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20 de abril de 2024

Amable Casas, opositor cubano

Amable Casas, opositor cubanoAmable Casas

Cuba

Amable Casas, opositor cubano: «Occidente debería tener cuidado con la dictadura castrista»

Ingeniero eléctrico de 42 años, hace doce meses participó en las revueltas; hoy está refugiado en Suiza: el comunismo no le perdonó su compromiso cívico

Amable Cima es un ingeniero eléctrico de 42 años, Hace doce meses participó en las revueltas; hoy está refugiado en Suiza: el comunismo no le perdonó su compromiso cívico
–¿Cómo vivió las revueltas de la semana del 11 de julio de 2021?
–Fue un día inolvidable para los cubanos, para mi familia y para mí. Un momento liberador. Creímos con una fe ciega que hasta ese día iba a llegar la dictadura cubana. Un momento en que se gritó pidiendo libertad. No se pidieron medicamentos ni se recordaron las carencias materiales.
–La respuesta oficial fue la orden de combate de Díaz-Canel contra su pueblo.
–Fue el inicio de la represión. Esa semana fue triste, porque empezaron a encarcelar gente, a coger a los que ellos vieron en las redes que estaban en las manifestaciones, a todo al que a ellos les pareció. Y un grupo de cristianos nos dimos a la tarea de liberar a algunos de nuestros hermanos, entre ellos Henry Constantin, Neife Rigau e Iris Mariño.
–Las garras de la represión se cernieron sobre usted unos días más tarde al adherirse a la plataforma Archipiélago.
–Sí. Un grupo de Facebook que se creó después de las revueltas y en el que mi esposa y yo tuvimos una participación activa. Un grupo muy representativo de todas las tendencias de la sociedad que ideó la marcha cívica por el cambio: se presentaron las peticiones para hacerlas en distintas provincias.
–En la suya, Camagüey, la firmaron una veintena de personas.
–Por hacer esa solicitud, a la que tiene derecho cualquier ciudadano en cualquier país del mundo, todos los firmantes fuimos citados por la Seguridad del Estado, amenazados con cárcel si salíamos a la calle. Después de eso, fuimos también «visitados» en casa por más de siete personas, entre ellos un teniente coronel para que no saliésemos el día indicado.

De todo lo que he hecho en mi vida en contra de la dictadura, no me arrepiento de nada

–¿Qué alegaron?
–Que querían tranquilidad para sus hijos porque el Gobierno había fijado ese día el inicio del curso escolar. Les explicamos con argumentos que los violentos eran ellos, que repartían palos y piedras en los centros de trabajo para agredir a su propio pueblo. Todo eso lo sufrimos en carne propia. El día 15 tuvimos vigilancia en casa desde las cinco de la mañana. Disponemos de la foto del vecino que se prestó para eso.
–¿Se arrepintió en algún momento de haber firmado la carta?
–De todo lo que he hecho en mi vida en contra de la dictadura cubana, ya fueran la recogida de firmas del Proyecto Varela –impulsada por el Movimiento Cristiano Liberación–, ya fuera el apoyo a las familias de presos de la Primavera Negra de 2003, o la cooperación con el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el salir el 11 de julio –reconozco que me dio miedo, aunque lo vencimos–, no me arrepiento de nada en absoluto. La libertad que quiero para mi país, con todos y para el bien de todos, como decía José Martí, no importa cómo piensen. Hay que ser inclusivos. No me arrepiento de nada.
–¿De qué han servido las revueltas un año después?
–Sirvieron para decirle al cubano ¡Ánimo, que sí puedes! Aunque después haya venido la ola represiva que aún se mantiene en todo el país para hacer lo que ellos hicieron al principio de la mal llamada Revolución: sembrar el terror. También han servido para que ellos se quiten la máscara que tienen o tratan de tener a nivel internacional.
–¿Cómo la describiría?
–Que es el mejor país del mundo, el mejor sistema del mundo y que el pueblo está con ellos. Pues no: la mayoría del pueblo no está con ellos. Una cosa muy importante: la llamada intervención norteamericana, que siempre ha sido un fantasma para Cuba. Estados Unidos ha demostrado que no tiene ningún tipo de interés en hacer una intervención militar en Cuba.

Imponer una ideología es violar los derechos humanos. Es un peligro que los países democráticos no tienen en cuenta

–¿Cuál debería ser, entonces, la actitud de las potencias democráticas?
–Las personas no tienen la noción de hasta donde llega la dictadura cubana, «vendiendo» una ideología para después imponerla. Imponer una ideología es violar los derechos humanos. Es un peligro que los países democráticos no tienen en cuenta. Deberían, en mi humilde opinión, tener mucho cuidado: se le cuelan y desestabilizan un país en un momento, como ha pasado en Venezuela y en Nicaragua, ejemplos vivos de lo que pasa cuando el comunismo penetra.
–¿No tienen tanto cuidado?
–Sé que en los países democráticos las leyes, a diferencia de Cuba, no se hacen de un día para otro. Tienen su proceso. Pero el mundo no puede dar la espalda a Cuba. Y es lo que ha pasado con los países democráticos. También han tenido la suerte de que la guerra de Ucrania ha hecho que el mundo se olvide de ellos. Pero los países democráticos deberían tener mano dura para con cualquier régimen dictatorial.
–Una dictadura que usted terminó abandonando. ¿Por qué?
–A raíz de todo lo que vivimos el 11 de julio, de los hechos del 15 de noviembre siguiente, que trajo como consecuencia la vigilancia permanente en nuestra casa –con cámaras de seguridad–, y en nuestro trabajo. Como miembros del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, atendíamos espiritual y materialmente a las familias presas del 11 de julio en Camagüey.
–Más de lo que podía tolerar la dictadura.
–Era una china en su zapato. Estábamos ya frontalmente contra ella: habíamos salido del anonimato para recabar la mayor información posible acerca de las violaciones de derechos humanos que se hacían en Cuba. Nuestra conciencia nos pedía ayudar a esas familias de presos, pues podría haberse tratado de nosotros.
–Una vez en Suiza…
–…nos enteramos, a los pocos días de estar aquí, que nos había llegado una citación de la Fiscalía, no ya de la Seguridad del Estado. Y al señor que dejaron haciendo el trabajo de ayuda material a las familias de presos fue detenido. Cuando le soltaron, le dijeron que si seguía le encarcelarían. O sea, lo que me esperaba a mi y a mi familia era la cárcel. Además, tengo a mi padre enfermo y a mi esposa enferma.
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