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29 de marzo de 2024

Bombarderos B52 de la fuerza aérea de EE.UU. llegando a Reino Unido

Bombarderos B52 de la fuerza aérea de EE.UU. llegando a Reino Unidotwitter.com/RoyalAirForce/media

El retorno de la disuasión nuclear

Estados Unidos necesita reforzar drásticamente la disuasión y socavar la confianza de Pekín en su capacidad de éxito

En 1993, hace casi 30 años, los argumentos a favor de la adquisición de armas nucleares por parte de Ucrania se basaban fundamentalmente en dos argumentos clave:
  1. Las armas nucleares ucranianas promoverían la paz y la estabilidad en una región que de otro modo podría ser propensa a los conflictos.
  2. Las armas nucleares mejorarán la seguridad ucraniana, proporcionando una garantía de seguridad definitiva para un Estado que temía ya entones por su soberanía comprometida por su enorme y potencialmente amenazante vecino del este: Rusia.
Hace tres décadas, saliendo ya de la Guerra Fría fue éste un debate candente. Pero el «Tratado de No Proliferación» condujo a Ucrania a convertirse en un Estado «no poseedor de armas nucleares».
Los argumentos a favor de la proliferación nuclear se basaban en los efectos pacíficos de las armas nucleares, como defendía hace décadas Kenneth Waltz, en una apología de la proliferación y la disuasión nuclear: «promoverá la paz y reforzará la estabilidad internacional», porque las armas nucleares aumentan en gran medida los costes y los riesgos de la guerra e inducen a la cautela en el comportamiento de los estados. Un argumento muy reforzado por la experiencia de la Guerra Fría.
Si las armas nucleares causan la paz de forma fiable, entonces la proliferación nuclear no era simplemente aceptable, sino deseable, estabilizando una situación que de otro modo podría deslizarse al conflicto (como se planteó en 1993 justamente en Ucrania).
Hay opiniones encontradas con estos planteamientos y son las que, más bien, han predominado en estas décadas desde que acabó la Guerra Fría.
Pero defensores de la disuasión y proliferación nuclear han regresado y argumentan que la lógica del paradigma de la paz nuclear es tan poderosa que se puede aplicar a toda la gama de condiciones nacionales, regionales e internacionales.
Las armas nucleares son tan clara e incuestionablemente destructivas que incluso un pequeño riesgo de que puedan ser utilizadas es suficiente para detener la mano de los responsables en la toma de decisiones. Las armas nucleares facilitan a los Estados la tarea de garantizar su seguridad.
En este punto hay dos frentes abiertos: no solo la presente guerra en Ucrania, sino la posibilidad de un frente en el Pacífico.
De ahí que la nueva Estrategia de Defensa Nacional, de la Administración Biden, llevada al Congreso en marzo (y que se publicará en forma no clasificada en los próximos meses) refleja ya la necesidad de actuar con mayor rapidez y agilidad para reforzar la «disuasión» tanto a corto como a largo plazo.
La estrategia refuerza la atención a una China cada vez más agresiva como principal amenaza para Estados Unidos y hace hincapié en un nuevo marco de «disuasión integrada», que recurre a todos los instrumentos del poder nacional, así como a las contribuciones de los aliados y socios de Estados Unidos, para disuadir futuros conflictos e incluye la disuasión nuclear.
También identifica una serie de tecnologías que serán fundamentales para mantener la ventaja militar de Estados Unidos –como la inteligencia artificial, la autonomía, las capacidades espaciales y las armas hipersónicas– y pide más experimentación para prepararse en la futura lucha bélica.
Tal esfuerzo aspira a reforzar la posición militar de Estados Unidos en el Indo-Pacífico y a profundizar sustancialmente sus relaciones con importantes aliados y socios.
El plan adolece de la pieza fundamental, según algunos analistas, que sería como propiciar esta aceleración y ampliación de la capacidad de respuesta estadounidense para disuadir a China en el margen de cinco años.
El Pentágono está desarrollando capacidades ofensivas y defensivas que tardarán una o dos décadas en ser diseñadas, construidas y desplegadas. De ahí que se apele a la fuerza de la disuasión nuclear.

Las nuevas tecnologías de doble uso están cambiando el carácter de la guerra mucho más rápido

Pero las nuevas tecnologías de doble uso están cambiando el carácter de la guerra mucho más rápido que eso. Esto ya se ha probado en Ucrania, donde las imágenes comerciales por satélite, los drones autónomos, las comunicaciones celulares y los medios de comunicación social han dado forma a los resultados del campo de batalla.
China, por su parte, aproxima posiciones, ya que lidera el mundo en la fabricación de pequeños drones y telecomunicaciones avanzadas. Obliga a sus empresas privadas a colaborar estrechamente con el Ejército Popular de Liberación (EPL). Acelera el desarrollo y la adopción de nuevas tecnologías.
China ha estudiado detenidamente las capacidades de Estados Unidos, e incluso ha robado y copiado los diseños de muchos de los principales sistemas de armas estadounidenses. Ahora, las asimetrías han disminuido entre las capacidades estadounidenses y las suyas.
Si Washington quiere negar a Pekín su capacidad de bloquear o invadir Taiwán en los próximos cinco años, debe acelerar el ritmo y la escala del cambio y adoptar un nuevo enfoque: un liderazgo implacable en Defensa para hacer de la disuasión a China una prioridad diaria.
Un esfuerzo urgente para resolver los problemas operativos más críticos a los que se enfrentaría Estados Unidos para disuadir y derrotar un asalto chino a Taiwán. Esto incluye necesariamente la disuasión nuclear.
Estados Unidos necesita reforzar drásticamente la disuasión y socavar la confianza de Pekín en su capacidad de éxito. Así mismo, la guerra convencional hasta ahora llevada en Ucrania cada vez más sitúa a los contendientes a subir la apuesta.
En un frente y en otro, un juego de «doble o nada» nos mantiene al mundo en vilo: ¿La «disuasión nuclear» puede propiciar la paz o, por el contrario, nos sienta a todos sobre un polvorín?
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