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Aquilino Cayuela
AnálisisAquilino Cayuela

¡El progresismo se hunde!

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, representa hoy el político liberal progresista agotado y fracasado

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Ottawa, Canadá

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Ottawa, CanadáAFP

El progresismo se hunde en todo el mundo. Quizás la caída de Justin Trudeau en Canadá ha supuesto un descalabro muy significativo. Hemos contemplado la pérdida aplastante del progresismo liberal en Estados Unidos, también en Italia, Austria, Países Bajos o en la últimas elecciones europeas. La intención de voto, manipulaciones aparte va a la derecha.

Alemania y Francia están al borde de un cambio político. En el Reino Unido, la carambola que permitió el ascenso a los laboristas de Keir Starmer parece tener las patas muy cortas y en poco su popularidad se está viniendo abajo.

La España de Pedro Sánchez que (recordamos) perdió las últimas elecciones se hizo con el mando y se sostiene gracias a su «dictadura de minorías» ultras (izquierdistas y nacionalistas catalanes y vascos) que exprimen más y más a un inestable gobierno enfangado en corrupción.

El gran gurú de la nueva izquierda, el muñidor del progresismo más exitoso en la academia, el filósofo Slavoj Žižek pide «dar la vuelta» a la famosa Tesis 11, de Karl Marx contra Feuerbach, aquella que rezaba: «Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». Žižek lo reformula así: «En el siglo XX, tal vez hayamos tratado de transformar el mundo demasiado deprisa, sin saber lo que estábamos haciendo. Debemos dar un paso atrás y reinterpretarlo».

Los ideólogos progresistas se emplearon a fondo durante la pandemia (era «ahora o nunca») y aprovechando el miedo de las masas consiguieron, en distintos países, declarar estados excepcionales y aprovecharlos para legislar por decreto pudiendo imponer sus experimentos sociológicos e imponer la utopía urdida por sus élites: la «agenda 2030».

Los ideólogos progresistas se emplearon a fondo durante la pandemia y aprovecharon el miedo de las masas

Con una política ideológica y políticos serviles, que ya no mira a las clases trabajadoras, ni a los ciudadanos de pie sino intereses globales, diseñados en despachos y ajenos a las vidas corrientes de las personas se han mantenido en el poder políticos de escaso liderazgo Joe Biden, Trudeau, Emmanuel Macron, Olaf Scholz, Sánchez, entre otros. Tal vez Trudeau estaba mejor diseñado o Macron (por eso del corte francés).

Con ayuda de liberales de centro (Ursula von der Leyen a la cabeza) han trucado, descompensado y desequilibrado aquella política centrada que predominaba en décadas anteriores. Han demonizado a sus adversarios; ahora la izquierda es el centro, la extrema izquierda es la izquierda y todo lo que quede hacia el centro y la derecha es extrema derecha o fascismo. La balanza trucada ha facilitado el deslizamiento a una creciente polarización política y el ciudadano medio no tenía más remedio que seguir tragando con sus costosas políticas ideologizadas.

Asimismo, se ha tuneado (de «tuning» o ajuste) la democracia, se ha modificado y adaptado a tales intereses ideológicos de esa nueva izquierda liberal englobada balo el término «progresista»: LGTB-ismo, transexualismo, medio-ambientalismo y todos los «-ismos» multicolor que les permiten deslegitimar a los adversario políticos que no participen de tales tuneos ideológicos. La importante ya no es el coche (la democracia) sino el tuneo (los ajustes ideológicos).

De esta forma determinan ellos lo que es «odio», ponen filtros y controles a las redes y los medios, gastan enormes cantidades de dinero público (del contribuyente) en favor de sus causas negando la legitimidad de posicionamientos críticos con su arcoíris ideológico, incluso penalizando partidos políticos, movimientos sociales o gobiernos que defienden valores o bienes distintos a los suyos: como la familia complementaria, la protección de la vida en todos sus estados –especialmente los más vulnerables–, el sentido de pertenencia y participación de una nación frente a estas injerencias internacionalistas o globalistas.

El otro elemento, quizás la mayor fuente de fracaso de este progresismo liberal se debe a la gran inmigración sufrida y aún sufriente de los países occidentales. Ellos mismos han propiciado este cambio social en un corto lapso de tiempo. Han convertido Europa y el conjunto de las naciones occidentales en sociedades envejecidas donde su base, la familia, se ha ido desintegrando, propiciada por políticas disolventes, una moral pública relativista y el fomento de una baja natalidad. Desintegración de las familias, relaciones sentimentales inestables, difícil acceso a la vivienda para los jóvenes.

Al tiempo esa gran inmigración ha ido ocupando las ciudades sin una adecuada política de reconocimiento y bajo un multiculturalismo fracasado en la praxis, entre quienes acogen y los acogidos. Se ha creado un verdadero choque.

Todo el sistema está basado, quizás es el componente más izquierdista de esta nueva política progresista, en una elevada presión fiscal sobre los ciudadanos de a pie, principalmente las rentas medias y media-alta. Un sistema recaudatoria, que es casi confiscatorio, que permite sostener toda esa ingeniería sociopolítica baja un enorme aparato político y burocrático. Tal sistema ha generado una fuerte inflación, un empobrecimiento de la gran clase media, un endeudamiento de las generaciones más jóvenes, llegando a un punto de partida precario para los jóvenes. El resultado es un gran malestar social.

Trudeau representa hoy el político liberal progresista agotado y fracasado

Justin Trudeau, el recién dimitido primer ministro de Canadá es el paradigma de todo esto. Trudeau representa hoy el político liberal progresista agotado y fracasado. Fue diseñado en los parámetros antes descritos, el modelo exitoso de político «progre» que ha llevado a Canadá a una gran inflación, crisis económica, polarización social, inmigración descontrolada. Trudeau ha dejado un Gobierno con «respiración asistida» y ha terminado siendo el mayor lastre para su propio Partido Liberal. Algo muy semejante a Macron. Algo que anticipa el porvenir de Pedro Sánchez, esperemos que muy pronto.

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