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Retrato de la emperatriz Josefina

Retrato de la emperatriz Josefina

Dinastías y poder

¿Por qué llegaron a Brasil las joyas de la Emperatriz Josefina, la primera esposa de Napoleón Bonaparte?

Las joyas que un día habían pertenecido a la Emperatriz Josefina pasaron a su nieta, reina de Suecia como también la diadema de la coronación o «diadema de Braganza», en estilo neoclásico, que Pedro I había encargado para ella con motivo de su boda

La nieta de Josefina, primera esposa de Napoleón Bonaparte, se convirtió en Emperatriz de Brasil tras su matrimonio con Pedro I. Amelia fue una mujer sofisticada que aportó como dote muchas de las joyas imperiales que había heredado. Su hermana mayor, del mismo nombre que su abuela, llegará a ocupar el trono de Suecia como esposa del rey Oscar I, primogénito del legendario mariscal Bernardotte, convertido en Carlos XIV. Pero Amelia vivió en primera persona los conflictos por la sucesión en lo que había sido el Imperio portugués cuando las revoluciones liberales amenazaron la dinastía de los Braganza.

Cuando nace la princesa Amelia Beauharnais en Milán en 1812 todavía vivía su abuela Josefina, aunque acababa de ser repudiada por Napoleón para casarse con María Luisa de Austria en la idea de tener un descendiente para perpetuar el Imperio Francés. Ella era una de las hijas de Eugenio, duque de Leuchtenberg, el vástago que la exemperatriz había tenido de un matrimonio anterior a su unión con el Emperador. Su madre era Augusta de Baviera, hija de Maximiliano, el carismático soberano de la dinastía Wittelsbach y hermana de las archiduquesas Ludovica y Sofía, madres respectivas del emperador Francisco José y de Sissi.

Amelia de Beauharnais, emperatriz consorte de Brasil

Amelia de Beauharnais, emperatriz consorte de Brasil

Durante sus tres primeros años, la familia vivió condicionada por las decisiones de Napoleón que designaron a Eugenio virrey de Italia, príncipe de Venecia y gran duque de Frankfort, honores otorgados ante su imposible designación como heredero legítimo. Sin embargo, con la muerte de Josefina en la Malmaison en 1814, la posterior derrota en Waterloo y el exilio de Santa Elena, todo cambió.

Los Leuchtenberg se trasladaron a Múnich con la familia materna a la espera de acontecimientos que pudiesen condicionar su destino. Amelia y sus hermanas se educaron en el ambiente ilustrado que había caracterizado la corte de su abuelo en el palacio de Nymphenburg. En los retratos se la percibe espigada, de pelo claro y porte elegante. Pero era consciente de su pérdida de posición y sabía que el futuro dependía de una boda que exclusivamente respondería a los intereses políticos: la idea era que, gracias a su enlace, la familia recuperase parte de la grandeza del pasado. Lo mismo había ocurrido con su hermana, casada con el joven príncipe Óscar de Suecia.

A comienzos de la década de los veinte, Brasil necesitaba mejorar la imagen que desde su independencia en 1822 había dado en Europa. Pedro I de Brasil se había quedado viudo de su primera esposa, María Leopoldina de Habsburgo en 1826. Por eso y aunque la opinión que se tenía en Baviera del carácter arrogante del Braganza era negativa, parecía el momento idóneo para que otra europea ocupase el trono de Brasil.

Segundas nupcias del emperador, de Jean-Baptiste Debret

Segundas nupcias del emperador, de Jean-Baptiste Debret

La boda entre Amelia y Pedro se celebró por poderes en Munich en el verano de 1829. Sin embargo, esta unión nunca contó con el respaldo de las cortes británicas y austriacas que veían un peligro para los intereses de la Santa Alianza. Pese a todo, la recién casada partió a las Américas desde el puerto de Plymouth y tras tres semanas de navegación, llegó a Río con un ajuar espléndido que llamó la atención de su nueva corte. La acompañaba su hermano Augusto, que unos años más tarde se casó con la reina María II de Portugal, hija del nuevo marido de su hermana y por quien se derramó tanta sangre portuguesa. Diario Fluminense, el más importante del país, anunció a bombo y platillo la ceremonia religiosa, ese mismo 17 de octubre.

El matrimonio se estableció en el Palacio de San Cristóbal, aunque la crisis política que se estaba gestando en Portugal a causa del fallecimiento del rey Juan VI de Braganza y las tensiones entre liberales y absolutistas, les forzó a dejar la corona de Brasil y regresar a Europa en 1831. Debían tomar las riendas de la sucesión a favor de María de la Gloria, primogénita de don Pedro y para muchos, legítima heredera de Portugal. Amelia volvió a cruzar el Atlántico, pero se estableció en Francia mientras que su marido organizaba la resistencia liberal desde las Azores. En el París de Luis Felipe de Orleáns nació la única hija de la pareja.

Una vez terminada la guerra civil portuguesa (1828-1834), la familia pudo reunirse y fijar su residencia oficial en el Palacio de Queluz, próximo a Lisboa. Pero a escasas semanas de su llegada, Pedro I fallecía como consecuencia de la tuberculosis. Amelia, viuda y con escaso apego al país que acababa de pisar, comenzó a alternar estancias entre el Palacio de Alvor-Pombal y la isla de Fuchal, volcándose en las negociaciones para la boda de su hija con el archiduque Maximiliano de Habsburgo, su primo y hermano del emperador de Austria-Hungría que tiempo después sería proclamado emperador de México. Pero la joven princesa fallecía en Madeira a consecuencia de la escarlatina cuando aún no había cumplido los veinte años. Eso trastornó a su madre.

La emperatriz retratada por Francisco Augusto Gomes en 1861

La emperatriz retratada por Francisco Augusto Gomes en 1861

María Amelia Beauharnais, segunda Emperatriz de Brasil, viuda de Pedro I, vivió prácticamente apartada de las intrigas palaciegas que devoraban Portugal las siguientes décadas de su vida. Visitaba cada día la tumba de su hija y financió la construcción de un hospital que todavía lleva su nombre. Fallecía en Lisboa el 26 de enero de 1873 a causa de una hidropesía. Al morir sin herederos directos, las joyas que un día habían pertenecido a la Emperatriz Josefina pasaron a su hermana, reina de Suecia como también la diadema de la coronación o «diadema de Braganza», en estilo neoclásico, que Pedro I había encargado para ella con motivo de su boda.

Los restos de la Emperatriz Amelia fueron enterrados en el Panteón de Reyes y en 1982 trasladados a Brasil a la Cripta Imperial del Monumento a la Independencia de Sao Paulo.

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