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Petrolero ruso Volgoneft 212 accidentado en el mar de AzovSychikov / vesselfinder.com

Un buque lleno de petróleo ruso lleva diez meses varado en las costas alemanas

Lo que comenzó como un incidente marítimo aparentemente rutinario se ha transformado en un enigma diplomático, jurídico que mantiene en vilo a Berlín

El Eventin, un petrolero de 274 metros de eslora cargado con casi 100.000 toneladas de crudo ruso, lleva ya diez meses inmóvil frente a la isla alemana de Rügen, en el mar Báltico. Lo que comenzó como un incidente marítimo aparentemente rutinario se ha transformado en un enigma diplomático, jurídico y medioambiental que mantiene en vilo a Berlín y alimenta el debate energético en Europa.

El buque, que navegaba con bandera panameña y tenía como destino Egipto, sufrió a principios de año una grave avería en su sistema de propulsión. Sin capacidad de maniobra y con una carga potencialmente peligrosa, fue asistido por buques de salvamento alemanes y remolcado a una posición considerada segura, lejos de la costa pero dentro de aguas territoriales germanas. Desde entonces permanece allí, anclado en un limbo legal.

En marzo, las autoridades de aduanas de Alemania decidieron confiscar tanto la embarcación como su valioso cargamento, valorado en torno a 40 millones de euros. La razón oficial: sospechas de que el Eventin forma parte de la llamada «flota fantasma» rusa, una red de petroleros envejecidos y registrados bajo banderas de conveniencia que Moscú emplea para sortear las sanciones impuestas por la Unión Europea tras la invasión de Ucrania.

Los propietarios del buque han recurrido la decisión ante los tribunales, argumentando que el cargamento no corresponde a petróleo sancionado. Mientras tanto, la tripulación –dieciséis marineros procedentes de la India y Georgia– sigue viviendo a bordo, abastecida periódicamente con alimentos y suministros mediante lanchas de apoyo. Aunque no corren peligro inmediato, la situación es tensa y su futuro, incierto.

Grupos ecologistas advierten, además, del riesgo que supone mantener durante tantos meses un buque de estas características en la misma posición. Un fallo estructural, una tormenta intensa o cualquier accidente fortuito podría desencadenar un vertido de enormes proporciones en una de las zonas marinas más frágiles de Europa. El mar Báltico, casi cerrado y con poca renovación de aguas, sería especialmente vulnerable a un episodio de contaminación masiva.

Sin embargo, el Gobierno alemán se mantiene firme: no moverá el buque ni permitirá su salida hasta que los jueces determinen el destino final del Eventin y de su carga. Entre los posibles escenarios figuran la descarga controlada del crudo, el traslado a un puerto seguro para su vaciado o incluso la subasta o desguace de la nave.