Meloni y las cien mil leguas de viaje al mundo submarino de los aranceles de Trump en Washington
La primer ministro de Italia se entrevista hoy con el presidente de Estados Unidos para lograr rebajar los aranceles con la luz verde de Bruselas, pero mañana viernes tendrá que estar de regreso en Roma donde recibirá al vicepresidente J.D. Vance

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni
Georgia Meloni es la primer ministro o presidente de un país miembros de la Unión Europea, a la que Donald Trump recibirá en la Casa Banca, después de las marchas y contramarchas con su avalancha aranceles. La «chica tan mona», como se refirió a ella el presidente de Estados Unidos, tiene por delante una misión de difícil cumplimiento: tratar de convencer al republicano de que se pueden rebajar los impuestos a las importaciones e incluso dejarlos en cero de forma recíproca (esta sí), incluidos los de los automóviles.
Las carreras contra reloj para renegociar con la Administración Trump, sin necesidad de acercarse a salva sea la parte, van a toda máquina, pero Meloni parece correr con ventaja al ser la primera dirigente de peso en analizar el escenario, cara a cara, con este sí, el p... amo. «En los próximos días haremos lo mejor que podamos, veremos cómo se desarrolla el contexto en qué nos encontramos», declaró la líder de Fratelli d´ Italia antes de emprender viaje al mundo desconcertante de Trump.
El viaje de Meloni, en plena pausa de los 90 días de los aranceles del 20 % impuestos a la UE, «se aventura en un campo minado, donde los caprichos y estados de ánimo de Trump, más que las estrategias, determinan el éxito o el fracaso», de la misión, reflexiona Alberto Vannucci, profesor de la Universidad de Pisa, en declaraciones a Efe.
Trump ha dejado claro que, para él, Europa es un único interlocutor
En ese contexto, será importante ver el papel que adoptará la mandataria, pues si apuesta solo por representar los intereses italianos, su éxito parecería más difícil: Trump ha dejado claro que, para él, Europa es un único interlocutor y hasta ahora la relación ha sido de puro bullying económico. Pero en Donald Trump el elemento personal puede pesar más de lo que parece.
Meloni, que se ha ganado el respeto de todos los que la despreciaban en campala, podría apuntarse una baza decisiva si consiguiera volver con aranceles cero recíprocos, aunque fuera solo para los automóviles. La jugada, más que arriesgada, a día de hoy parece imposible, pero en política y con Trump lo imposible puede ser posible y lo razonable irrealizable.
La misión también entraña riesgos de otro tipo, porque las tensiones dentro de la UE son palpables, y algunos miembros ven con escepticismo que Meloni les represente.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y varios comisarios ven con buenos ojos la misión, pero no aceptarán un papel pasivo en una eventual negociación bilateral entre Italia y EE.UU., y también estarán atentos otros socios europeos, como Alemania.
Europa sufre las consecuencias de sus divisiones internas. «Esa aparente coalición de intereses comunes que sostiene las instituciones europeas y que busca presentar a Europa como un interlocutor único, en realidad la debilita en la mesa de negociación. Tanto China como EE.UU. lo saben, y por eso buscan dividirla», explica Alberto Vannucci, profesor de la Universidad de Pisa, a Efe.
No hay que perder de vista que la misión se enmarca en un contexto geopolítico complejo, en el que Pekín trata de atraer a Europa contra el «matón» mandatario de EE.UU., aunque «lo hace más por necesidad coyuntural que por una alianza estratégica real», en búsqueda de «nuevos mercados para los productos chinos», lo que entraña «riesgos y trampas», según Vannucci.
Pero el gigante asiático sigue siendo crucial para Europa y Meloni tendrá que navegar en las aguas turbulentas de la presión de seguir el camino de «desacoplarse» de China, como promueve Trump, o buscar una postura intermedia que le permita mantener los lazos comerciales con Pekín sin abandonar la alianza transatlántica.
Con el reloj en contra, la primer ministro, –así pidió que se dirigieran a ella–, tendrá que medir bien sus palabras y sus tiempos ya que el vicepresidente J.D. Vance, al que verá en Washington, volará a Roma donde mañana viernes tiene previsto volver a hablar con ella y entrevistarse en el Vaticano con el Papa.