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05 de mayo de 2024

Juan Rodríguez Garat
Juan Rodríguez Garat

Comienza la campaña terrestre en Gaza. Y ahora ¿qué?

El modelo de guerra asimétrica que enfrenta a Israel con Hamás –con todas las contradicciones éticas– ha visto a lo largo de la historia tantos éxitos como fracasos para los ejércitos

Actualizada 04:30

Un tanque israelí se desplaza cerca de la frontera de Gaza

Un tanque israelí se desplaza cerca de la frontera de GazaYuri Cortez / AFP

No tenemos los militares una bola de cristal que nos permita adivinar cómo va a desarrollarse una campaña tan compleja como la que Israel acaba de comenzar en Gaza. Pero, para paliar esta carencia, al menos en parte, sí disponemos de libros de historia, esa maestra que Cervantes tan bien supo describir: «testigo del pasado, ejemplo y aviso del presente, advertencia de lo por venir».

Testigo del pasado

No creo llevar la contraria a Cervantes si digo que la historia es un testigo contradictorio en el que es posible encontrar casi de todo. A la hora de valorar una situación compleja –y la de Gaza lo es– el problema suele estar en escoger cuál de las diferentes referencias históricas es la más apropiada.
No siempre ocurre así. Personalmente, no aprecio tal dificultad en el caso de Ucrania porque, desde que la evolución de las sociedades humanas ha proscrito la eliminación física de los vencidos o su esclavización –Julio César o Atila no tenían esas trabas legales– es difícil encontrar una guerra de conquista que, a la larga, saliera bien.
Sin embargo, el modelo de guerra asimétrica que enfrenta a Israel con Hamás –con todas las contradicciones éticas que, en un escenario muy diferente, tan bien ilustra la película de Coppola «Apocalypse Now»– ha visto tantos éxitos como fracasos de los modernos ejércitos profesionales, obligados a respetar los valores éticos que demanda la sociedad a la que sirven.
Valores como el que, para los soldados españoles, prescribe el artículo 85 de nuestras Reales Ordenanzas: «deberá ajustarse a las normas que resulten aplicables de los tratados internacionales en los que España fuera parte, relativos al Derecho Internacional Humanitario».
¿Cuál es el precedente que mejor puede ilustrarnos sobre la operación Espadas de Hierro? Lo que hoy, con la vista puesta en el presente, llamamos Guerra de Gaza seguramente recibirá en el futuro el nombre de Tercera Guerra de Gaza. El numeral suena conocido. ¿Supondrá esta, como la Tercera Guerra Púnica, el final de la Franja, cual si fuera Cartago arrasada por Roma? Hay quien acusa a Israel de tener esa intención pero, dada la polarización política de quien lo hace, podemos ver en esas acusaciones sin pruebas –siempre lo son los juicios de intenciones– más desinformación que veracidad. Recuerde el lector que, si de verdad quisiera arrasar la Franja, Israel no necesitaría arriesgar a sus hombres haciéndoles entrar en terreno enemigo.
Descartando la propaganda de raíces históricas, que por supuesto también encontramos en el otro lado, tenemos dos precedentes que nos pueden servir para aproximarnos a lo que será la campaña en curso. Uno de ellos parece obvio: si esta es la tercera, ¿Qué pasó en la Segunda Guerra de Gaza, la de 2014? El otro, menos intuitivo pero quizá más relevante, es la campaña que culminó con la toma de Mosul en 2017, tras nueve meses de combates entre el ISIS y el Ejército de Irak, apoyado este por una coalición internacional de la que España formó parte.

Ejemplo y aviso del presente

Independientemente de su resultado táctico, muy discutido –ambos bandos celebraron la victoria– la Segunda Guerra de Gaza, en la que el Ejercito israelí se limitó a ocupar algunos barrios de la capital para abandonarlos poco después, terminó sin que las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) consiguiera su objetivo principal, que no es otro que la seguridad de Israel. Nueve años después, Hamás volvió a la lucha con una fuerza y una crueldad inusitada. ¿Habrá quien discuta que Netanyahu preferirá inspirarse en la campaña de Mosul, donde se logró la derrota completa del ISIS?
Tácticamente, sin embargo, ambas campañas se llevaron a cabo de forma parecida. Las operaciones militares resultaron difíciles por el entorno urbano, que obligaba a combatir a pie, casa por casa; por la existencia de una extensa red de túneles poco conocidos por los atacantes; por el enfrentamiento con fuerzas irregulares sin uniforme, mezcladas con civiles, algunos dispuestos a colaborar y otros no; y por la posibilidad de encontrarse con terroristas suicidas. A todo ello se une en esta ocasión la presencia de numerosos rehenes, cuyo rescate es la segunda prioridad de la IDF, solo por detrás de la victoria en la guerra.
¿Qué podemos entonces esperar? Operaciones multidominio –lamento la fea palabra técnica– llevadas a cabo por carros, artillería, aviones y helicópteros, pero en último término protagonizadas por la infantería y los equipos de operaciones especiales.
Y, ¿qué entienden los militares israelíes por operaciones multidominio? A riesgo de simplificar en exceso, quizá al lector que no desee profundizar le baste saber que, buscando desequilibrios que les den ventaja, serán los aviones israelíes los que ataquen los misiles anticarro de Hamás, y los carros los que destruyan los puestos de misiles antiaéreos mientras los terroristas agachan la cabeza bajo el fuego de la artillería. Una idea, pues, poco novedosa, pero llevada hasta extremos impensables en el pasado gracias a los modernos sistemas de mando y control.
Milicias de Hamás saliendo de los túneles

Milicias de Hamás saliendo de uno de los túneles construidos en GazaTwitter

El ritmo de la operación, impuesto por la laboriosa y arriesgada tarea de limpieza de cada edificio y la destrucción de cada túnel, será pausado, barrio a barrio. Es preciso, además, mantener los barrios ya ocupados bajo riguroso control militar para que en ellos no rebrote la violencia. Como lo único que diferencia un civil palestino de un terrorista de Hamás es su actitud, los soldados israelíes tendrán que seguir patrullando las calles, con riesgo de sus vidas. ¿Por cuánto tiempo? Los cincuenta días de la Segunda Guerra de Gaza fueron, desde luego, insuficientes. ¿Bastarán los nueve meses de Mosul? Seguramente sí pero, como esto es una guerra, ni siquiera Netanyahu, que ha advertido a su pueblo de que la guerra será larga, puede saberlo con certeza.

Advertencia de lo porvenir

Israel ganará esta guerra. Y luego, ¿qué? ¿Podrá ganar la paz? Para que esto ocurra, no solo debe derrotar a la organización terrorista Hamás. Tiene que destruir la idea de Hamás, el sueño de expulsar a los judíos de Palestina y, si se presenta la oportunidad –por eso preocupa el posible acceso de Irán al arma nuclear– de la faz de la tierra. ¿Puede matarse una idea? Y, si puede hacerse, ¿a cambio de qué? ¿Qué está dispuesto a ceder el pueblo israelí para lograrlo?
Después de 47 años de carrera militar, me gusta creer que lo que los soldados israelíes comprarán con su sangre en las calles de Gaza es una nueva oportunidad para su pueblo. Una oportunidad que, cuando desaparezca Hamás como organización, tendrán también los palestinos de Gaza y la propia Autoridad Nacional Palestina.
Después de tanta sangre como va a derramarse, tanto terror y tanto odio ¿confiarán unos y otros en gobernantes valientes, que se atrevan a liderar a sus pueblos por caminos nuevos en lugar de explotar sus miedos para aferrarse al poder? Porque, si no es así, me temo que lo que estamos viviendo es solo el preludio de la Cuarta Guerra de Gaza.
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