Práctico
La primera referencia histórica a la vaselina viene de la época de Marco Polo, cuando en 1273 se habla ya de un ungüento ‘magico’ para el tratamiento de la sarna y para alimentar lámparas y antorchas.
Posteriormente los indígenas norteamericanos la usaban también por sus propiedades curativas para la piel, un uso que se oficializó ya por los trabajadores de los primeros pozos petrolíferos norteamericanos décadas después.
Conocida técnicamente como una grasa purificada de petróleo, es una mezcla semisólida de hidrocarburos con ciertas propiedades beneficiosas para determinados problemas para la piel, pero en absoluto se trata de un medicamento, sino que destaca más por sus aplicaciones cosméticas.
En la mecánica se usa habitualmente para asegurar la estanqueidad de juntas de goma y de productos piezas expuestas a fricción, aunque en este caso existen otros muchos productos que la mejoran.
La realidad es que en el ámbito del automóvil tiene una utilidad que no por sencilla y desconocida deja de ser interesante referida a los neumáticos. Tal y como es sabido, el paso de los días reduce la presión de los neumáticos, por lo que una vez al mes es recomendable pasar por la gasolinera a comprobarla.
En este caso hay un simple gesto que puede ayudarnos a que la presión se mantenga constante y no haya pérdidas. Basta con quitar el tapón de la válvula, echar un poco de vaselina y volverlo a poner.
La válvula del neumático suele ser el origen de estas pérdidas de presión de aire, por lo que con este producto podemos asegurar que estas fugas desaparezcan por completo siempre que la válvula esté en buen estado.
Circular con la presión de los neumáticos baja o alta es una de las principales causas de que se deterioren prematuramente, pues las gomas no pisan bien contra el suelo y terminan por deformarse y estropearse prematuramente.
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