Grabado del fantasma de Hammersmith en Kirby's Wonderful and Scientific Museum, revista publicada en 1804
Picotazos de historia
El caso del fantasma de Hammersmith: un asesinato por error que marcó la ley inglesa
Durante más de cien años en el derecho británico se ha estado discutiendo el concepto de la «idea errónea» como eximente legal
Año de 1804. Lugar: Londres. Día: 3 de enero. Una sucesión de acontecimientos absurdos, como muchas veces sucede en todo cuanto rodea al ser humano, tuvo como consecuencia la muerte de una persona y una polémica legal cuyas ramificaciones se siguen discutiendo hoy en día. Pero, si les parece bien a ustedes, empecemos por el principio.
Hammersmith es un distrito londinense situado al norte del río Támesis, al norte de Fulham y al oeste de Kensington. Es una zona tranquila de Londres, pero desde principios de noviembre de 1803 se están produciendo extraños sucesos. Los hechos denunciados tienen un carácter de tipo sobrenatural: habitantes de la zona han sido atacados por un fantasma. Los habitantes de Hammersmith están convencidos de que se trata del inquieto espíritu de un pobre suicida, enterrado en el cementerio local el año anterior.
El periódico Newgate's Calendar, de fecha de enero de 1804, publicó una recopilación de los hechos que dieron lugar a la trágica muerte y que incluye los ataques del fantasma. Menciona que el primero fue a inicios de noviembre. El fantasma atacó a dos mujeres —una anciana y la otra embarazada— en el tramo del camino que discurre junto al cementerio. Las mujeres fueron perseguidas y atacadas varias veces, y tal terror pasaron que terminó falleciendo la mayor y malpariendo la más joven. Thomas Groom, aguador, testificó que, mientras caminaba acompañado de un amigo junto a la tapia del cementerio, fue atacado por el fantasma. Se revolvió contra la aparición. No sufrió daño alguno, pero quedó muy desconcertado, lo mismo que su amigo.
Según los testimonios más fiables, el fantasma representaba a un hombre bastante alto que portaba ropas blancas. Otros testimonios, posteriormente descartados por considerarse productos de la histeria, lo mostraban llevando una máscara con ojos de cristales de colores y pieles de animales.
El miedo empezó a desbocarse y particulares decidieron formar patrullas de vigilancia. Uno de los voluntarios fue William Girdler, vigilante nocturno de profesión. Girdler había visto al fantasma la pasada noche del 29 de diciembre y lo había perseguido, hasta que el espíritu se vio obligado a desprenderse de su sudario para poder escapar. Actuación muy poco ectoplásmica.
Pues bien, la noche del 3 de enero, sobre las 22:30 horas, Girdler se encontró con el agente de aduanas Francis Smith. El agente, armado con una escopeta, le contó a Girdler que iba a patrullar por la zona y que, si veía al fantasma, lo atraparía.
Sobre las 23:00 horas de esa misma noche, Francis Smith se encontró con Thomas Millwood, que regresaba a su casa tras visitar a sus padres. Este era albañil y llevaba las ropas que caracterizaban su oficio: pantalones de lino, chaleco de franela y delantal. Todo inmaculadamente blanco, pues era persona de limpias costumbres y cuidadosa en el vestir. La hermana del albañil declaró —el crimen se cometió a pocos pasos de la casa de los padres de la víctima— haber oído claramente a Francis Smith gritar: «¡Maldita sea! ¿Quién eres y qué eres?» E inmediatamente sonó un disparo que terminó con la vida de su hermano.
El subsiguiente juicio provocó un gran revuelo y tuvo una enorme difusión, ya que fue generosamente publicitado por todos los diarios y gazettes de entonces. El juez nombrado para la causa, el distinguido sir Archibald Macdonald, hizo señalar al jurado que el acusado no actuó en defensa propia, ni disparó por accidente ni a consecuencia de provocación alguna. El jurado declaró a Smith culpable de homicidio involuntario.
El juez se rebeló contra este veredicto y aleccionó al jurado: «No podía aceptarse tal veredicto, pues el hecho de que Smith pensara que la víctima era un fantasma era algo completamente irrelevante», por lo que ordenó que el jurado deliberase de nuevo y lo declarase culpable de asesinato o lo absolviera.
Francis Smith fue declarado culpable de asesinato y condenado a «ser arrastrado, ahorcado y descuartizado», que era la forma que se estilaba entonces. En España también, excepto por el garrote; si no, pregúntenle al cura Merino, a quien arrastraron sobre un serón antes de agarrotarlo.
Volviendo al tema, la causa de Francis Smith —quien debía estar que no le llegaba la camisa al cuerpo— llegó al rey, que cambió la sentencia de muerte por otra de un año de trabajos forzados. Con todo —la sentencia, el caso y las circunstancias— abrirían unos interminables debates legales acerca de si la «idea o creencia errónea» es defensa o eximente en las causas penales.
No soy jurista —estudiar dos años de Derecho solo me autoriza a callarme— y desconozco si en el derecho penal español han existido disputas respecto a esta idea. Desde luego, en el derecho británico, durante más de cien años se ha estado discutiendo el concepto de la «idea errónea» como eximente legal.
El juicio de Francis Smith tuvo una gran resonancia, lo que convenció al autor de las «fantasmadas» a presentarse ante las autoridades. Resultó que el culpable era un zapatero de cierta edad y de nombre John Graham. Este había ideado —lo que pensó que era una travesura— disfrazarse de fantasma para asustar a su aprendiz, quien se entretenía aterrorizando a los hijos del zapatero con historias de fantasmas. Lo malo fue que el zapatero le cogió gusto a eso de asustar a la gente y todo se le fue de las manos, con los trágicos resultados que les expliqué.
En el año 2008, en el Acta de Inmigración y Justicia Criminal, se codificó que la idea errónea puede, legítimamente, alegarse como defensa en las causas penales. Cuando procediera.