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Mariscal Thomas Bugeaud y el coronel Joseph Vantini (Yousouf) durante la conquista de Argelia, 1846

Mariscal Thomas Bugeaud y el coronel Joseph Vantini (Yousouf) durante la conquista de Argelia, 1846. Obra de Emile Jean Horace Vernet

El mariscal que personificó la brutal conquista francesa de Argelia

Él concebía su misión como una toma de posesión del territorio que, si no se entregaba voluntariamente por pacto, había que arrebatar a la fuerza

El mariscal Thomas Robert Bugeaud de la Piconnerie, nacido en Limoges en 1784, aristócrata y monárquico, fue una figura señera porque ejemplificó en su persona el modelo de conquista colonial en África, que tras la Conferencia de Berlín, sería el modelo a evitar. A pesar de sus orígenes, o quizás por ello, entró en el ejército como soldado raso. Ascendió rápidamente en la Armada de Napoleón. Estuvo en Austerlitz y combatió en España, acabando la campaña como coronel. Su experiencia contra la guerrilla española le valió para su carrera posterior en Argelia.

El nombre de Bugeaud, y su gloria en Francia, está unido a la conquista de Argelia como el símbolo de la «grandeur» imperial. Los franceses llevaban tiempo con los ojos puestos en el norte de África y aprovecharon un incidente diplomático menor para declarar la guerra al dey y enviar un potente ejército. Sabían que los turcos apenas tenían fuerzas en la región y preveían que los argelinos eran fáciles de vencer.

Se acudió a los argumentos de siempre: combatir la piratería y establecer un sistema estatal estable y ordenado. Fue también una operación política del ministro Polignac que eligió la fecha cuando pasaba por un momento de baja estima popular, con el fin de ilusionar al pueblo con la adquisición de nuevos territorios. El 5 de julio de 1830 los franceses desembarcaron en Sidi Ferrouch. Entre ellos iba el artillero Bugeaud. Pero la conquista no fue un paseo como se había previsto. La resistencia argelina, sobre todo en el Oranesado, fue fuerte y causaba muchas bajas al ejército galo. En 1836 la situación era crítica y se llama a Bugeaud para su primera campaña.

Thomas-Robert Bugeaud. Obra de Charles-Philippe Larivière

Thomas-Robert Bugeaud. Obra de Charles-Philippe Larivière

Bugeaud era conquistador que recordaba a los españoles en América, pero tres siglos más tarde. Él concebía su misión como una toma de posesión del territorio que, si no se entregaba voluntariamente por pacto, había que arrebatar a la fuerza. La guerra era legítima para los franceses del XIX como modo de engrandecerse territorialmente. En 1837 pronunciaba ante la Cámara de Diputados una frase que resumía su visión de la política hacia África: «Los árabes solo respetan y honran al enemigo victorioso».

La guerra frente a lo que él llamaba la veleidad de grandes cosas con pequeñas pasiones, pagada con grandes palabras, y la parsimonia de los pequeños tenderos; gestos con los que no se obtendría ninguna ventaja en África. La diplomacia quedaba para después de la victoria, para asegurar sus frutos. Por otro lado, tenía una visión romana de la colonización. En una memoria de 1838, señalaba que en la región de Orán abundaba la tierra que había mucha abandonada por las tribus que se marcharon con el emir.

Pretendía establecer colonias militares en buenos terrenos para que los soldados, acabado su enganche, siguieran en el país como colonos. Idea irreal que no se llegó a consolidar. Porque, como escribía en el Moniteur Algérien el 23 de febrero de 1841, «la conquista sería estéril sin colonización».

La Batalla de Isly. Obra de Emile Jean Horace Vernet

La Batalla de Isly. Obra de Emile Jean Horace Vernet

Reorganizó el ejército colonial convirtiéndolo en una fuerza altamente eficaz. Montaba columnas móviles con artillería ligera que no retrasaba las marchas. Atacaba a los argelinos en sus bases, destruía sus cosechas y sus modos de manutención y no establecía bases fijas, sino que creaba situaciones de ofensiva permanente.

En 1840, después de una estancia en Francia, fue nombrado gobernador de Argelia y continuó con su método de reorganización del ejército, incorporando unidades indígenas. Finalmente, acabó con la última resistencia del emir Abd el Kader en la batalla de Isly en 1844 que se dio en territorio marroquí porque el sultán había acudido en defensa del emir a combatir a los franceses. De esta batalla salió Argelia sometida, el sultán derrotado y Marruecos privado de parte de su territorio. Bugeaud ya era mariscal y añadió el título de duque de Isly.

Terminada la guerra, Bugeaud se dio cuenta de que la administración colonial necesitaba algo más que ejércitos y se decidió a impulsar los Bureaux árabes, tarea que encomendará a uno de sus colaboradores en Isly, el general Lamoricière. Bugeaud cae tras la Revolución de 1848 y Lamoricière es aupado por su visión más paternal de la colonización, su comprensión de la cultura local y el apoyo a las comunidades rurales. Eso sí, siempre bajo la autoridad total de Francia.

Los biógrafos del mariscal, aun desde la admiración, no dejan pasar la falta de conocimiento de Bugeaud de la psicología argelina y la falta de consideración hacia el amor a la tierra y la conciencia nacional de las gentes de Abd el Kader que era, ante todo, un hombre de Dios, un líder religioso. No entendía que la nación árabe era una sociedad religiosa.

Si el francés quería todo el país y no se contentaba con enclaves costeros —«varios Gibraltar»—, el argelino se iba a oponer con todos sus fuerzas hasta que se le agotaran. Al final se impuso la visión guerrera de Bugeaud, lo que llevó a Édouard de Lamaze en Bugeaud (Lyon 1953) a decir que «el imperio francés de Argelia es, ante todo, la obra de un hombre». Era un hombre de cuartel, que hablaba como lo hacía a los soldados. Solo tenía una pasión: la patria.

Pero la patria entendida como una nación superior a las otras, a las que se podía imponer por la fuerza. Era un hombre más de la Revolución que del Antiguo Régimen. Creía en la clasificación de los pueblos en categorías y defendía la primacía de Francia. Le gustaba el ejército y no se encontró cómodo como gobernador, puesto que asumió por su sentido del patriotismo.

A los ojos actuales, el gran táctico es criticado porque su obra de expansión y su reforma de la agricultura tuvo a menudo una brutalidad y una crueldad excesiva en su manera de conducir la colonización como una guerra, como escribía Jean Pierre Bois en su Budgeaud (Paris 1997). La violencia inicial sembraba la violencia final ciento treinta años después.

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