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24 de abril de 2024

Sir Evelyn Rothschild

Sir Evelyn RothschildAFP

Sir Evelyn De Rothschild (1931-2022)

El más original de la saga

No acabó la carrera universitaria, asesoró a Isabel II, ayudó a Thatcher a privatizar industrias estratégicas y advirtió de los riesgos de ciertas prácticas financieras contemporáneas

Sir Evelyn Rothschild
Nació el 29 de agosto de 1931 en Londres, ciudad en la que falleció el 8 de noviembre de 2022

Evelyn Robert Adrian de Rothschild

Hijo de Anthony Gustav de Rothschild y de Yvonne Cahen d'Anvers. Su tatarabuelo, Nathan Mayer de Rothschild, había fundado el banco londinense en 1811 y había contribuido a financiar la derrota de Napoleón por el duque de Wellington en Waterloo en 1815. Evelyn se incorporó a la banca familiar en 1957 y la presidió entre 1976 y 2003, tras fusionarla con la de su primo francés, el barón David De Rothschild.

Sir Evelyn Rothschild se ceñía a la tradición familiar por su afición a las carreras de caballos, a los coches de gran cilindrada, a las fiestas de postín y a las señoras de buen ver, tal y como lo certifican sus tres matrimonios. Sin embargo, se apartaba de ella por su negativa a terminar una carrera universitaria o por el aburrimiento que le producían los círculos influyentes de la City y demás cónclaves de banqueros en los que se diseñan complejas estrategias de inversión.
Más ponderando entre ambos extremos, el peso del apellido terminó imponiéndose. Parecía lo lógico teniendo en cuenta que su padre era el presidente, y su tatarabuelo el fundador, de N.M. Rothschild & Sons, la rama británica de la legendaria firma financiera cuyas raíces se remontan al Frankfurt de principios del siglo XIX.
Eso sí, el mero apellido no le dispensó de un periodo de aprendizaje en la base que, en su caso, transcurrió en Toronto y Nueva York, antes de incorporarse, como socio en prácticas -asumiría la presidencia a partir de 1976-, a la sede central en Londres en la que no tardó en dejar su hablarla. Su principal logro fue mantener la identidad de su banco de 600 empleados en un universo en el que competía con entidades que tenían 200.000. Por no hablar de las abismales diferencias en lo tocante a los activos. En ningún momento se arredro ante cualquiera de estos obstáculos.
En paralelo, Rothschild extendió sus redes en otros sectores. En el de los medios de comunicación llegó a presidir el semanario The Economist y fue consejero del grupo de lord Beaverbrook. En el plano institucional, asesoró a Isabel II, que le nombró caballero (Sir) en 1989.
También, y muy a su manera, intervino en política: durante el gobierno conservador de Margaret Thatcher, entre 1979 y 1990, Rothschild tuvo un papel destacado en la vertiente financiera de las privatizaciones, ayudándole a desprenderse de las industrias nacionalizadas del petróleo, el gas y el acero, las empresas tecnológicas estatales, las redes eléctricas regionales y otros sectores.
Conviene asimismo añadir que Rothschild compatibilizó ese compromiso con el liberalismo económico con una fibra social –ahí están las numerosas charities que patrocinó– y, sobre todo, con una toma de conciencia respecto de los riesgos que conllevan ciertas prácticas financieras contemporáneas. Lo dijo alto y claro en las escasas entrevistas que concedía. Esa alergia a la palabra pública generó cierto halo de misterio en torno a su persona: los medios británicos se muestran incapaces de afirmar si su fortuna personal se avecina más a los 3.000 millones de libras que a los 20.000.
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