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24 de abril de 2024

El presidente ruso, Vladimir Putin, preside vía telemática una reunión del Consejo de Seguridad la semana pasada

El presidente ruso, Vladimir Putin, preside vía telemática una reunión del Consejo de Seguridad, la semana pasadaAFP

Guerra Rusia - Ucrania  El futuro de Rusia tras la guerra: deprimida, aislada y despojada de inversiones

Tres expertos dibujan un país marcado durante años por profundas dificultades económicas y con las relaciones con otros países reducidas a mínimos tras el fin de las hostilidades

Un país deprimido, aislado por la comunidad internacional, marginado por los inversores y marcado por una profunda huella de sospecha y recelo que se prolongará durante años. Es el retrato que hacen tres expertos consultados por El Debate sobre el futuro de Rusia a corto-medio plazo como consecuencia de sus devastadoras acciones en Ucrania.
«[Su situación] es algo que ya ha cambiado. Tal vez no para siempre, pero sí que es probable que durante unas décadas su relación con el resto del mundo vaya a cambiar radicalmente», señala Antonio Alonso, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales en la Universidad CEU San Pablo, que al igual que Charles Powell, director del Instituto Elcano, no cree que la ruptura vaya a ser absoluta, pero sí que augura un enfriamiento muy agudo cuyo alcance dependerá del desenlace de la guerra.
Ambos esgrimen, en este sentido, tres asuntos que condicionan el nuevo trato que asoma entre el gigante euroasiático y el resto de países y que impide una voladura total: la dependencia energética, las cuestiones comerciales y el aspecto burocrático, en el que entra en juego, por ejemplo, la cuestión de las residencias (los ciudadanos rusos que viven en el extranjero y los de otros países que residen en Rusia).
«Las rupturas totales no existen casi ni con países como Corea del Norte, donde todavía se mantienen algunas embajadas, y esto se debe parcialmente a que nuestras economías están ahora mucho más conectadas que durante la Guerra Fría, lo que hace que sea más difícil soltar amarras», explica Powell, historiador y autor de seis libros y numerosos artículos sobre la historia, la política y las relaciones exteriores de España.

Es probable que durante unas décadas la relación de Rusia con el resto del mundo cambie radicalmenteAntonio Alonso, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad CEU San Pablo

Pero al mismo tiempo advierte de que «si Putin no rectifica e insistiera en ocupar militarmente parte de Ucrania de manera indefinida, Occidente no podría levantar las sanciones, y eso significa que no habría vuelos directos, que los lazos económicos, científicos o culturales se verían extraordinariamente limitados, y que la expulsión de Rusia de los organismos e instituciones internacionales la condenaría directamente al ostracismo». «Sus ciudadanos no podrán viajar por el mundo y casi no tendría ni sentido que tuvieran embajadas ni consulados en muchos sitios», apunta.
Otra de las parcelas que se verán fuertemente afectadas será la de las inversiones. «Dejaremos de ver a Rusia como un lugar en el que hacer inversiones, porque se le verá abiertamente como un adversario. Los proyectos que estén ahora mismo en marcha se paralizarán, y las empresas que permanezcan allí es plausible que sufran algún tipo de boicot, porque eso significa que aceptan una invasión de este tipo como algo normal», vaticina Antonio Alonso.

Plano económico

En términos económicos, el porvenir del gigante euroasiático tampoco se perfila especialmente halagüeño, con un «bombardeo» de sanciones que causará estragos entre la población conforme se vayan endureciendo y con una economía que entrará en depresión como consecuencia de las masivas pérdidas.
«Rusia entraba en este conflicto preparada. Su deuda pública no era muy alta –de en torno al 20 % del PIB– y tenía unos indicadores bastante buenos, aunque en los últimos años habían decaído. Pero la diplomacia económica que se le ha aplicado la ha acorralado en una esquina, y esto le ha generado una serie de problemas importantes», apunta Massimo Cermelli, profesor de Economía en la Universidad de Deusto.
La depreciación del rublo en más de la mitad de su valor, los pagos de la deuda y las ingentes pérdidas diarias como consecuencia de las sanciones, de en torno a 1.000 millones de dólares diarios según algunas estimaciones, conforman una tormenta perfecta que golpeará sobre todo a una población que, entre otros muchos contratiempos, tendrá que hacer frente al desabastecimiento de los productos importados por Rusia y a una profunda destrucción de empleo.
Una de las cuestiones que más interrogantes generan en estos momentos es la cuestión energética. Pese a que la UE ha acordado reducir significativamente la dependencia de los hidrocarburos rusos durante los próximos cinco años, las alternativas son limitadas, especialmente en lo relativo al gas. «Es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo en un momento en el que estamos llevando a cabo una transición hacia un entorno energético dominado por las renovables. Con esta base, se han impuesto dos corrientes: los que creen que esta crisis nos va a obligar a ralentizar esa transición porque recurriremos a otras fuentes más contaminantes, como puede ser el carbón; y los más optimistas, que opinan que esta crisis nos va a forzar a reducir nuestra dependencia del petróleo y del gas», expone Powell, que añade que «la gran pregunta es si se producirá, y cuándo, un desacoplamiento económico» entre Rusia y el resto del mundo.
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