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La representación de un chamán en un ritual de gut en el retrato titulado Munyeo sinmu

La representación de un chamán en un ritual de gut en el retrato titulado Munyeo sinmu

Cómo esta exitosa película de Netflix conecta con la historia y el chamanismo de Corea

Una de las principales claves de su éxito es el interés que despierta la cultura surcoreana a lo largo de todo Occidente en la actualidad

El pasado mes de junio, la plataforma de streaming Netflix estrenó la película musical de animación Las guerreras K-Pop, de Sony Pictures Animation. Lo que en principio fue concebido como un producto de entretenimiento estival destinado a preadolescentes pronto se reveló como un fenómeno viral, del que ya se han llevado a cabo pases de cine en versión karaoke, ropa infantil –y también para adultos– con licencia, y hasta una línea de muñecas fabricada por Mattel, que sin duda copará muchas de las cartas a los Reyes Magos estas próximas Navidades.

Detrás del éxito de esta producción se halla una variedad de razones: lo atractivo de la banda sonora (algunos de los pegadizos temas musicales no dejan de sonar en las principales emisoras de radio), el encanto propio de los personajes y de la trama, y el propio género al que pertenece; la fantasía urbana, un subgénero que prácticamente garantiza la acogida entusiasta de cualquier historia, por la facilidad con que el espectador puede empatizar con unos protagonistas que viven aventuras en un espacio análogo al de su vida cotidiana.

Pero, sin duda, una de las principales claves de su éxito es el interés que despierta la cultura surcoreana a lo largo de todo Occidente en la actualidad: restaurantes, series de televisión, películas, escuelas donde aprender el idioma… todo lo relacionado con Corea del Sur se ha vuelto extremadamente popular en la última década, aunque es, sin embargo, el género musical k-pop (o pop coreano), caracterizado por su estética colorida y optimista, la principal punta de lanza en lo referido a la transmisión de este impacto cultural.

Así las cosas, no es de extrañar que Las guerreras K-Pop continúe cosechando éxitos. Pero si bien el filme cuenta con ingredientes suficientes para triunfar por sí solo, no se conforma con la conjunción de una trama divertida y una banda sonora pegadiza. Cuenta, por el contrario, con una sorprendente profundidad mitológica que refuerza notablemente su coherencia como producto cultural y que puede ayudar al público general a acercarse por primera vez a tradiciones muy poco conocidas en Occidente.

La película narra en su prólogo que, cuatro siglos atrás, hordas de demonios controlados por el malvado rey diabólico Gwi-Ma se dedicaban a atacar a las personas con el fin de robarles sus almas, hasta que aparecieron tres heroínas capaces de combatirlos. Con sus armas mágicas y con sus voces eran capaces de derrotar a los demonios y encerrarlos en el inframundo, por medio de una barrera llamada Honmoon que fortalecían con su canto.

Sucesivamente, las guerreras cantoras fueron pasando el relevo de generación en generación hasta la actualidad, momento en que tiene lugar la película, y en el que las cazadoras de demonios son el trío integrante de la banda de k-pop femenino Huntr/x, aunque los saltos temporales son frecuentes a lo largo de todo el filme.

El pasado remoto en el que se sustenta esta narración no es otro que el siglo XVII del mundo real, apogeo del periodo Joseon en Corea, un tiempo histórico caracterizado por el reinado de la dinastía homónima (iniciada por Taejo de Joseon) que abarcó cinco siglos, de 1392 a 1897. Durante este periodo los hombres coreanos solían llevar el gat, un sombrero cilíndrico negro de ala ancha, fabricado con bambú y crines de caballo, y el hanbok, el traje tradicional tanto para hombres como para mujeres, que guarda algunas semejanzas con el kimono japonés. Podemos ver ambas prendas varias veces a lo largo de la película, una referencia clara y práctica con la que ubicarnos cronológicamente.

Fotografía tomada en 1863. Los hombres aparecen vistiendo el hanbok y el gat

Fotografía tomada en 1863. Los hombres aparecen vistiendo el hanbok y el gat

Se trata de un periodo histórico particularmente apropiado para la exploración de temas mitológicos que la cinta propone, puesto que fue en este momento cuando se introdujo (y paulatinamente impuso) el confucianismo en Corea, en detrimento de la religión tradicional, el chamanismo. Si bien el chamanismo convive en la actualidad con el confucianismo, el budismo, el taoísmo y el cristianismo como religiones principales en Corea del Sur (y está perseguido, como las demás religiones, en el régimen totalitario de Corea del Norte), no recuperó su popularidad hasta tiempos relativamente recientes: los años 70 del siglo XX.

Anteriormente había visto relegada su otrora prominente posición precisamente debido a la introducción de otros cultos desde el periodo Joseon en adelante. ¿Y cómo se relaciona esta cuestión con las cazadoras de demonios? Pues es que las guerreras k-pop, y todas sus antecesoras son, fundamentalmente, chamanas. Más concretamente son mudang, el término que designa a las especialistas religiosas (pues son, en su práctica totalidad, mujeres) del chamanismo coreano.

Esta religión politeísta, sin una organización institucional ni jerárquica, funcionaba (y funciona) por medio de la relación entre las personas y las deidades y espíritus ancestrales, articulada mediante las especialistas en el culto (las chamanas o mudang), responsables de llevar a cabo prácticas adivinatorias y variopintos rituales. Entre estos últimos destaca la práctica del kut, mediante el cual la chamana intercede, mediante plegarias, cánticos y bailes, ante los espíritus malignos con el fin de evitar que estos dañen a las personas. Los cánticos y bailes de Rumi, Mira y Zoey no serían sino la continuación contemporánea de esta práctica ritual ancestral.

¿Y qué son, realmente, esos espíritus a los que combaten? La película, por simplificar, habla todo el tiempo de «demonios». Pero el espectador en seguida constata que hay toda una serie de seres distintos, que poco tienen que ver entre sí, que se enfrentan a las protagonistas, y que asimismo poco o nada tienen que ver con los ángeles caídos de la cosmovisión occidental. Se trata de otras criaturas, propias de la mitología coreana:

• En primer lugar tenemos a los dokkaebi, criaturas malignas que protagonizan muchos de los cuentos tradicionales que se pusieron por escrito en periodo Joseon, pero cuya tradición se remonta mucho tiempo atrás. Serían los seres que en la película se representan con mandíbulas monstruosas, cuernos y enormes colmillos. Se parecen más a los duendes, trasgos y goblins de Occidente que a los demonios judeocristianos. En el folclore coreano suelen gastar bromas, poseer objetos o lugares, causar enfermedades, pero también en ocasiones jugar a favor de las personas, por ejemplo, trayendo buenas cosechas.

• Por otra parte tenemos a los gwishin, que no son sino fantasmas, espíritus de seres humanos fallecidos que no descansan en paz. Dentro de esta categoría podemos distinguir:

1. Mul gwishin, los denominados «demonios acuáticos» en la película, que se enfrentan a las protagonistas en la casa de baños. En realidad, se trata de fantasmas de personas que murieron ahogadas y que se dedican a intentar arrastrar al fondo del agua a sus víctimas.

2. Dalgyal gwishin: literalmente, «fantasmas huevo». Se trata de seres fantasmagóricos así llamados porque habitualmente se representan sin brazos ni piernas, y normalmente sin rostro. Son los «demonios» que aparecen en masa en el filme y que las guerreras enfrentan en la escena del metro. De acuerdo con el folclore coreano, estos seres serían personas desdibujadas porque nadie los recordaba; no tenían descendencia viva ni nadie que llevase a cabo los correspondientes ritos funerarios en su honor.

Jeoseung Saja: unos espíritus o deidades cuyo cometido era guiar a las almas después de la muerte. No obstante, la película se toma una licencia ya que Jinu, líder de los Saja Boys, los rivales diabólicos de Huntr/x y principales antagonistas, sería más bien un gwishin, porque de acuerdo con su historia pasada se trataba de un chico humano fallecido siglos atrás. El grupo de Jeoseung Saja (literalmente, «mensajero del inframundo») es el análogo coreano de la parca. Generalmente, se les representa como figuras severas pero justas, que toman las almas de los vivos y las envían al inframundo. Sin embargo, algunas representaciones los muestran bajo una luz más malvada, desgarrando las almas de los vivos y disfrutando del sufrimiento de sus seres queridos aún vivos. Su representación habitual los muestra como un grupo de chicos ataviados con un hanbok negro y gat.

• El tigre y la urraca: si bien no son, sensu stricto, figuras mitológicas, los dos animales que acompañan a Jinu (un tigre azul y una urraca de seis ojos ataviada con un gat) no son un añadido casual. Se trata de dos iconos del minhwa, el arte popular coreano característico del periodo de Joseon, que tenía una importante carga de sátira política (al pintar a un animal pequeño jugando con otro mucho más grande que él).

Si bien ya hemos puesto de relieve la importancia de las guerreras en tanto que chamanas, no solo su rol musical-religioso tiene importantes vínculos con el folclore local, sino también algunas leyendas concretas, como la de la princesa Bari, cuya historia conecta en varios puntos con la de la protagonista, Rumi.

La película no se queda atrás, en materia mitológica, en lo que respecta a lo visual, y específicamente a las armas, algo de gran importancia al tratarse de guerreras. Rumi, la protagonista, porta una Sainchamsageom, una espada legendaria concebida para matar demonios. Mira blande un Gok-Do, inspirado en el woldo tradicional coreano, característico por su hoja curva y afilada. Finalmente, Zoey ataca a los demonios con su Shin-kal, cuchillos de uso ritual chamánico.

Las guerreras K-Pop, en suma, ofrece mucho más de lo que a priori su público objetivo podría esperar: como poco, una excelente oportunidad para llevar a cabo un primer acercamiento al fascinante mundo de la mitología coreana.

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