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03 de mayo de 2024

Juan Rodríguez Garat
Juan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Misiles sobre Crimea y Odesa: el humo y el fuego

Todo en Rusia depende de la elección de un solo hombre

Actualizada 04:30

Rusia lanza una nueva oleada de misiles y drones contra Odesa

Rusia lanza una nueva oleada de misiles y drones contra Odesa

A estas alturas de la guerra de Ucrania, parece claro que los ataques de drones suicidas y misiles de uno y otro bando a objetivos terrestres en la retaguardia del enemigo atraen más a los medios no especializados que la relación interminable de ataques y contraataques asociados a la anticuada guerra de trincheras en la que, poco a poco, se ha ido convirtiendo la «operación militar especial» de Putin.
¿Por qué ocurre esto? Quizá sea porque la proximidad de civiles añade un punto de épica a los ataques que se realizan con éxito –que son todos, si hay que creer a los respectivos ministerios de defensa– y un intenso impacto dramático a los que fallan el blanco… que también son casi todos si, en vez de al lanzador, escuchamos al enemigo.
Parte de la explicación está en la facilidad de acceso al lugar del ataque, lejos del frente, permite a los corresponsales de guerra –a quienes aprovecho la ocasión para felicitar por lo que hacen– describir los efectos de las explosiones y mostrar al público fotografías que necesitamos conocer para tomar nuestro propio partido.
También sorprende a los lectores no familiarizados la impotencia de unos y otros para blindar sus cielos a pesar de los muchos medios puestos en juego, unos mejores que otros, pero nunca suficientes para cubrir todos los posibles objetivos de dos países enormes.
Pero crea el lector que ese interés quizá morboso por creer o negar, aplaudir o condenar los daños causados según sea nuestra posición respecto al conflicto, es el que casi siempre justifica unos ataques que solo en muy pocas ocasiones pueden modificar el curso de la guerra.

Rusia bombardea las instalaciones portuarias de la región de Odesa, aunque hacerlo en absoluto le ayude a ganar la guerra

Quede dicho, pues, que Rusia bombardea las instalaciones portuarias de la región de Odesa, aunque hacerlo en absoluto le ayude a ganar la guerra, sencillamente porque lo aplaude su pueblo. Y lo mismo hace el pueblo ucraniano cuando son sus misiles los que atacan instalaciones militares en Rusia o en Crimea.
Sin embargo, y siendo cierto lo antes dicho, no es toda la verdad. Queda una importante cuestión por dilucidar: ¿Por qué Rusia escoge Odesa para los ataques de los últimos días? ¿Por qué Ucrania escoge Crimea?
«Por el humo se sabe dónde está el fuego», dice el refrán. Nosotros sabemos dónde está el negro humo de los impactos de los misiles. Pero, ¿dónde está el fuego que los provoca?
Le daré una pista: mientras los ojos de la prensa se concentran en los ataques aéreos de unos y otros y los analistas discuten sobre la suerte del almirante ruso de la Flota del mar Negro, tanto en el frente de Zaporiyia como en el propio mar Negro –un teatro este último normalmente apagado por su carácter secundario– ocurren cosas de mucha mayor importancia para los combatientes.

Fuego en el mar Negro

Desde que Rusia se retiró del acuerdo para la exportación de cereal, Ucrania ha puesto en marcha un corredor marítimo que llama «humanitario» y que debe sostenerse sin permiso del Kremlin. Un corredor que bordea el mar Negro por el oeste, próximo a las costas amigas de Rumanía, Bulgaria y Turquía, y que ya ha sido usado por más de una decena de buques.
Se trata de un desafío en toda regla para Putin, pero no de naturaleza militar sino política. ¿Qué va a hacer el líder ruso al respecto? ¡Eso quisiera yo saber!
Rusia puede utilizar sus misiles antibuque de gran alcance o los torpedos de sus submarinos para hundir cualquiera de los mercantes que navegan por el corredor. Pero sería algo demasiado parecido a la guerra submarina sin restricciones que ordenó Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Porque lo que casi nunca será posible es realizar una inspección previa, ni en aguas de países de la OTAN ni en las ucranianas, protegidas éstas últimas por eficaces misiles antibuque. Algunos de ellos, por cierto –y lo digo con un punto de orgullo– entregados por España.
La advertencia de Putin de que considerará que todo mercante dirigido a Ucrania puede llevar material militar y se convierte en objetivo legítimo, mímicamente repetida por Zelenski en sentido contrario –a veces, son como niños– no se sostiene como relato porque Ucrania tiene fronteras terrestres con países que la apoyan. Pero, además, tampoco se sostiene jurídicamente. Eso de «considerar que» evita muchas dificultades tácticas, pero tiene el mismo valor legal que tendría el considerar que todas las ucranianas dan su consentimiento para tener relaciones con los soldados rusos para justificar las violaciones.

Todo en Rusia depende de la elección de un solo hombre

Es imposible predecir lo que va a ocurrir, porque todo en Rusia depende de la elección de un solo hombre. Pero lo que Putin decida hacer o no hacer para impedir el tráfico del grano a bordo de mercantes de banderas neutrales le hundirá aún más en el desprestigio –si el corredor funciona sin su permiso– o le hará ponerse a la altura de los ayatolás iraníes, que nunca han tenido problema alguno en autorizar el asalto a buques mercantes de cualquier bandera.
Es una mala disyuntiva y, para evitarla, el Kremlin juega estos días, un poco a la desesperada, la baza de atacar los puertos ucranianos. La justificación, formalmente necesaria porque Putin insiste en que no ataca objetivos civiles, es particularmente poco imaginativa: desde esos puertos se lanzan drones navales contra sus buques y sus puertos. Nadie se lo cree, porque estos sistemas se pueden lanzar desde cualquier playa o pantalán, pero con eso cubre el expediente. ¿La razón real? Si los puertos de la región de Odesa se vuelven suficientemente peligrosos, las compañías de seguros incrementarán sus primas, los fletes de grano se convertirán en antieconómicos y el corredor marítimo se ahogará porque no habrá navieras que quieran correr el riesgo.
En definitiva, todos los misiles y los drones lanzados sobre Odesa en estos días, todo el cereal quemado, todos los silos destruidos arden para intentar sostener el prestigio de Putin. Por ahora, además, sin éxito. Pero aunque consiguiera su objetivo, esa no es forma de ganar una guerra.

Fuego en Zaporiyia

Con todo, nada de lo que está en juego en el mar Negro ¿Qué supone el hambre en el mundo en comparación con el prestigio de un dictador imputado por crímenes de guerra? va a influir en el resultado de la contienda. No, al menos, tanto como lo que ocurre estos días en el frente de Zaporiyia.
Desde hace ya un mes, el contraataque ucraniano ha conseguido abrir una pequeña brecha en las defensas rusas al norte de la ciudad ocupada de Melitópol. Lo niega, por supuesto, el ministerio de Defensa ruso, pero cualquier observador atento puede darse cuenta de que cada semana las fuerzas de Putin repelen los ataques ucranianos unos cientos de metros más al sur. Quede claro que eso de ir perdiendo terreno de victoria en victoria no es monopolio del ejército ruso. Lo mismo, pero al revés, pasaba hace unos meses en el frente de Bajmut.

Putin, hoy por hoy, parte con la ventaja de la superioridad aérea

El caso es que la brecha es pequeña, unos pocos kilómetros, y será útil o no dependiendo de que sea Ucrania o Rusia la que consiga llevar más fuerzas a la zona de los combates. El ejército de Putin, hoy por hoy, parte con la ventaja de la superioridad aérea, que dificulta el movimiento de los vehículos ucranianos por carretera. Ucrania, por su parte, como no necesita usar sus misiles para defender el prestigio de Zelenski, dispone de herramientas mejores que las rusas para atacar la retaguardia logística de su enemigo. Y tanto la retaguardia logística de las fuerzas rusas que combaten en Zaporiyia como los cuarteles generales de que dependen están en Crimea.
Se equivoca, pues, el que ve en los recientes ataques al cuartel general de la Flota del mar Negro, a los arsenales de Sebastopol o a otros objetivos militares en Crimea un anticipo del asalto a la península ilegalmente ocupada. Para que de verdad se abra un frente en Crimea quedan, probablemente, algunos años de hostilidades. Mientras esto no ocurra, todos los que seguimos la guerra tendremos que seguir tratando de deducir, a la vista del humo que entrevemos detrás de la densa niebla de la guerra, dónde está el fuego que lo provoca.
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