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AnálisisAlex Fergusson

La estrategia oculta de Trump: más allá de la guerra en Ucrania

La negociación en curso va mucho más allá del teatro de operaciones militares en Ucrania. En el fondo, se trata de una estrategia económica y geopolítica de alcance global

Portadas de diarios en un puesto de prensa en Varsovia, PoloniaSergei Gapon / AFP

Las acciones de Donald Trump respecto a la guerra en Ucrania y su decisión de negociar con Vladimir Putin, aún si esto ocurre en ausencia de Volodímir Zelenski y de la Unión Europea, no parecen ser más que la fachada de una estrategia más profunda, que apunta a posicionarse mejor frente al futuro previsible de un mundo multipolar.

La narrativa de Trump sobre la situación actual en Ucrania, nos recuerda que ésta ya había sido prevista, comenzando por Kissinger, desde la invasión rusa a Crimea en 2014, y por muchos analistas geopolíticos hoy: «esta es una guerra que no se puede ganar».

Por eso Trump se enfoca en la negociación, pues de lo contrario, lo que ocurrirá en poco tiempo, es un colapso económico, político y social, que Trump no quiere, pues sus terribles consecuencias amenazan con extenderse a la Unión Europea, a la OTAN y a los propios Estados Unidos, como parece que está ocurriendo.

Sostener esa guerra ha costado ya, cerca de un billón de dólares anuales, buena parte del cual ha salido del bolsillo de los contribuyentes norteamericanos, dice Trump, y eso tampoco le gusta. De allí su propuesta de reducir los aportes, a un máximo de 450.000 millones anuales (un 40 % menos que ahora), pero que también tendrán que pagar los países europeos.

Y es que la negociación que se propone hacer va mucho más allá del teatro de operaciones militares en Ucrania. Se trata también, y es lo que está en el fondo, de una estrategia económica y geopolítica de alcance global, frente al avance de las potencias emergentes (China, Rusia y los BRICS) que en estos momentos están actuando agresivamente como actores geopolíticos, y quizás por eso, optó por la táctica de «alborotar el avispero».

Trump quiere que Estados unidos ocupe un asiento privilegiado en el concierto multipolar que él cree que se avecina

Todo apunta a que lo que Trump está intentando, entonces, es tener la hegemonía en ese nuevo mundo, y si no puede lograrlo, al menos situarse en la mejor posición posible, obteniendo alguna ventaja estratégica que permita a los Estados Unidos ocupar un asiento privilegiado en el concierto multipolar que él cree que se avecina.

Así que no sentirá ningún rubor a la hora de apoyar a Rusia en la ONU, por ejemplo, para que se retire el tema del apoyo a Ucrania en la declaración del G7, o para concederle a Putin, precisamente, los objetivos estratégicos que se plantearon en el documento de diciembre de 2021, o para apoyar la realización de una auditoría de los fondos entregados a Ucrania, lo cual abriría una «caja de pandora», no solo para Zelenski sino también para el propio Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Recordemos el «follón» con la señora Victoria Nolan en 2023, y finalmente, para apoyar el retiro de las sanciones al Kremlin, permitirle tomar posesión formal de los territorios ocupados y bloquear el acceso de Ucrania a la OTAN.

Al mismo tiempo, y mientras el mundo pone sus ojos en Putin, Trump negocia con China unos acuerdos comerciales que aparentemente resultan convenientes para ambos, en el mantenimiento de la relación «simbiótica» que tienen desde hace años, pero no para Europa.

Ante esta estrategia, los europeos se debaten entre la frustración paralizante frente a Trump, y la propuesta de las élites económicas en manos de Mario Draghi —expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro italiano— de creación de los «Estados Unidos de Europa» y la conformación de una política fiscal común «para gobernarles a todos».

Visto así, el futuro de la Unión Europea luce complicado, para decir lo menos. Todo indica que, el «Proyecto Draghi» podría conducir a que los países de la UE deban renunciar a la soberanía monetaria y a la soberanía energética, tecnológica y también en materia de armamento, para entregarlas a un organismo supranacional que va a ser dirigido por un tecnócrata o por «un equipo de técnicos sabios».

Obviamente, el citado proyecto «no es sacado de la manga», pues tiene su origen en el desastre del efecto «rebote» que han provocado las sanciones occidentales a Rusia, Reino Unido y Estados Unidos mediante, y también en las decisiones adoptadas previamente en el marco de la Agenda 2030, que juntas, crearon importantes distorsiones en los mercados internos europeos generando problemas estructurales, que se pretendieron solucionar mediante el endeudamiento, el uso indiscriminado del gasto público y del saqueo del ahorro ciudadano. Lo que resultó de eso, fue la inflación desbordada y sobre todo el fomento al poder de las multinacionales que se endeudan, con apoyo de los gobiernos, para financiar bajos costos, permitiendo que se mantenga la ficción de crecimiento; un proceso, por cierto, del que se ha beneficiado España.

Ahora ese modelo muestra sus costuras, pues la deuda ya no es capaz de generar aumento del PIB, pero se sigue culpando de ello a Rusia y China.

Lo que el Proyecto Draghi propone es, entonces, «enterrar lo poco que queda de mercado de la Unión Europea, para impulsar una especie de modelo de planificación quinquenal» a medio camino entre los planes soviéticos y los de los corporativistas fascistas, y colocar al frente a un «equipo experto» que la gente no elige, pero que ejercería la conducción de la economía y la vida del bloque europeo con una apariencia de democracia.

¿Sería esto suficiente para frenar las aspiraciones hegemónicas de Trump y sus efectos sobre Europa? Amanecerá y veremos.