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Antonio Ledezma
AnálisisAntonio Ledezma

La transición en Venezuela comenzó con la derrota de Maduro el 28 de julio

Está muy claro para los venezolanos que los timoneles para conducir exitosamente esta expedición hacia el futuro inmediato, son María Corina Machado y Edmundo González Urrutia

La líder opositora venezolana, María Corina Machado, y el presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia

María Corina Machado, y el presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia (Archivo)(EPA) EFE

Con el alma encendida de fe y con una irrenunciable esperanza, los venezolanos hemos forjado un camino de lucha indomable para rescatar la libertad de nuestra amada patria. Durante los últimos cinco lustros, hemos escrito una epopeya de resistencia, derramando «sudor, lágrimas y sangre» en marchas que estremecieron las calles, vigilias que iluminaron la noche, paros cívicos que paralizaron el miedo, huelgas de hambre que reclamaban justicia, elecciones, referendos y plebiscitos que resonaron como una reafirmación de nuestras convicciones democráticas y un clamor de soberanía.

Cada paso, cada sacrificio, cada exclamación de «¡libertad!», ha sido un testimonio vivo de nuestra entrega. Por eso, duele y ofende escuchar que «los venezolanos esperamos que otros resuelvan nuestra tragedia». Falso, nosotros somos los arquitectos de nuestra redención.

Comentar que los venezolanos estamos resignados o dependemos de apuestas externas para que se verifique un «cambio de régimen», es ignorar la fuerza de un pueblo que, el pasado 28 de julio, alzó su voz con una potencia que hizo temblar las cadenas de la opresión. Ese día, casi ocho millones de venezolanos, con el sufragio en la mano, resolvieron el cambio de régimen y legitimaron el liderazgo de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Ese mandato no es un papel mojado, es un juramento sagrado, un veredicto que demarca e ilumina nuestro rumbo. Esa transición que algunos imaginan como un horizonte lejano comenzó ese día, porque la voluntad de un pueblo no se negocia ni se doblega.

Esta transición, nacida en el calor de esa jornada histórica, no es un sueño etéreo; es un compromiso vivo, un plan con raíces profundas y mirada clara. Bajo la guía inspiradora de María Corina y Edmundo, centenares de venezolanos han tejido con pasión y un altísimo sentido de responsabilidad el Plan «Tierra de Gracia», un ambicioso proyecto que recoge el dolor de nuestra gente, transformándolo en soluciones concretas y viables.

Hay ideas precisas a ser aplicadas en las primeras 100 horas, así como para el primer trimestre del gobierno de transición, hasta los años por venir en ese horizonte de corto, mediano y largo plazo. Hay estrategias para devolverle la paz a Venezuela, para sanar las heridas que deja la narco tiranía de Maduro y para construir un futuro donde nadie sea dejado atrás. Está muy claro para los venezolanos que los timoneles para conducir exitosamente esta expedición hacia el futuro inmediato, son María Corina Machado y Edmundo Gonzalez Urrutia.

Queremos una Venezuela institucionalizada, donde el Estado de Derecho sea el cimiento de nuestra convivencia. Soñamos con relanzar una economía que devuelva la dignidad al trabajo creador de riquezas; una economía sin intervencionismos, sin amagos populistas y desafueros demagógicos.

En el Plan Tierra de Gracia, no solo se privilegian los aspectos económicos, financieros, comerciales, monetarios y el propósito de renegociar la deuda externa y recuperar los activos y las riquezas que nos saquearon. También tiene un lugar destacado en su encuadramiento, la catástrofe humanitaria que ha hundido en la miseria a millones de venezolanos. Una misión prioritaria será rescatar a nuestros hermanos de la pobreza.

No menos prelación tendrá la idea de asegurar el reencuentro de las familias rotas por el exilio. ¿Se puede especular con fundamento, que de estos temas se habla ahora, con ocasión del cerco antinarcóticos emprendido por una coalición internacional? Definitivamente no. Esos han sido planteamientos abordados por María Corina y Edmundo a los largo de estos años, especialmente fueron parte de sus mensajes en la espectacular campaña protagonizada por ambos en los meses de junio y julio del pasado año 2024. Ambos, en sus respectivas prédicas nunca dejaron de confirmar la promesa de liberar a los presos políticos, de hacer justicia a las víctimas y que los daños padecidos sean reparados. Estos no son planes fríos, son promesas muy sentidas que nacen del amor por nuestra tierra y su gente.

Hoy, estamos más cerca que nunca de ver renacer a Venezuela. El sueño de un pueblo que nunca se rindió brilla con una impetuosidad que nadie puede apagar. Con María Corina y Edmundo al frente, con la memoria de nuestros sacrificios y la certeza de nuestros planes, avanzamos hacia una nación libre, justa y próspera. Llegó la hora de clausurar esta etapa vergonzosa articulada con esos oscuros hechos que dan cuenta de las andanzas de un régimen coludido con el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado.

¡Ha llegado la hora! Porque en Venezuela, la libertad no es una quimera: es nuestra lucha, hasta el final, y nuestro destino.

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