Seguridad vial
Una vez más las redes sociales se han convertido en una fuente de conjeturas respecto a lo ocurrido en el suceso que ha tenido lugar en la AP-4 en el término municipal de Los Palacios, Sevilla, donde un camión se ha llevado por delante un control de la Guardia Civil, un accidente en el que fallecieron seis personas.
Para empezar conviene matizar que el control no era de la Guardia Civil de Tráfico, sino que se trataba de un control del Grupo de Acción Rápida (GAR), un cuerpo destinado a determinadas operaciones muy especiales. De acuerdo con fuentes internas se trata de una agrupación «especialmente capacitada para la detención de elementos terroristas y la ejecución de operaciones que entrañen gran riesgo».
Pese a que se puede leer que esta agrupación no tiene experiencia en el despliegue de controles de carretera, a diferencia de lo que ocurre con los miembros de la Agrupación de Tráfico, la realidad es que los GAR no sólo tienen experiencia, sino que es uno de sus operativos más habituales.
De hecho reciben formación para montar un control en menos de un minuto y mantenerlo operativo unos 30. Más allá de ese tiempo su eficacia desciende bruscamente, pues la información corre como la pólvora entre los malhechores. En este caso se trataba de un control de drogas, uno de sus principales cometidos.
Pese a que algunas críticas hablan de que el control podría estar escondido para sorprender a los conductores, la realidad es que la primera de las prioridades de este tipo de operativos en los protocolos internos es asegurar la visibilidad para no poner en riesgo ni la integridad de los agentes ni la de los conductores que paran. Basta ver el trazado de la AP-4 para descubrir que el control estaba desplegado en un tramo de excelente visibilidad.
En este caso además los controles se avisan centenares de metros antes, con señales y conos en la carretera, reduciendo la zona útil a un solo carril.
Fuentes del Cuerpo nos confirman que este tipo de controles no sólo tienen señales luminosas, sino que los coches permanecen con los rotativos puestos y los agentes van uniformados con prendas reflectantes.
El cuanto a su forma el control era de libro, con 17 agentes que conforman tres zonas de seguridad.
La de acceso, unos metros antes para verificar que ningún coche se escabulla o similar. El propio control, con el grueso de los agentes, y otra zona de salida con más agentes con armas automáticas para salir en persecución de los vehículos en caso de alguna huida. Disponen además de pinchos que despliegan en la carretera para bloquear los vehículos que intenten burlarlos.
Los controles comienzan 1.000 metros antes, donde se comienzan a colocar todas las señales: 80 km/h, prohibido adelantar, 60 km/h, estrechamiento, 40 km/h y control, todo ello con balizamiento, barreamiento y bloqueos.
Hace no muchos meses, una asociación de guardias civiles se quejaba de que se ven obligados a levantar controles faltos de personal, con menos de 12 agentes, el mínimo exigido para asegurar las tres zonas. Pero en este caso hablamos de 17, por lo que se cumplía ese mínimo.
Un control modélico en su forma y en su fondo que ha sido objeto de uno de los peores accidentes del Cuerpo fruto de la somnolencia o un despiste del conductor, algo que sólo la investigación que están llevando acabo podrá esclarecer.
Hay que tener en cuenta que para frenar un vehículo de estas características a 100 km/h se necesitan más de 180 metros, por lo que puede que cuando el conductor reaccionara ya fuera tarde para evitar la tragedia.
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