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20 de abril de 2024

Propaganda militar en Moscú

Propaganda militar en las calles de MoscúAFP

376 días de guerra en Ucrania

El infierno demográfico que se avecina en Rusia a lomos de la militarización y la represión política

Los efectos combinados de la movilización de nuevos reclutas, los muertos y mutilados en Ucrania y aquellos que escapan del país para evitar ir a la guerra hundirán la tasa demográfica rusa

Rusia se enfrenta a una crisis demográfica sin precedentes que, si bien se viene gestando desde antes de la pandemia de COVID 19, se ha acelerado de forma preocupante como consecuencia a los efectos del coronavirus y de la guerra en Ucrania.
Tanto el presidente ruso, Vladímir Putin, como los altos jerarcas del régimen lanzan periódicamente llamamientos a la población rusa para que tengan más hijos.
Sin embargo, la creciente militarización del país, el aumento de la represión y las movilizaciones parciales para ir a luchas y morir en Ucrania no solo no ayudan al objetivo de «perpetuar al pueblo ruso» (en palabras de Putin), sino que están ahondando en la crisis demográfica a un ritmo nunca visto.
Según un estudio del Think Tank Carnegie Endowment for Intyernational Peace, firmado por Andréi Kolesnikov, los efectos en la natalidad y en el mercado laboral de la guerra «serán severos».
Kolesnikov señala que «si los hombres van a la guerra o emigran en masa en lugar de engendrar hijos, ¿de dónde vendrán los hijos? El efecto en el mercado laboral también será severo».
En ese sentido destaca la contradicción entre el objetivo de Putin de aumentar la tasa de natalidad y la esperanza de vida en Rusia y la decisión del ministerio de Defensa, Sergei Shoigu, de trasladar la franja de edad para el servicio militar obligatorio de entre 18 y 27 años a los 21 y 30.
Esa nueva franja sacará del mercado laboral a una amplísima franja de población para hacer el servicio militar justo en el momento adecuado para formar familias y cuando más productivos pueden resultar para la economía nacional.
En definitiva, en Rusia se anuncia una catástrofe demográfica y económica. El servicio militar obligatorio extraerá entre 2023 y 2030 del mercado laboral a entre 3 y 4 millones de personas de entre 20 y 40 años.
A esos millones de trabajadores perdidos hay que sumar a todos aquellos que ya se han ido o que se irán para escapar de la militarización y la represión en Rusia.
No solo eso. También hay que sumar a todos los que morirán en el conflicto ucraniano y a todos aquellos que sobrevivirán, pero que volverán a sus casas tan mutilados que serán declarados incapacitados para ejercer una profesión.
Según Kolesnikov, la caída demográfica en Rusia se cronificará y durante muchos años la tendencia se mantendrá a la baja con una fuerte aceleración a corto y medio plazo.
Hay otros elementos, más difíciles de registrar, pero igualmente tangibles, como los cambios en los planes de las familias rusas.
La incertidumbre por la guerra y las sanciones han hecho que muchas familias estén decidiendo posponer la formación de una familia y tener hijos hasta que vuelva la estabilidad.
Cita en su estudio un dato del Instituto de Demografía de la Escuela Superior de Economía de Rusia según el cual sólo la movilización de 300.000 nuevos reclutas decretada por Putin el pasado otoño implicará 25.000 nacimientos menos.
Un número que aumentaría notablemente con las demás variables citadas, como los fallecidos en la guerra, los heridos irrecuperables o los que salieron del país.
Otros elementos a tener en cuenta que explican esta incipiente crisis demográfica: la campaña del Kremlin contra las titulaciones universitarias que buscan disminuir la cifra de titulados superiores, una población más propensa a la rebelión y menos dócil al militarismo, una inevitable crisis económica derivada del futuro déficit de mano de obra y el aumento del gasto improductivo por el espectacular aumento del presupuesto para el Ejército.
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