico. Allí, protegido por sus libros, el Nobel escribía siempre a mano -nunca abandonó el papel- y atravesó tanto etapas creativas como momentos personales complejos.
Es más, durante la mediática ruptura con Preysler en 2022, aquel ático volvió a servirle de refugio, tal como documentaron varios medios en su momento. Los portales y cámaras se alineaban a diario ante la entrada principal del edificio, un inmueble decimonónico a minutos del Palacio Real. En este entorno, Ariadna y el resto de la familia han encontrado un hilo de continuidad íntima: un espacio que conserva no solo muebles y manuscritos, sino atmósferas.
Sin embargo, la casa no es solo memoria: también arrastra historia jurídica y fiscal. Y es que el ático fue utilizado como aval en 2018, cuando Hacienda reclamó al escritor 2,1 millones de euros en concepto de regularización tributaria. Vargas Llosa manifestó entonces su desacuerdo y anunció que acudiría a los tribunales, pero la vivienda continuó figurando entre las garantías aportadas. Ese matiz explica por qué algunos allegados la describen no solo como un símbolo, sino también como una trinchera. Por otro lado, el derrumbe ocurrido a principios de octubre en la calle de las Hileras tuvo lugar a apenas 130 metros del edificio, a poco más de dos minutos andando.
La nieta del Nobel no entró en detalles sobre el futuro de la propiedad -si se mantendrá en la familia o cómo se resolverá su situación legal definitiva-, pero sí dejó claro que el piso sigue en uso y que conserva su valor emocional más que cualquier tasación. Desde su terraza, el escritor contempló durante años la ciudad como si fuera un mapa vivo de imaginación y materia literaria. Hoy, esa misma vista acoge a sus descendientes, que encuentran allí un modo de permanecer cerca.