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14 de mayo de 2024

Maniobras militares de la OTAN

Maniobras militares de la OTANAFP

Retos europeos

El imposible camino de la política de Defensa común en la Unión Europea

Desde los años 50, asentar las bases de la seguridad ha sido un quebradero de cabeza por la falta de consenso entre los principales líderes del continente

Acabada la Segunda Guerra Mundial, la defensa de Europa se fundamentó en la entente francobritánica, plasmada en el Tratado de Dunquerque de 1947 y en su participación en los Tratados de Bruselas de 1948 y el Tratado del Atlántico Norte de 1949.
Sus objetivos fueron controlar a Alemania –todos temían un rearme del país sin control de terceras potencias, en especial los franceses–, fortalecer las diversas posiciones diplomáticas y, ante todo, establecer el tan deseado sistema de seguridad europeo.
Con ese objetivo finado nacería el Plan Schuman de 1950, y el primer tratado comunitario, que daba a luz a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (el germen de lo que se conoce hoy en día como Unión Europea), pero la guerra de Corea concienciaría de hasta qué punto era necesario acelerar el rearme europeo y crear una unidad defensiva. Se dio luz verde a la Comunidad Europea de Defensa (CED).
El tratado de la CED se firmó en París el 27 de mayo de 1952, aunque las instituciones que contenía no eran las supranacionales deseadas por el federalista francés Jean Monnet. La pugna en el seno europeo ya era evidente: federalistas frente a patriotas. Los primeros querían diluir los Estados-nación; los segundos, evitarlo a toda costa.
El federalismo extremo que representaba esta postura tuvo su oposición en los gobiernos británicos y francés, en especial este último a través del general De Gaulle que creía en una Europa de naciones y no en la «nación europea».
La presencia cada vez más beligerante de la URSS facilitó la entrada de una Alemania militarizada en la OTAN y en la UEO. Los comunistas servían como cemento para la construcción de la Europa que conocemos.
El Tratado de Bruselas de Cooperación y Seguridad Colectiva, firmado el 23 de octubre de 1954 en París, trataría de construir una Europa más integrada en la defensa al fortalecer el anclaje alemán en el espacio euroatlántico y occidental, reconciliándose con Francia. Es este momento cuando se forja el eje francoalemán que todavía perdura en el seno de la UE.
La entrada de Gran Bretaña en el proyecto de Defensa reforzaría la capacidad defensiva de la Comunidad Europea que adoptaría en el Consejo Europeo de Copenhague la Declaración sobre la Identidad Europea. Eso sí, se omitió cualquier referencia a la política común de Defensa y a las relaciones con la OTAN. Por aquel entonces todavía generaba gran rechazo. La preocupación sobre el control europeo de los americanos era habitual en aquellas fechas.
Décadas después, en 2004, se crearía la Agencia Europea de Defensa, entre cuyas funciones se encontraría el desarrollo de las capacidades defensivas, la cooperación armamentística y la creación de un mercado de equipamiento militar europeo. Esto último es sencillo debido a que todos los miembros de la OTAN utiliza el mismo armamento base.

Fin de la URSS

Los Estados europeos entendieron que Estados Unidos reduciría su presencia militar en Europa una vez el peligro soviético hubo desaparecido en 1991. Durante la Cumbre francoalemana en la Rochelle el 22 de mayo de 1992, Mitterrand y Kohl decidieron crear Eurocorps, cuerpo de ejército de la UEO.
Las misiones que se podían encomendar eran aquellas destinadas a la defensa común de los países aliados y las misiones de mantenimiento de paz. La sede se estableció en Estrasburgo y en los años siguientes se sumaron Bélgica (1992), España (1994) y Luxemburgo (1996).
A pesar de la creación de este cuerpo, ya en 1994 la OTAN había asumido la defensa europea. Bajo el mandato del socialista español Javier Solana se firmó el 27 de mayo de 1997 en París el fin de las hostilidades entre OTAN y Rusia. Papel mojado, visto lo visto.
En 1999 se articuló una fuerza de 60.000 hombres que podría ser desplazada en un plazo de 60 días y durante un año. Eurocorps sería ofrecido por Francia y Alemania a la UE y se transformará en 2002 en un cuerpo europeo de acción rápida. El objetivo era disponer entre 60 y 80 mil hombres con una reserva de 150.000.

Nuevo milenio

En 2003, la UE accedería a la planificación operativa de la OTAN. Una serie de medidas discutidas en torno a la política de defensa común fueron incluidas en el proyecto de constitución europea que fue parado en seco en varios referéndums.
Entre ellos se encontraban el artículo I-11 e I-115 sobre competencia de la Unión en Política Exterior y de Seguridad Común, el artículo 1-27.2 sobre el ministro de Asuntos Exteriores y su contribución a la formación de la Seguridad y Defensa Común, el artículo III-205-apartado 7 sobre la acción de una Agencia Europea de Armamento, investigación y capacidades militares y el artículo UUU-205-apartado 6 sobre la institución de una estructura permanente de seguridad.
Tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el 31 de marzo de 2010, los diez Estados miembros de la UEO anunciaban su disolución y la asunción total de su contenido por la Unión Europea en colaboración con la OTAN. De esta manera, se daba un paso más hacia la unificación total europea. Ambas instituciones salían fortalecidas centralizando el mando en Bruselas.
Con la llegada del alemán Jean Claude Juncker al frente de la Comisión Europea se reavivó el debate sobre la política Europea de Defensa. La revolución de color naranja de Ucrania, las guerras de Siria y Libia y los atentados en suelo europeo pusieron de nuevo sobre la mesa la necesidad de una defensa común, a pesar de que, por ejemplo, la guerra de Libia la inició la Francia de Nicolas Sarkozy para defender su control sobre la África francófona.
La por aquél entonces ministra alemana de Defensa y actual presidente de la Comisión, Ursula von der Leyen, se mostró muy favorable a la propuesta de creación de un ejército europeo.
Después llegó el Brexit. Las implicaciones que supuso la salida del Reino Unido de la política de defensa común de la UE eran importantes porque suponía, en primer lugar, la pérdida de una de las dos potencias nucleares europeas (la otra es Francia) y la de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con derecho a veto. Por otro lado, el Reino Unido era el miembro que más invertía en defensa. Solo este país suponía cerca del 25 % de gasto total de la UE.

Hacia un mundo multipolar

La situación actual genera de nuevo más incertidumbre, pero los problemas internos no se disipan, quizás en parte porque no se quieren llevar a cabo ciertos debates incómodos. ¿Tenía razón el Reino Unido al salirse de la Unión argumentando que quería más soberanía de la que Bruselas permite? ¿Están todos los ciudadanos de acuerdo en diluir los Estados miembros en una suerte de Estados Unidos de Europa? ¿Es acaso imposible tener una política de defensa común sin respetar las soberanías nacionales? ¿Un ejército común cómo se estructuraría en la OTAN?
Mientras, Rusia y China avanzan en sus planes de creación de un poder global alternativo al instaurado por Estados Unidos desde 1944 en Breton Woods e impulsado por los pactos de Washington de los años 80-90. Su plan es crear instituciones internacionales paralelas a las concebidas por la esfera anglosajona tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
En la última cumbre de los BRICS se ha acordado la inclusión de potencias regionales como Arabia Saudí e Irán. ¿Será capaz la Unión Europea de cambiar de rumbo reconociendo los errores pasados o continuará en su salto hacia adelante dentro de la fuerza centrífuga generada por Londres y Washington? ¿Es posible una independencia real europea que consigue que el bloque comunitario recupere el rol a nivel global que tuvo hace décadas?
Hasta el momento, los únicos pasos de defensa común se han dado en relación con la defensa de las fronteras y, aún así, ya se ha visto como una parte de los Estados miembros se niegan a cumplirlo.
El espacio de seguridad común Schengen no puede defenderse cuando hay países o líderes europeos como Josep Borrell que reniegan de las fronteras. Lo mismo ocurre con Frontex, un sistema que, en vez de prevenir y defender a Europa de la inmigración masiva e ilegal en el Mediterráneo, trabaja para lo contrario.
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