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Javier Rupérez
AnálisisJavier RupérezEmbajador de España

La incógnita Trump: Cambiar la Constitución o saltársela para cumplir sus planes

¿Procederá a la expulsión de los 20 millones de personas consideradas como inmigrantes ilegales o conseguirá el cambio constitucional para cambiar la disposición que permite la opción de adquirir la nacionalidad de EE.UU. a toda persona nacida en el país?

Tribuna Actualizada 04:30

EA1528. WASHINGTON (ESTADOS UNIDOS), 21/01/2025.- El presidente electo de EE. UU., Donald Trump, asiste a la ceremonia de inauguración en la Rotonda del Capitolio este lunes, en Washington (Estados Unidos). En su primer día como nuevo mandatario Trump firmó una larga lista de órdenes ejecutivas para desmantelar el legado de los demócratas y empezó a delinear lo que pretende sea la ruta económica de la nación. EFE/ Chip Somodevilla / POOL

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, en el Despacho OvalEFE

La presidencia de Estados Unidos había proyectado una cierta previsibilidad de comportamiento desde que en 1945 acabó la II Guerra Mundial. Todos sus representantes, con sus aciertos y errores, calidades o falta de estas, habían proyectado al mundo la noción y la realidad de un poderoso país anclado en la democracia representativa y guía de todos aquellos países que deseaban seguir los mismos parámetros de comportamiento.

Donald J. Trump, aparte de otras consideraciones, ha roto esa previsibilidad: bajo su mandato Estados Unidos, «quiere ser otra vez grande», en una noción neo nacional y cuasi imperialista en la que tienen poca cabida los aliados de los últimos ochenta años y dentro de la cual entran sobre todo los americanos que hablan inglés, son básicamente masculinos, naturalmente de nacionalidad originaria norteamericana y empeñados por dogma en profesar y proyectar la grandeza del país.

Y naturalmente dedicados a castigar dentro y fuera a todos aquellos que no están de acuerdo con ese planteamiento. Le ha faltado poco para sostener que para la tarea hay que contar sobre todo con gente de tez blanca. Para todo ello, con pronunciamientos en su mayor parte dirigidos en tonos belicosos a una ciudadanía dividida y confusa, conforma el perfil de un líder indudablemente vencedor en la última de sus peleas y autor decidido de un proyecto tan radical como imprevisible.

¿Querrá Dinamarca venderle Groenlandia o querrá Canadá convertirse en el Estado número 51 de la Unión?

¿Querrá Dinamarca venderle Groenlandia, o querrá Canadá convertirse en el Estado número 51 de la Unión, o aceptará Panamá, bajo amenaza de invasión militar si no lo acepta, devolverle el Canal, o le concederá México el nombre de Golfo de América al que ahora lleva su nombre como denominación? Y de la OTAN, a la que sabemos que la tenía por «organización obsoleta», ¿le concederá alguna trascendencia en las relaciones internacionales o en efecto hará todo lo posible para darla por finiquitada?

Y en el interior, ¿procederá a la expulsión de los 20 millones de personas consideradas como inmigrantes ilegales o conseguirá el cambio constitucional para cambiar la disposición actual que concede la posibilidad de adquirir la nacionalidad de EE.UU. a toda persona nacida en el país?

Ante las incertidumbres domésticas y las urgencias del momento, los europeos de la UE experimentan, con más urgencia que nunca, la necesidad de construir un bloque viable, potente y creíble con independencia de los vaivenes que el trumpismo trae consigo. ¿Serán capaces de hacerlo?

Un avión con deportados llega a Guatemala

Un avión con deportados de EE.UU. llega a GuatemalaAFP

Las preguntas son infinitas, el propósito contundente, su vocalización guerrera y a la postre el resultado incierto. Ya sabemos de la manifiesta indisposición con que la mayoría de los miembros de la Unión Europea –de la que eventual y desgraciadamente habría que excluir a la italiana Meloni– han recibido los belicosos propósitos del nuevo presidente americano.

Entre las indispensables sutilezas diplomáticas y las necesarias defensas de los intereses colectivos, en Bruselas ya se percibe la necesidad de estructurar una propuesta alternativa y creíble al mundo trumpiano, que por cierto tiene tanto de vociferante como de incierto: ¿está la economía americana en situación de aplicar con brutalidad los aranceles que Trump anuncia sin percibir el daño que tales exigencias podrían suponer para la economía del propio país?

Y además cuentan los Elon Musk que en los Estados Unidos existen y que, bajo el amparo benevolente del propio Trump, a cuyo crecimiento han contribuido con el poder que sus voluminosas bolsas dinerarias permitían, creen haber encontrado el momento y la manera de convertir la gestión política nacional e internacional en un reflejo de los laberintos económicos con que han sabido obtener son envidiables ganancias. No son pocos los que ahora se preguntan si en realidad el que desde la Casa Blanca intenta ordenar el mundo no es tanto Trump sino Musk. La pregunta es tan incómoda como inevitable: ¿Hasta cuándo, de qué manera, con qué finalidad?

No cabe duda: sus conciudadanos le han concedido la posibilidad de volver a la Casa Blanca. Pero ello no impide imaginar lo que la dimensión del personaje puede dar de sí. ¿Hasta dónde piensa llegar? ¿Hasta dónde los demás, en definitiva, el resto del mundo democrático piensa permitirle que llegue?

Elon Musk llega para asistir a la toma de posesión de Donald Trump

Elon Musk llega para asistir a la toma de posesión de Donald TrumpAFP

Entre la imprevisión y la responsabilidad, ello, y muchas otras consideraciones, son las que de manera tan pacífica como alerta corresponde tener en cuenta en estos momentos de clara incertidumbre. Sin abandonar la realidad del reto y las posibilidades de hacerle frente. Porque, a diferencia de lo que exultante egotismo contienen sus palabras, ni América estaba en decadencia ni sus propósitos contienen la fórmula mágica para acabar con ella.

Este Trump recuerda en sus eslóganes aquellos que cantaban los falangistas españoles cuando en su «Cara al Sol» afirmaban que con ellos «en España amanece otra vez». Ya vimos lo que pasó. ¿Encarna Trump, tal como él dice, el nuevo amanecer americano? Cabe seriamente ponerlo en duda. De otra manera, y sintiéndolo mucho, convendría que nos fuéramos preparando para lo peor: el neopopulismo internacional. ¿Hay quién dé más?

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